Elizabeth Collins. Tomo la llave del auto y salgo corriendo de la oficina. Escucho la voz de la secretaria detrás de mí, pero me parece algo irrelevante ahora mismo comparado con lo que acaba de pasar. Mis manos tiemblan y mi respiración está agitada, demasiado diría yo. El nudo de mi garganta persiste desde que recibí aquel mensaje y hasta puedo jurar que se va acrecentando al correr de los minutos. —¡¿A dónde vas?! —mi amiga grita corriendo tras mí, pero no quiero perder un solo segundo explicando algo que ni siquiera yo misma estoy segura. Una vez a dentro del auto froto mi cara para dispersarme. Respiro profundo un par de veces y me insto a tranquilizarme. Saco mi celular del bolsillo y releo el mensaje por si haya entendido mal, pero no. Mis ojos se empiezan a aguar y una lágrima gruesa se desliza por mi rostro, seguida de muchas más que me es imposible retener. —Amiga, ¿Qué pasa? —Ale llega hasta mí y golpea la ventanilla con vehemencia. —¿Le pasa algo a Rafael? Levanto la
Dante Edwards.Una exhalación algo larga y brusca sale de mi garganta.Mi espalda duele y mi primer impulso es moverme para aminorar la molestia, pero me doy cuenta que estoy entumecido de pies a cabeza y no puedo moverme.Me quedo quieto por unos segundos, respirando lo más profundo que me permite mi pulmón, pensando en por qué me siento tan débil y extraño.—Doctor, el paciente está despertando —se oye una voz estridente y molesta cerca de mí. Al momento me siento fastidiado por su presencia.«¡Mierda!» me quejo mentalmente al sentir un tacto sobre mi muñeca; es fría y pegajosa. «¿Por qué no se siente igual a aquella mano que siempre está conmigo?»Con algo de esfuerzo abro los ojos un poco, pero al momento los vuelvo a cerrar.—Tranquilo —me habla ahora una voz masculina. —No se esfuerce, señor Edwards.«¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me paso? ¿Quiénes son esas personas?»Muchas manos me tocan y me siento algo incómodo por no poder revelarme. No quiero sentir lo que me hacen, solo quier
Elizabeth Collins.Me levanto con sumo cuidado de la cama. Dante duerme profundamente y agradezco que esté aun dormido para evitar tener que dar explicaciones que por el momento no va a entender. Necesito ir a esa reunión.Recordar sus celos absurdos de anoche y de su mejor amigo, me hace sonreír como una verdadera tonta. ¿Cómo puede creer que voy a engañarlo con Ariel? Aunque no lo dijo abiertamente, su incomodidad se le notaba hasta por los poros.Aunque me parece tierno su posesividad conmigo y sus ataques de celos infundados, gracias a él tengo obligaciones que debo cumplir y no puedo quedarme a jugar a la casita. Al menos no hasta que se recupere completamente y tome de nuevo las riendas de sus negocios.Dejo un beso casi imperceptible en sus labios y voy hasta la habitación de nuestro hijo antes de ir hasta la mía y prepararme.Tal como el padre, está dormido muy tranquilo. Beso sus cachetes y se remueve solo un poco para enseguida continuar durmiendo. Es el niño mejor portado d
Elizabeth Collins.Verlos nuevamente no es tarea sencilla.Me remuevo impaciente en mi asiento, incómoda y aburrida. Este juicio ya se ha extendido demasiado y lo único que quiero ahora es irme a casa. Solo deseo que termine de una vez.Odio admitirlo, pero algo de lo que dijo la abogada de Alissa ayer en la mañana viene a mi mente, realmente se la ve demasiado demacrada, no ha quedado nada de aquella mujer elegante y arrogante de la cual me sentí impactada cuando la conocí, aunque después, conociendo la verdad, me decepcioné.—¿Estás bien? —Ale me saca de mi ensoñación.—No. Quiero irme a casa —respondo en un suspiro. —Esto me tiene aburrida.—El juez ya va a dar la sentencia —dice mi abogado interrumpiéndonos.En eso, el secretario judicial entra con una carpeta cerrada en la mano, le pasa al juez y este deja su firma antes de devolvérselo.Nos ponemos todos de pie y no puedo evitar desviar mi mirada por última vez a ese trio. Y digo ultima porque en verdad deseo no volver a verlos
Elizabeth Collins.—Danteeee —lo recrimino con una sonrisa ancha en la cara, pero sin abrir los ojos. —¿Qué haces?—¿Tú que crees? —susurra en mi oído de manera sensual mientras una de sus manos se abre paso debajo de mi camisón.Su toque me hace estremecer y él lo sabe. Una corriente de sensaciones me recorre entera y mi necesidad de él crece.—El doctor dijo que no…—Sé lo que dijo el doctor, Lissy —me interrumpe mordisqueando el lóbulo de mi oreja. —Lo dijo como cien veces en una hora.—Entonces… aaaaah —un gemido retumba en nuestra habitación cuando sus dedos llegan a mi pezón y lo pellizca fuerte. Me quedo sin aliento ante la sensación tan abrumadora.—Dante, por favor —ruego. —Aun no te has recuperado del todo.—El doctor dijo que no podíamos hacerlo, pero no dijo que no podía tocar —insiste. Sus dedos fríos me recorren entera. Los siento en todas partes mientras su aliento tibio en mi cuello me eriza la piel. —Además, te extraño. Me estoy muriendo por tenerte, como antes.—Es m
Elizabeth Collins. Tres años después… Es la primera vez que una llovizna en la mañana no es molesta, al contrario, escuchar las gotas en su encuentro con el techo es muy relajante, sobre todo porque no tengo que ir a trabajar hoy. Me estiro lo suficiente para desperezarme y volteo para dejar un beso en la mejilla del caballero a mi lado. No me atrevo a hacer ruido para no despertarlo. Se ve tan jodidamente bello durmiendo que me deleito escuchando sus leves ronquidos y mirando sus largas pestañas cerradas. Paso mi dedo muy sutilmente por su mandíbula, donde una barba, ya bastante crecida, le da ese aire varonil y sexy que tanto amo. «Debe estar exhausto» me digo a mi misma recordando la hora que llegamos a casa anoche, o mejor dicho, de madrugada, después del desfile de la temporada. Me levanto con suavidad y camino hasta la ducha entre suspiros y bostezos. El lanzamiento de ayer también me dejó agotada y mis pies se sienten hinchados y pesados; nunca antes habíamos tenido tantos
Dante Edwards.—Esta reunión se ha extendido mucho —Ariel empieza a recoger los papeles y dejar ordenado su portafolios. —Pero creo que este será un gran año.—Eso dices siempre después de cada junta, Ariel —respondo llevando mi taza de café a la boca.—Y siempre tengo razón —ríe y niega al mismo tiempo. —Esas dos mujeres parecen máquinas de hacer negocios. Escuché que quieren otra tienda y si se lleva a cabo, tendremos mucho más trabajo de lo imaginado.—¿Otra más? —sonrío porque creo capaz a Lissy.—¿De dónde sacan tanta energía y ganas? Siempre tienen algo nuevo en mente. —se sienta pensativo acomodando sus lentes. —Si no están en esto, están en lo otro. Mientras nosotros apenas nos ponemos al día con la parte administrativa, ya ellas estás ideando otras cosas.—Eso mismo quiero saber yo —replico con un suspiro. —Admiro a Lissy. A pesar de cargar esa enorme barriga, siempre tiene tiempo para todo, sin mencionar que es una madre excelente y una esposa amorosa. No pude haber elegido
Elizabeth Collins.«Esto es el colmo» pienso mientras intento colocarme el vestido que apenas hace una semana había comprado únicamente para esta entrevista.—¡No puede ser que haya subido! —pataleo de la impotencia. —¿En qué momento comí tanto?Me siento frustrada a un nivel inasequible. Esta es mi única opción, no tengo nada apropiado para ir a esa entrevista y me temo que si no me visto decentemente perderé la única oportunidad que tengo de acceder al puesto de diseñadora en Edwards Desing & Fashion.—¡Por dios, Elizabeth! ¿Cuándo vas a aprender a cerrar la boca? —la voz de mi prima desde la puerta me sobresalta. —Nuevamente subiste, ¿No? Si sigues así tendrás que diseñar ropa especial talla híper plus para ti misma.Sus carcajadas de burla no hacen