Elizabeth Collins.
«Esto es el colmo» pienso mientras intento colocarme el vestido que apenas hace una semana había comprado únicamente para esta entrevista.
—¡No puede ser que haya subido! —pataleo de la impotencia. —¿En qué momento comí tanto?
Me siento frustrada a un nivel inasequible. Esta es mi única opción, no tengo nada apropiado para ir a esa entrevista y me temo que si no me visto decentemente perderé la única oportunidad que tengo de acceder al puesto de diseñadora en Edwards Desing & Fashion.
—¡Por dios, Elizabeth! ¿Cuándo vas a aprender a cerrar la boca? —la voz de mi prima desde la puerta me sobresalta. —Nuevamente subiste, ¿No? Si sigues así tendrás que diseñar ropa especial talla híper plus para ti misma.
Sus carcajadas de burla no hacen más que aumentar mi desazón. Se tira a mi cama y me mira sin disimular su desprecio. Ya estoy acostumbrada a sus criticas nada amables, pero creo que en esta ocasión tiene algo de razón, aunque no del todo. Que no tenga sus medidas de 90 60 90 no significa que esté enooorme y no pueda verme bien con la ropa adecuada, pero el de diseñar ropa de esa talla no es una mala idea, incluso es algo que he considerado.
—En vez de criticar deberías ayudarme —chillo. —De este trabajo depende que pueda seguir pagando tu escuela VIP y tengas comida caliente que llevarte a la boca todos los días. Y ni hablemos de la ropa que siempre me pides que te compre para tus saliditas con amigos.
Se levanta de mala gana y me ayuda a cerrar los botones de la espalda, ejerciendo más presión para demostrar su protesta.
—No entiendo por qué no te vas si te molesta tanto colaborar con los gastos de la casa —se defiende. —No haces más que reprochar todo el tiempo que eres la única que trabaja. Si no vivieras aquí no tendrías que ocuparte de nada ni molestarte por mis pedidos.
Gran pregunta y una muy fácil de responder y entender. En esta casa he pasado las peores y mejores épocas de mi vida. Mi madre me abandonó cuando yo tenía apenas 3 meses, en realidad, a mí y a mi padre. Poco tiempo después mi padre falleció de una enfermedad muy avanzada y quedé al cuidado de mi abuela. Mi vida nunca ha sido agradable y estuvo llena de precariedades, no solo económicas, sino también afectivas.
No mal interpreten, amo a mi abuela y ella a mí; es de las únicas personas en el mundo que me aman sinceramente y que ha arriesgado todo por mí, me ha dado todo lo que podía darme y hasta más, pero la situación dio un giro de 360º cuando mi tía Raiza vino junto con Tamara, mi prima, a quedarse con nosotros.
El motivo nunca estuvo claro, o por lo menos yo lo ignoro, porque según estaba felizmente casada con un hombre millonario que la trataba como reina, pero de un día para otro solo apareció en la puerta con una maleta vieja, una pequeña de apenas 1 mes en sus brazos y con unos buenos moretones en la cara.
De eso ya pasado 18 años, en ese entonces yo tenía apenas 10 años he iba a la escuela. Desde ese día me convertí en una sirvienta y niñera en vez de dedicarme a mis estudios o a jugar en mis ratos libres, y más tarde cuando ya cumplí la mayoría de edad, mi obligación era trabajar para ayudar con los gastos ya que mi abuela no podía con todo y su salud empeoraba rápidamente por la vejez.
Esa es la verdadera razón por la que aún estoy aquí, mi abuela; no podría abandonarla cuando ella me cuidó en el momento que yo más lo necesitaba. Todo lo soporto por ella.
—Si al menos la tía y tú consiguieran algún ingreso estaríamos mejor y mi abue no tendría que estar pasando trabajo en el mercado a su edad —replico. —Pero no tienen ni la más mínima intención de ayudar. Si me voy de la casa, llevo a la abuela conmigo donde no sea explotada y pueda al fin descansar como se lo merece.
Me mira con la ceja arqueada y de brazos cruzados, como si estuviera bromeando, pero es algo que había sopesado desde hace mucho. Niega con una sonrisa de suficiencia y sale de la habitación cuando escucha a su madre llamándola.
Si la vida conspira a mi favor y consigo el puesto, finalmente podría cumplir con mi propósito y alejarnos de estos parásitos. Bastante me esforcé para graduarme y recibir mi título de diseñadora como para desperdiciar mi talento vendiendo verduras toda la vida en un puesto improvisado en el mercado.
Termino de arreglarme y salgo. Para mi desgracia una lluvia cae justo antes de mi salida. Busco mi paraguas y en compañía de mi abuela caminamos hasta la estación de buses, que queda a menos de 30 metros.
—Esta lluvia no ha parado —bufa mi abuela secándose con su pañuelo. —Ya me está cansando, traigo toda la ropa húmeda y ya me está picando la nariz. Si sigo así terminaré internada nuevamente.
—Lo sé abuela, también estoy aburrida de esto. —salgo un poco hacia la calle para mirar, pero nada que aparece ese estúpido autobús. —Esta lluvia lo único que ha hecho es retrasarnos. Mira la hora que es, yo debería estar esperando en la empresa y tú en el puesto.
—Debiste pedirle a tu novio que te lleve, hija, te lo dije, ésta es la época más lluviosa del año, no hay día que no caiga al menos un aguacero, así todo el mundo anda retrasado y nervioso —también se levanta y camina hacia mí. —No encontrarás una oportunidad como esta. Ese puesto es exactamente lo que has esperado siempre, si la pierdes será difícil que encuentres otra igual.
—Sabes que no me gusta molestar a Víctor, abue, ya le debo muchos favores, además debe estar muy cansado de su viaje —me froto la nariz de puro nerviosismo. —Lo del trabajo es cierto, espero llegar a tiempo.
—Pues yo no veo el problema, es tu novio, ¿no? Y van a casarse pronto.
Miro el delgado anillo en mi dedo y suspiro. Es una promesa de casi 5 años de los 7 que llevamos juntos y no hemos dado el paso aún. Hay días que me pregunto si todavía desea casarse conmigo.
Sacudo mi cabeza y me enfoco en lo realmente importante ahora. «Necesito estar serena» razono.
Ya de camino a la empresa empiezo a practicar mentalmente mi discurso. Tengo claro todo lo que necesito demostrar, no es muy complicado, pero la oportunidad es única.
Aspiro un par de veces para tranquilizar mi nerviosismo cuando al fin llego a mi destino, el gran y prestigioso edificio de 30 pisos de Edwards Desing & Fashion, afino mi vestido, acomodo mi cabello con los dedos y camino de manera lenta, pero recta hasta la recepcionista.
—Buenos días, señorita —levanta la vista y me mira de manera indiferente para luego asentir. —Vengo para la entrevista de trabajo.
—¿Para qué puesto?
—Para el departamento de diseño —comento con voz firme. Ella me mira con el ceño fruncido, pero luego teclea algo en su computador para finalmente darme un pase con el número de piso donde debo ir.
Mi estómago es una revolución de locas emociones, esto lo había esperado hace tanto tiempo que ahora mismo no puedo creer que esté pasando.
El ascensor es bastante rápido y cuando llego al piso correspondiente mi estómago se contrae aún más al ver a todas las candidatas que allí esperan, al menos veinte que me miran fijamente cuando entro.
Inmediatamente siento un peso sobre mi espalda al analizar mis probabilidades, todas ellas son hermosas y elegantes. No dudo de mi capacidad ni de lo que he aprendido, pero mi sobrepeso siempre ha representado un problema en todo lo que me he propuesto.
«¿Por qué todo tiene que ser tan difícil para mí?»
Elizabeth Collins. —¡Elizabeth Collins! —una señora de mediana edad llama en voz alta desde el lado opuesto del salón. Me sobresalto un poco, estoy tan ensimismada ensayando mentalmente las respuestas que debo dar allí adentro que cuando escucho mi nombre mi corazón literalmente salta y se queda atorado en mi garganta. —Soy yo, Señora —me apresuro a levantarme y alisar mi vestido. —Yo soy Elizabeth Collins. —Usted es la siguiente entrevistada, ya la están esperando —me señala con la mano el pasillo detrás de ella y la sigo. Parece bastante amable o por lo menos no me mira con indiferencia como las demás que trabajan aquí. Mi corazón retumba fuerte cuando nos acercamos a una puerta doble de vidrio color ahumado donde se dicta con letras grandes: Departamento General de diseño. Es la primera entrevista laboral de toda mi vida y la ansiedad me mata; siempre he trabajado con mi abuela en el mercado
Elizabeth Collins.«Le llamaremos si es seleccionada para el puesto» la frase y la sonrisa fingida de la encargada rebotan en mi cabeza de manera dolorosa. Es obvio que lo dijo solamente por cumplir con el protocolo y muy seguramente para no hacerme sentir peor de lo que ya estaba.En la entrevista ni siquiera se dignó a preguntarme cosas esenciales sobre diseño o mis referencias personales o laborales, lo cual hubiese sido lo correcto, al contrario, ignoraba mis respuestas la mayor parte del tiempo y en varias ocasiones sus comentarios acerca de mi aspecto sonaron toscos y denigrantes.Cuando vi que puso mi currículo en un conjunto separado de otras 3 que estaban hacia su derecha, me di cuenta que ya tenían pre seleccionadas para el puesto.Llego a mi habitación hecha un mar de sueños rotos, lanzo en la esquina mis zapatos mojados por el raudal y me tiro de espaldas en la cama con la
Elizabeth Collins.Mi celular vuelve a sonar un par de veces más, pero como está dentro de mi bolso tardo en encontrarlo entre los miles de cosas que cargo conmigo siempre.—Hola —contesto cuando por fin logro tomar la llamada.—Hola, amor, ¿Cómo te fue en la entrevista? —la voz agitada de Víctor se oye desde el otro lado. —Disculpa que no haya llamado antes, es que estaba muy ocupado, apenas ahora puedo hacerlo.—Creo que me fue bien —miento. —Había muchas candidatas, pero no te preocupes, sé que siempre estas ocupado.Se oye un suspiro pesado del otro lado y un ruido raro y estridente que parece ser de un avión despegando.«De seguro está yendo para alguna reunión» pienso con tristeza. Ya no resulta nada sorprendente para mí; toda nuestra relación de algunos años para ac&aac
Dante Edwards.—¡¿Qué significa esto, Dante?! —Luisa entra gritando a mi oficina como siempre. Corto la llamada en la que estoy y me concentro en saber el motivo de su histeria. —¿Cómo es eso que pediste a Eva a revisar personalmente los currículos? ¿Desde cuándo te metes en mi trabajo?Tira varias carpetas en mi escritorio provocando que uno de mis lapiceros caiga al suelo junto con estas creando un gran estruendo que llama la atención de Ariel, mi asistente.Con mis manos unidas encima de mi escritorio observo su berrinche sin decir nada. Hablar con ella como personas adultas resulta ser más difícil que hablar con una roca y esperar que ésta te conteste.—¡Ya no soporto esto! —sus gritos son tan estridentes que estoy seguro que se escuchan hasta el primer piso. —¿No puedes dejarme al menos una vez hacer lo
Elizabeth Collins.—¿Lissy? —escucho a mis espaldas y un escalofrío me recorre la espina dorsal al reconocer la voz de Dante. La caja de fresas que tengo en la mano se me cae y se esparcen por todo el local dejando a sus pasos un desastre de manchas rojas y frutas aplastadas.«¿Cómo me encontró?» pienso con un nudo en el estómago. No creo que sea una simple casualidad, este es el puesto más alejado de la cuidad y no tendría por qué estar por aquí como comprador.—¿Estas bien? ¿Te hiciste daño? —se acerca a mí y pregunta, examinando mis manos por si tengo alguna herida.Me obligo a mí misma a reaccionar de mi letargo. Me zafo de su agarre por puro instinto y doy pasos a mi costado determinada a demostrar mi disgusto por su presencia.—¿Qué haces aquí? —pregunto
Elizabeth Collins.El día estuvo de mierda.Digo “estuvo” porque son pasadas las 1am y me falta mucho para llegar a casa, especialmente porque el último autobús pasó justo antes de mi salida y tengo que caminar por más de 20 calles para llegar.—¿Qué podría ser peor hoy? —resoplo, frustrada. Caminar no se me da mucho y menos tan cansada y deprimida como estoy de un día tan desgastante y agotador.Las calles están oscuras y silenciosas, como es de esperarse a esta hora de la madrugada, y lo peor de todo es que hay amenaza de lluvia. ¡Vaya vida de mierda la mía!Trato de enfocarme en lo positivo y es que esta caminata me hace realmente falta, pero aun así estar solita a esta hora no es nada agradable.Luego de aproximadamente 30 minutos, largos y sombríos, por fin llego hasta el portón de la
Dante Edwards. Me tomo una larga ducha para sacarme de encima toda esta pesadumbre que cargo desde la mañana. Mi día terminó por irse a la m****a con esa cena familiar a la que mi madre nos obligó a asistir a todos los hermanos para hablarnos de la unidad, del apoyo y de los proyectos que debemos lograr juntos como familia, que, claramente fue un discurso de advertencia para mi persona y que se cerró con broche de oro al escuchar por enésima vez la misma historia del abuelo de como consiguieron levantar todo el imperio Edwards renunciando a cosas vanas y pensando solo en la estabilidad económica y el futuro de los herederos del apellido. Estoy plenamente seguro que esto es una obra más de mi hermana y que ya están enterados que Lissy y yo nos encontramos nuevamente, y, como era de esperarse, buscan el modo de hacerme “recapacitar” entre comillas, para alejarme de ella; lo que no tienen en cuenta es que ya no soy ese joven de 18 años al que te
Elizabeth Collins.—Ve el lado positivo, amiga —Alejandra trata de animarme. —Ahora podemos irnos juntas al trabajo y como tu horario será más flexible, a la tarde podemos ir al gimnasio o hacer yoga. Podemos almorzar juntas también.—Pero lo veré todos los días —resoplo. —Tendré que seguir sus órdenes.Acomodo las ultimas cajas para luego limpiarme las manos.—No puede ser tan terrible, ¿o sí? Además, puedes aprender muchas cosas. —me palmea el hombro. —Amiga, vas a trabajar en una de las empresas más reconocidas en la industria de la moda y con un muy buen salario, aprovecha la oportunidad.—No es el puesto que quería, pero lo del salario es cierto —me siento encima de un bulto y tomo mi botella de agua. —Encima, tú más que nadie sabes toda mi historia con &eacut