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Capítulo 8. El acuerdo.

Dante Edwards.

Me tomo una larga ducha para sacarme de encima toda esta pesadumbre que cargo desde la mañana.

Mi día terminó por irse a la m****a con esa cena familiar a la que mi madre nos obligó a asistir a todos los hermanos para hablarnos de la unidad, del apoyo y de los proyectos que debemos lograr juntos como familia, que, claramente fue un discurso de advertencia para mi persona y que se cerró con broche de oro al escuchar por enésima vez la misma historia del abuelo de como consiguieron levantar todo el imperio Edwards renunciando a cosas vanas y pensando solo en la estabilidad económica y el futuro de los herederos del apellido.

Estoy plenamente seguro que esto es una obra más de mi hermana y que ya están enterados que Lissy y yo nos encontramos nuevamente, y, como era de esperarse, buscan el modo de hacerme “recapacitar” entre comillas, para alejarme de ella; lo que no tienen en cuenta es que ya no soy ese joven de 18 años al que tenían como títere y manejaban a su antojo, ya no pretendo dejarme manipular como antes.

—Amor, ya ven a la cama —Andrea chilla desde la cama. —Ya casi amanece ¿Qué haces ahí parado?

La ignoro solo por el hecho de que me llama amor, como casi siempre, y miro la pantalla de mi celular; son casi las 3 am, pero no tengo sueño. Miles de cosas rondan mi mente, entre ellas lo que me dijo Lissy en el mercado.

Dejo mi móvil en la mesita y, a pesar de que lo que menos deseo es dormir, me acuesto con la mirada fija en el techo.

«¿Por qué deje que nuestra historia llegara a este punto?» reflexiono al recordar el rostro tan triste de Lissy.

Debí haberle dicho la verdad desde el principio, eso hubiese sido mejor que todo lo que sucedió.

Cierro los ojos por unos segundos y el pitido de mi celular me sobresalta. Miro la pantalla y mi corazón se vuelve una revolución de sentimientos al ver el nombre de quien llama.

—Lissy, ¿Qué pasa? —respondo de inmediato. Me desespero cuando oigo sus suspiros en el lado opuesto, pero no contesta.

Me levanto y camino hasta el pasillo para que podamos hablar.

—Lissy, ¿Estas bien? ¿Dónde estás? —pregunto nuevamente cuando puedo jurar que oigo un sollozo de su parte.

—¿Cuánto es el salario que me ofreces? —pregunta. Su voz ronca me alerta de inmediato.

—¿Por qué preguntas eso a esta hora, Lissy? Son las 3 de la mañana.

—Solo contesta, Dante. Por favor.

—Es de $18,000 al mes, pero, ¿qué sucede?

Un silencio nos invade nuevamente por unos segundos. Luego el ruido incesante de la sirena de una ambulancia muy cerca de ella me da un mal presentimiento.

—Si acepto el trabajo, ¿Me adelantarías el salario de tres meses? —su pregunta me deja atónito. —Prometo cumplir de manera responsable con todas las tareas que me asignes hasta pagarte el último centavo, por favor.

—Claro que sí, pasa el lunes a primera hora en la oficina y te doy el cheque —respondo, pero ella me interrumpe.

—Lo necesito ahora, por favor.

—¿Quieres decirme que sucede? —mi preocupación aumenta.

—¿Puedes o no? Solo contesta —ahora estoy completamente seguro que está llorando.

—Mi amor, ¿Con quién hablas a esta hora? —Andrea grita desde la habitación. Cierro la puerta del balcón para que ya no nos interrumpa.

—Disculpa si te estoy molestando —musita, no sabía que estabas con alguien.

—No te preocupes por eso —respondo. —Solo dime dónde estás y te envío el dinero con mi chofer.

—Estoy en el Hospital María auxiliadora. En la zona norte.

—Mandaré ahora mismo al chofer —miento. —Espéralo en la entrada principal, dentro de 30 minutos está ahí.

Un suspiro ahogado se escucha.

—Gracias. Aquí lo espero.

Cuelgo y entro de vuelta a la habitación. Andrea me espera sentada en la cama con una cara de pocos amigos.

—¿Con quién hablabas a esta hora? —chilla. —Es de madrugada, Dante. ¿Tienes una amante o algo así? ¿Entonces es cierto lo que dice Luisa?

—Son muchas preguntas y contestarlas no es parte del trato que tú y yo tenemos, Andrea —contesto de manera tosca. —Eso lo tienes claro desde el principio.

Camino hasta el armario para buscar una chaqueta y me colocarme unas zapatillas deportivas.

—Pero quiero saber —insiste. —Legalmente estamos casados, y no puedes estar revolcándote con cualquiera. ¿Que pensará tu familia de mí? Ellos aún tienen la esperanza que tú y yo formemos una familia de verdad.

—Pues según yo, no estoy rompiendo nuestro acuerdo —se levanta enojada y camina hasta donde estoy. —Y lo que piense mi familia es algo que me tiene sin cuidado. Suficiente tengo con haber accedido a este matrimonio, lo de formar una familia de verdad solo existe en sus cabezas.

Saco el dinero que necesito de la caja fuerte y lo meto en el bolsillo de mi chaqueta.

—No puedes hacer esto, Dante. —lloriquea.

—¡¿Hacer que?! No iré a ver a mi amante si eso te tranquiliza. —Tomo la llave de la camioneta y mi billetera. —Iré a ayudar a un amigo.

—¿Es ella?

Niego con mucha pereza. Desde que llegamos de Inglaterra su única preocupación es que me encuentre con Lissy, en realidad es la preocupación de todos en la familia, pero eso es algo con el que van a tener que aprender a vivir y más ahora que va a trabajar en la empresa.

Salgo a pasos presurosos de la casa y manejo a alta velocidad imaginando miles de escenarios posibles de lo que pudo haber pasado para que se sienta tan desesperada para llamarme; gracias a Dios a esta hora las calles están despejadas y en menos de media hora ya estoy en el lugar que habíamos quedado.

«¿Para qué necesitará tanto dinero? ¿Quién está en el hospital?» pienso mirándola desde la camioneta. Esto es algo que necesito averiguar para poder ayudarla.

Desde mi posición la puedo ver acurrucada en el mural del Hospital, puedo notar en su rostro la angustia y cansancio, y el corazón se me anuda de mil maneras. Si pudiera borraría esa tristeza de su rostro.

Bajo y al notarme niega con la cabeza. Es algo que esperaba, pero necesitaba ser yo mismo quien viniera por ella.

—Hola —me acerco lo suficiente para poder hablarle. —¿Qué sucede, Lissy? ¿Quién está aquí? ¿Para qué necesitas tanto dinero?

—Es para mi abuela, está grave —suspira ahogadamente con la mirada perdida. —Debe entrar en cirugía dentro de poco más de dos horas.

Intento abrazarla, pero se aleja. Aun así, tomo su mano, aunque se resiste. Todo su cuerpo tiembla y sus ojos están hinchados de tanto llorar.

—¿Por qué no me llamaste antes? Sabes que hubiera venido antes.

—Llegamos hace apenas dos horas, el Doctor me dio la noticia minutos antes de llamarte.

Ahora si aprovecho y la atraigo hasta mi pecho. Sentirla nuevamente es una explosión de sentimientos dolorosos.

«Han pasado 10 años, pero se siente como si hubiese sido ayer» reflexiono con los ojos cerrados y mis brazos alrededor de su cintura.

—¿Quieres que la llevemos a una clínica privada? —niega rotundamente.

—Con el dinero tengo todo resuelto —se suelta de mí y se aleja unos pasos. —Solo dime la hora que debo presentarme y el día. No necesito más que eso.

—Ok —contesto de mala gana viendo su necedad. Saco el sobre de mi bolsillo y se lo paso —Te daré una semana para que cuides de ella y puedas resolver tus asuntos. El próximo lunes te espero en la oficina para las 8 am. Allí hablaremos de tu horario y tus obligaciones principales. Esto corresponde a exactamente 3 meses de salario, por lo que firmaremos un acuerdo para que cumplas ese tiempo. Si después decides quedarte será otro asunto.

Asiente.

—Cuando llegues, informa a recepción que tienes cita conmigo y sube directo a mi oficina. Allí hablaremos de todo.

Vuelve a sentir.

—¿Quieres que me quede contigo? —pregunto acercándome nuevamente. —No es bueno que estés sola.

—Estoy bien —no deja su orgullo de lado ni en estos momentos. —Puedes irte, estaré bien.

—Ok. Cualquier cosa que necesites me escribes.

Asiente nuevamente.

Me despido de ella y subo a la camioneta, pero no la enciendo. Me froto la cara frustrado y enojado conmigo mismo.

La extraño, quiero estar allí con ella, darle contención y atención, pero está claro que para que ella me perdone falta mucho.

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