Dante Edwards.
—Maldito dolor de cabeza —es la segunda pastilla que tomo en la mañana y conste que esto recién empieza. —Anoche no pude dormir nada. Este problema de insomnio me está volviendo loco, van tres días de seguido en esta semana.
—¿Quiere que pida cita para usted con el Doctor Norman? —pregunta Ariel. Niego con la mano mientras tomo mi agua.
—Estoy bien, solo es el estrés por lo que acaba de ocurrir.
—Yo estaría igual —carraspea incómodo. —Su hermana y su esposa no le hacen la vida muy fácil que digamos. Disculpa si soy indiscreto, pero esto que pasó con la Señorita Lissy es solo el principio. Ya su hermana ha demostrado anteriormente que no se rinde cuando quiere algo.
—Para nada, Ariel, no eres indiscreto, eres mi asistente hace más de 5 años, más que eso, mi amigo
Elizabeth Collins. Se siente raro estar en casa tan temprano. Dejo mi cartera en la mesada, me quito los zapatos y me siento en la cama para masajear mis pies y aliviar un poco el dolor y el cansancio de usar tacones todo el día. A pesar de todo pronóstico, hoy ha sido un día soleado afuera y bastante tranquilo adentro de la empresa. Ni Luisa ni “la esposa” volvieron a aparecer en la parte administrativa, cosa que agradezco mucho, mientras yo estuve atareada todo el día organizando algunos archivos que Dante me dejó encargados antes de salir para algunas reuniones junto con Ariel. Las horas se me pasaron literalmente volando entre tanto trabajo y tratando de echarle cabeza a cómo organizarlos de manera adecuada para que sea más fácil encontrarlos. Mi teléfono suena dentro de mi cartera y por un momento me siento ansiosa. Lo busco y al ver la pantalla sonrío de forma automática. —Hola, amor —la voz de Víctor cum
Elizabeth Collins. Un viaje corto, pero incómodo. Dante no ha dejado de mirarme ni por un segundo durante todo el camino hasta que llegamos al restaurante. Debo decir que me impresiona lo hermoso que es, nunca había siquiera pasado en frente de un lugar tan elegante y concurrido por la clase alta como este y no puedo dejar de maravillarme ante la vista tan espectacular que se proyecta ante mí. —¿Te gusta? —pregunta cuando una de las anfitrionas nos indica cual es nuestra mesa. —Si —asiento fervientemente. —Es bellísimo. —La comida es exquisita, verás que te vas a enamorar de la sazón, especialmente de la lasaña. No querrás pedir otra comida en la próxima, es simplemente mágica. Vuelvo a asentir, aunque no entiendo mucho que quiere decir con “en la próxima”. ¿Volveremos aquí a menudo? Esa idea me inquieta, bastante, no es un buen plan que estemos tanto tiempo juntos. Eso me traerá problemas innecesarios con su familia y
Elizabeth Collins.No sé si es buena señal que esté tan callado, pero desde que nos subimos a la camioneta no ha dicho una sola palabra, ni siquiera me ha mirado y eso me llena de angustia.—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunto una vez que llegamos al estacionamiento del edificio donde tiene su departamento.No contesta, para variar. Estaciona y luego me abre la puerta para bajar.—Quiero ir a casa, Víctor, por favor —pido aun desde el asiento del acompañante. —Mi abuela debe estar preocupada.—No te llevaré hasta que hablemos —su voz seria y sin ningún atisbo de paciencia me produce un nudo en el estómago. —Baja. Adentro le hablas para avisarle que llegarás tarde.Obedezco. Me bajo y subimos hasta su apartamento que queda en el quinto piso. La mayoría de los empleados de este edificio me
Elizabeth Collins —¿Cómo lo permitiste? ¿Cuándo vas a dejar de ser tan tonta, amiga? —Ale no ha hecho otra cosa que recriminarme el que no haya reclamado a Víctor lo de Marcela durante todo el camino hasta la empresa. —Esto es el colmo, ese hombre es un infeliz. Viene en semanas, ¿Y te llama Marcela cuando te hace el amor? —Estaba ebrio, Ale. —¡Ay que bonito! Encima lo justificas —resopla cruzándose de brazos. —No lo estoy justificando, sé que está raro, pero realmente estaba ebrio, pudo haberse confundido de nombre —me rasco la cabeza al ver que hace ademanes con las manos. —Está mal, lo sé, pero no tuve el valor para preguntarle. —¿Y preferiste salir huyendo como una ladrona en plena madrugada? —No salí huyendo, Ale. Él estaba dormido, yo tenía que pasar por casa para cambiarme para venir a la empresa, es todo. Entramos a la cafetería que está cerca para llevarnos nuestro desayuno, ya que venimos retrasadas.
Elizabeth Collins.—¡Lissy! —Ariel me toma por sorpresa en el momento que doy un sorbo a mi café. —¿Qué haces?Le muestro mi descartable y mira su reloj con el ceño fruncido.—Son las tres de la tarde —afirma señalando con el dedo su muñeca. —No te vi salir en la hora del almuerzo. ¿Dante te prohibió salir?—No tuve tiempo, de hecho, este es mi desayuno-almuerzo —digo con una mueca acomodándome en mi asiento. —Dante no tuvo que ver, preferí completar lo del archivo primero así ya lo tengo listo. Desde la mañana no lo he vuelto a ver.—Pues él tampoco almorzó. Después de la junta se encerró en su oficina y no ha salido hasta ahora, ni siquiera quiso recibir a su esposa.La sola mención de ella me produce un nudo en el estómago. No deber&
Elizabeth Collins.De ninguna manera es como pensé que terminaría mi día.Ahora lo tengo abrazado a mí y podría jurar que escucho su corazón en un galope desesperado.—No creo que cambie mucho las cosas si hablamos de eso ahora —susurra en mi oído. No me suelto, permanezco allí rendida con los ojos cerrados. —Pero por lo menos me sentiría en paz diciéndote todo lo que siento.«¿En paz? ¿Acaso yo me he sentido en paz después de eso?»—No hagas eso, por favor —pido entristecida. —No quiero volver a pasar por lo mismo. No hay excusas o explicaciones que puedan reparar lo que pasó ese día. Eso aún me duele.—Lo sé —traga saliva con dificultad. —Sé que ya no se puede reparar, pero por lo menos sabrás lo que pasó realmente y eso
Elizabeth Collins.Son exactamente las 3 de la mañana y no puedo dormir.La frase de Dante “Nunca quise hacerte daño, Lissy” aun hace eco en mi cabeza. Me dije muchas veces que no debía dejarme afectar por lo que hace o dice, pero aquí estoy nuevamente, como toda una tonta sufriendo por él.El sonido espantoso del ventilador viejo está por volverme loca. Miro hacia arriba y resoplo.Desde que nos encontramos nuevamente con él, mucho de mi humor ha cambiado y en mi entorno todo parece molestarme. No soy así, lo prometo, pero Dante y nuestro recuerdo de amor frustrado siempre consigue sacar lo peor de mí.“Nunca te haría daño voluntariamente” río de mi misma al recordar lo que me dijo.¿A qué se refiere exactamente si lo que más hizo fue hacerme daño?Cierro los ojos c
Elizabeth Collins. —¡¿Cómo que no vas a ir?! —Ale vocifera dentro de la oficina. —No, Ale, esas fiestas no son para mí, además no tengo el atuendo adecuado para ese evento, allí habrá mucha gente importante y también la prensa —continúo ordenando los biblioratos bajo su atenta mirada. —Además toda la familia de Dante asistirá y lo que menos deseo es que me humillen en público nuevamente. Ya sabes cómo son Luisa y su mamá. Se planta a mi frente con los brazos cruzados mirándome con ojos achinados. —¿Es por eso o por no ver a Dante con la peli teñida esa? —me mira fijamente y sabe que no le puedo mentir. —Sí, también por eso, pero también por todo lo demás. —Lissy, ya no eres la misma jovencita de antes, ¿lo sabes verdad? —Asiento. —Han pasado 10 años, ellos ya no pueden seguir haciéndote daño como antes. Además, esa rubia oxigenada no te llega ni a los talones, es solo 50kilos de maquillaje y nada de cerebro. —N