Elizabeth Collins.
No sé si es buena señal que esté tan callado, pero desde que nos subimos a la camioneta no ha dicho una sola palabra, ni siquiera me ha mirado y eso me llena de angustia.
—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunto una vez que llegamos al estacionamiento del edificio donde tiene su departamento.
No contesta, para variar. Estaciona y luego me abre la puerta para bajar.
—Quiero ir a casa, Víctor, por favor —pido aun desde el asiento del acompañante. —Mi abuela debe estar preocupada.
—No te llevaré hasta que hablemos —su voz seria y sin ningún atisbo de paciencia me produce un nudo en el estómago. —Baja. Adentro le hablas para avisarle que llegarás tarde.
Obedezco. Me bajo y subimos hasta su apartamento que queda en el quinto piso. La mayoría de los empleados de este edificio me
Elizabeth Collins —¿Cómo lo permitiste? ¿Cuándo vas a dejar de ser tan tonta, amiga? —Ale no ha hecho otra cosa que recriminarme el que no haya reclamado a Víctor lo de Marcela durante todo el camino hasta la empresa. —Esto es el colmo, ese hombre es un infeliz. Viene en semanas, ¿Y te llama Marcela cuando te hace el amor? —Estaba ebrio, Ale. —¡Ay que bonito! Encima lo justificas —resopla cruzándose de brazos. —No lo estoy justificando, sé que está raro, pero realmente estaba ebrio, pudo haberse confundido de nombre —me rasco la cabeza al ver que hace ademanes con las manos. —Está mal, lo sé, pero no tuve el valor para preguntarle. —¿Y preferiste salir huyendo como una ladrona en plena madrugada? —No salí huyendo, Ale. Él estaba dormido, yo tenía que pasar por casa para cambiarme para venir a la empresa, es todo. Entramos a la cafetería que está cerca para llevarnos nuestro desayuno, ya que venimos retrasadas.
Elizabeth Collins.—¡Lissy! —Ariel me toma por sorpresa en el momento que doy un sorbo a mi café. —¿Qué haces?Le muestro mi descartable y mira su reloj con el ceño fruncido.—Son las tres de la tarde —afirma señalando con el dedo su muñeca. —No te vi salir en la hora del almuerzo. ¿Dante te prohibió salir?—No tuve tiempo, de hecho, este es mi desayuno-almuerzo —digo con una mueca acomodándome en mi asiento. —Dante no tuvo que ver, preferí completar lo del archivo primero así ya lo tengo listo. Desde la mañana no lo he vuelto a ver.—Pues él tampoco almorzó. Después de la junta se encerró en su oficina y no ha salido hasta ahora, ni siquiera quiso recibir a su esposa.La sola mención de ella me produce un nudo en el estómago. No deber&
Elizabeth Collins.De ninguna manera es como pensé que terminaría mi día.Ahora lo tengo abrazado a mí y podría jurar que escucho su corazón en un galope desesperado.—No creo que cambie mucho las cosas si hablamos de eso ahora —susurra en mi oído. No me suelto, permanezco allí rendida con los ojos cerrados. —Pero por lo menos me sentiría en paz diciéndote todo lo que siento.«¿En paz? ¿Acaso yo me he sentido en paz después de eso?»—No hagas eso, por favor —pido entristecida. —No quiero volver a pasar por lo mismo. No hay excusas o explicaciones que puedan reparar lo que pasó ese día. Eso aún me duele.—Lo sé —traga saliva con dificultad. —Sé que ya no se puede reparar, pero por lo menos sabrás lo que pasó realmente y eso
Elizabeth Collins.Son exactamente las 3 de la mañana y no puedo dormir.La frase de Dante “Nunca quise hacerte daño, Lissy” aun hace eco en mi cabeza. Me dije muchas veces que no debía dejarme afectar por lo que hace o dice, pero aquí estoy nuevamente, como toda una tonta sufriendo por él.El sonido espantoso del ventilador viejo está por volverme loca. Miro hacia arriba y resoplo.Desde que nos encontramos nuevamente con él, mucho de mi humor ha cambiado y en mi entorno todo parece molestarme. No soy así, lo prometo, pero Dante y nuestro recuerdo de amor frustrado siempre consigue sacar lo peor de mí.“Nunca te haría daño voluntariamente” río de mi misma al recordar lo que me dijo.¿A qué se refiere exactamente si lo que más hizo fue hacerme daño?Cierro los ojos c
Elizabeth Collins. —¡¿Cómo que no vas a ir?! —Ale vocifera dentro de la oficina. —No, Ale, esas fiestas no son para mí, además no tengo el atuendo adecuado para ese evento, allí habrá mucha gente importante y también la prensa —continúo ordenando los biblioratos bajo su atenta mirada. —Además toda la familia de Dante asistirá y lo que menos deseo es que me humillen en público nuevamente. Ya sabes cómo son Luisa y su mamá. Se planta a mi frente con los brazos cruzados mirándome con ojos achinados. —¿Es por eso o por no ver a Dante con la peli teñida esa? —me mira fijamente y sabe que no le puedo mentir. —Sí, también por eso, pero también por todo lo demás. —Lissy, ya no eres la misma jovencita de antes, ¿lo sabes verdad? —Asiento. —Han pasado 10 años, ellos ya no pueden seguir haciéndote daño como antes. Además, esa rubia oxigenada no te llega ni a los talones, es solo 50kilos de maquillaje y nada de cerebro. —N
Elizabeth Collins.“Wow” es la palabra que más veces Ale ha dicho desde que llegamos al hotel. Y es que no es para menos, sin duda los novios tiraron la casa por la ventana con tan suntuosa fiesta. No tengo las palabras exactas para definir tanta belleza y perfección en toda la producción; es una boda soñada.Al parecer no somos los únicos que nos perdimos la ceremonia, porque mucha gente ya espera en el salón la llegada de los recién casados.Miro la hora en mi celular y creo que ya deberían estar aquí dentro de unos minutos. Invito a mi amiga que me acompañe hasta el baño antes de que lleguen para retocarnos un poco el maquillaje y así lo hacemos.Una vez que entro al habitáculo, oigo los aplausos de los presentes y maldigo en mil idiomas por haberme perdido la entrada de los novios y ver de cerca el vestido de la novia que sin duda de
Elizabeth Collins.—¿Dónde vas? —Dante me toma del brazo y me detiene en mi camino hasta la pista.—¡Suéltame ahora mismo! —ordeno con los dientes apretados. No me suelta, por el contrario, aumenta la presión.—No dejaré que hagas algo estúpido, Lissy. ¡Vamos, te llevo a casa!—Lo sabias, ¿verdad? Y lo callaste —estoy furiosa y triste al mismo tiempo, no solo con Víctor, sino también con Dante. —Lo callaste solo para hacerme más daño.—No sabes lo que dices, estás enojada con la persona equivocada.Hago un movimiento brusco y me zafo de su agarre.—Te callaste y lo hiciste apropósito —lo señalo con el dedo. —Sí, también estoy enojada contigo. Te prohíbo que te acerques a mi nuevamente, o que me toques, no me hables a m
Dante Edwards.Es raro que Lissy no haya dicho nada durante todo el camino, ni siquiera me preguntó dónde la estoy llevando y he manejado por más de una hora por la carretera principal.Llegamos a destino y estaciono la camioneta fuera del bungaló. Ella todavía sigue en la misma posición mirando hacia la ventanilla con la vista fija en la nada.Abro la puerta y la invito a bajarse y lo hace sin rechistar, lo que es muy raro debido al terrible berrinche que hizo cuando la obligué a subirse y a lo enojada que estaba por lo de Víctor.—¿Dónde estamos? —su voz ronca me hace fruncir el ceño. Sus ojos están rojos e hinchados señal que lloró mucho durante todo el camino. —¿Qué es este lugar, Dante?—Es mío —respondo cerrando la puerta con seguro para enseguida colocar mi saco encima de su hom