Elizabeth Collins.
Son exactamente las 3 de la mañana y no puedo dormir.
La frase de Dante “Nunca quise hacerte daño, Lissy” aun hace eco en mi cabeza. Me dije muchas veces que no debía dejarme afectar por lo que hace o dice, pero aquí estoy nuevamente, como toda una tonta sufriendo por él.
El sonido espantoso del ventilador viejo está por volverme loca. Miro hacia arriba y resoplo.
Desde que nos encontramos nuevamente con él, mucho de mi humor ha cambiado y en mi entorno todo parece molestarme. No soy así, lo prometo, pero Dante y nuestro recuerdo de amor frustrado siempre consigue sacar lo peor de mí.
“Nunca te haría daño voluntariamente” río de mi misma al recordar lo que me dijo.
¿A qué se refiere exactamente si lo que más hizo fue hacerme daño?
Cierro los ojos c
Elizabeth Collins. —¡¿Cómo que no vas a ir?! —Ale vocifera dentro de la oficina. —No, Ale, esas fiestas no son para mí, además no tengo el atuendo adecuado para ese evento, allí habrá mucha gente importante y también la prensa —continúo ordenando los biblioratos bajo su atenta mirada. —Además toda la familia de Dante asistirá y lo que menos deseo es que me humillen en público nuevamente. Ya sabes cómo son Luisa y su mamá. Se planta a mi frente con los brazos cruzados mirándome con ojos achinados. —¿Es por eso o por no ver a Dante con la peli teñida esa? —me mira fijamente y sabe que no le puedo mentir. —Sí, también por eso, pero también por todo lo demás. —Lissy, ya no eres la misma jovencita de antes, ¿lo sabes verdad? —Asiento. —Han pasado 10 años, ellos ya no pueden seguir haciéndote daño como antes. Además, esa rubia oxigenada no te llega ni a los talones, es solo 50kilos de maquillaje y nada de cerebro. —N
Elizabeth Collins.“Wow” es la palabra que más veces Ale ha dicho desde que llegamos al hotel. Y es que no es para menos, sin duda los novios tiraron la casa por la ventana con tan suntuosa fiesta. No tengo las palabras exactas para definir tanta belleza y perfección en toda la producción; es una boda soñada.Al parecer no somos los únicos que nos perdimos la ceremonia, porque mucha gente ya espera en el salón la llegada de los recién casados.Miro la hora en mi celular y creo que ya deberían estar aquí dentro de unos minutos. Invito a mi amiga que me acompañe hasta el baño antes de que lleguen para retocarnos un poco el maquillaje y así lo hacemos.Una vez que entro al habitáculo, oigo los aplausos de los presentes y maldigo en mil idiomas por haberme perdido la entrada de los novios y ver de cerca el vestido de la novia que sin duda de
Elizabeth Collins.—¿Dónde vas? —Dante me toma del brazo y me detiene en mi camino hasta la pista.—¡Suéltame ahora mismo! —ordeno con los dientes apretados. No me suelta, por el contrario, aumenta la presión.—No dejaré que hagas algo estúpido, Lissy. ¡Vamos, te llevo a casa!—Lo sabias, ¿verdad? Y lo callaste —estoy furiosa y triste al mismo tiempo, no solo con Víctor, sino también con Dante. —Lo callaste solo para hacerme más daño.—No sabes lo que dices, estás enojada con la persona equivocada.Hago un movimiento brusco y me zafo de su agarre.—Te callaste y lo hiciste apropósito —lo señalo con el dedo. —Sí, también estoy enojada contigo. Te prohíbo que te acerques a mi nuevamente, o que me toques, no me hables a m
Dante Edwards.Es raro que Lissy no haya dicho nada durante todo el camino, ni siquiera me preguntó dónde la estoy llevando y he manejado por más de una hora por la carretera principal.Llegamos a destino y estaciono la camioneta fuera del bungaló. Ella todavía sigue en la misma posición mirando hacia la ventanilla con la vista fija en la nada.Abro la puerta y la invito a bajarse y lo hace sin rechistar, lo que es muy raro debido al terrible berrinche que hizo cuando la obligué a subirse y a lo enojada que estaba por lo de Víctor.—¿Dónde estamos? —su voz ronca me hace fruncir el ceño. Sus ojos están rojos e hinchados señal que lloró mucho durante todo el camino. —¿Qué es este lugar, Dante?—Es mío —respondo cerrando la puerta con seguro para enseguida colocar mi saco encima de su hom
Dante Edwards.—¿Dante? —Levanto la cabeza y resoplo. ¿No sabe acaso que odio que entre a mi oficina sin tocar? —¿Nos vamos juntos al lanzamiento? Luisa ya está allí verificando todo y yo quiero arreglarme un poco antes de irnos.—Todavía tengo pendientes —respondo escueto bajando de nuevo la vista fija a los papeles que tengo en frente y sin darle demasiada importancia.—Pero ya la prensa debe estar ahí, no podemos llegar separados ¿Qué van a decir de nosotros?—¿Quién dice que no? —dejo mi documento de un lado y la miro.—Dante, sabes bien nuestro trato, sabes que yo…—Aaaah con que recuerdas que esto es un trato —me levanto y la enfrento. —Porque hay veces que no lo haces y me aturdes con tus pedidos de cariño y atención. Además, ya pasó un
Elizabeth Collins.Guardo mis cosas y me preparo para salir cuando un mensaje en mi celular me detiene en mi actividad por unos segundos.“¿Vas a venir al lanzamiento? Ya está por comenzar, el Señor Bennett ha preguntado más de una vez por ti” es el tercero de Dante en la tarde. ¿Acaso no se da cuenta que no quiero contestar y que tampoco quiero estar en ese lugar? ¿Cuántas veces debo decirle que no quiero saber nada de él? Lo ignoro y paso de largo.“Amigaaaa, hoy la rompemos en gym. ¿Sabes que nos toca Zumba? ¡Sii, yeaaa! Vamos a sudar como locas, para ésta semana mínimo bajamos un par de kilos más. Ya estoy aquí esperando” sonrío por inercia al leer el mensaje de Ale. Tecleo un “sí, ya voy” rápidamente y un emoticón gimnasta y env&ia
Dante Edwards.—¿Qué pasa, amor? ¿La gordita no va a venir? —Andrea toma mi mano y me dedica una sonrisa dulce justo frente a las cámaras. —¿No quiere ver nuestro éxito de frente?La ignoro, me suelto de su mano y camino hasta el centro del salón, donde ya mucha gente está esperando el comienzo del desfile. Empiezo a saludar a la mayoría mientras llego al lugar que me corresponde.—Esto va a ser un éxito mi querido Dante —El Señor Bennett habla a mis espaldas. Me volteo y asiento a su afirmación con un caluroso abrazo, pero me agria el momento que haya venido acompañado de Marcela y Víctor. Por supuesto, el susodicho no pierde el tiempo para mostrarse altanero y arrogante. —La expectativa sobre esta colección es muy grande. En todas las revistas hablan del gran preparativo y la originalidad en los dise&ntil
Dante Edwards.—¿Entonces no tiene idea de quién puede ser? —es la quinta vez que me pregunta lo mismo y francamente ya me está cansando. —¿No es raro que lo hayan atentado por tercera vez este año?—Ya se lo dije, en las averiguaciones no se pudo determinar el responsable.—Algo me está ocultando, Señor Edwards. —se levanta de su silla y me encara. —Según la amiga de la Señorita Collins, ustedes tienen un pasado, y uno no muy bueno.—Eso no tiene nada que…—¡Si tiene que ver! —golpea la mesa con fuerza. —Es muy raro que solo ella haya estado a esa hora en la empresa trabajando y justamente se haya producido el incendio en el que ella salió como única lastimada. Esto parece más en su contra que en contra la empresa.—¿Esta insinuando que yo tuve que ve