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Capítulo 3. Decepción.

Elizabeth Collins.

«Le llamaremos si es seleccionada para el puesto» la frase y la sonrisa fingida de la encargada rebotan en mi cabeza de manera dolorosa. Es obvio que lo dijo solamente por cumplir con el protocolo y muy seguramente para no hacerme sentir peor de lo que ya estaba.

En la entrevista ni siquiera se dignó a preguntarme cosas esenciales sobre diseño o mis referencias personales o laborales, lo cual hubiese sido lo correcto, al contrario, ignoraba mis respuestas la mayor parte del tiempo y en varias ocasiones sus comentarios acerca de mi aspecto sonaron toscos y denigrantes.

Cuando vi que puso mi currículo en un conjunto separado de otras 3 que estaban hacia su derecha, me di cuenta que ya tenían pre seleccionadas para el puesto.

Llego a mi habitación hecha un mar de sueños rotos, lanzo en la esquina mis zapatos mojados por el raudal y me tiro de espaldas en la cama con la ropa totalmente húmeda. El techo mohoso y el ruido infernal del ventilador a medio funcionar me hace reflexionar sobre todo lo que deseo y nunca puedo obtener a causa de las limitaciones que la sociedad me impone por mis kilos demás.

—¿Por qué siempre tienes que arruinarlo todo, Dante? —suspiro desolada. —Todo sería más fácil en mi vida si tú nunca hubieses existido.

Soy consciente que no todo lo malo que me ha pasado tiene que ver con él o con lo que me hizo esa noche, pero de todos, haberlo conocido y amado es lo que más me duele.

Me doy la vuelta y miro la pequeña ventana entre abierta, por donde las gotas de lluvia entran sin parar mojando el piso de cemento que se encuentra en esa parte.

Todo el pasado se proyecta frente a mis ojos, especialmente ese viernes lluvioso de diciembre de hace 10 años atrás.

(…)

—Dante, ¿Qué hacemos aquí? —miro tímida la amplia habitación donde nos encontramos. —Si mi abuela se entera que vine contigo a tu casa me va a regañar.

Sonríe negando con la cabeza, mientras me pasa una toalla de mano para secarme.

—Ven, vamos a sacarte esa ropa mojada —me toma de la mano para llevarme hasta el sofá. —Te puedes refriar y perderte tu propia fiesta de cumpleaños.

—Pero solo tengo esta ropa —contesto aterrada por su propuesta.  —Además no es buena idea, alguien puede entrar y vernos.

—No te preocupes por eso, estamos solos, mis hermanos están en su curso de inglés y mis padres en el club. —insiste con una sonrisa encantadora. —¿O acaso me tienes miedo?

—No es eso, Dante, sabes que eres la única persona en quien confío plenamente, es solo que…

Me quedo callada, con la mirada fija al suelo, y apretando con fuerza mi uniforme de la escuela totalmente empapada, como si vida dependiera de eso.

«No quiero que me veas desnuda» completo en pensamientos, aunque parece captar las ideas que pasan por mi mente. Se posiciona a mi frente y me abraza, obligándome a corresponder su abrazo al colocar mis brazos alrededor de su cuello.

—Eres hermosa, Lissy, siempre te lo he dicho, ¿verdad? —susurra en mi oído, yo asiento. Dante es la única persona a parte de mi abuela que siempre me dice que soy hermosa. —Nunca debes apabullarte de tu cuerpo, porque eres única y especial. No debes sentir vergüenza de nadie, menos de mí.

—Solo tú dices eso —me siento tonta mirando sus ojos verdes y su boca que está milímetros de la mía. —Sabes que no todos me ven con esos ojos.

—Porque son unos tontos. Tú eres hermosa y especial —repite dejando un suave beso en la punta de mi nariz. Cierro los ojos para disfrutar a pleno de ese momento tan único que solo había vivido en mis sueños.

No digo nada, no porque no quiera, sino porque su cercanía me deja sin aliento. Con Dante nos conocemos desde hace exactamente tres años; cuando después de muchos intentos fallidos al fin pude conseguir una beca para terminar mi preparatoria en una escuela privada; él ha sido el único que me ha tratado con respeto desde que llegué, se convirtió inmediatamente en mi amigo, mi confidente y por supuesto, mi amor platónico.

¿Habrá alguna estudiante que no se haya enamorado de él? Es simplemente imposible ignorar su atractivo. A pesar de tener 18 años, por su porte y su altura aparenta unos cuantos años mayor, su escultural figura que mantiene a base de ejercicios y dietas estrictas es algo que no pasa desapercibido ante las miradas de todas las jovencitas de la escuela. Y no es que no me haya llamado la atención todo lo mencionado anteriormente, porque no soy ciega, pero si me encantaron sus profundos ojos verdes, que en días soleados se tornan aún más claros.

Y es que, aunado a todos esos atributos, es muy inteligente, y se esfuerza siempre por obtener las mejores notas destacándose también por ese motivo de entre los demás.

—¿Crees que no sé lo que sientes por mí? —toma mi rostro entre sus manos para mirarme fijamente.

Su declaración me toma desprevenida. No pensé que fuese demasiado obvia.

—Dante, yo…

—Ssshhh… —me calla. —No tienes que decir nada, porque yo también lo siento.

Mi corazón, que de por sí ya estaba en fallo por su roce, se empieza a acelerar como un motor viejo.

Una mezcla absurda de emociones me desborda en el momento en el que une sus labios a los míos. Ni siquiera sé qué debo hacer o cómo actuar aparte de derretirme como terrón de azúcar en sus brazos; nunca antes me habían besado y sentir la humedad de su boca mezclarse con el mío y su lengua explorando sin piedad la mía, se siente exactamente como tocar el cielo con las manos.

Pronto ese beso que comenzó suave y lleno de temor e inexperiencia, se convierte en algo más urgente y posesivo, todo su cuerpo me aprisiona con fuerza obligando al mío a encenderse con cada toque.

—Quiero hacerte mía, Lissy —jadea entre beso y beso. —Esperé este momento durante mucho tiempo, hoy que por fin cumples 18 años y ya puedo tenerte como quiero, como siempre he deseado, no debemos tener miedo de querernos.

En este momento no tengo la cordura mínima para medir el peso de sus palabras, no puedo hacerlo, solo deseo seguir sintiendo todo lo que me hace sentir, mi cuerpo y mi boca lo anhela, todo mi ser necesita de él.

Poco tiempo después ya estoy completamente desnuda frente a su cama, sus manos me recorren sin pudor alguno, su boca besa y chupa en lugares correctos donde multiplica a mil mis ansias por tenerlo y que me tenga.

Me tira a la cama y al verlo desnudarse con su mirada fija en mi cuerpo, de pronto siento temor por lo que pueda pasar. Mil posibilidades rondan mi cabeza, siento mucho miedo e inseguridad. Ningún hombre nunca me había tocado de esa forma, siempre creí que mi primera vez debía ser muy especial, planeado, con la persona correcta, de quien esté completamente segura que me ama y a quien también yo ame.

—Dante yo… no quiero —susurro con un nudo en la garganta tapando mis partes íntimas con las manos.

Se queda boquiabierto con sus ojos fijos en los míos, incrédulo de mis palabras, pero con una expresión distinta a la anterior, más fría, con indignación y coraje.

—¿Qué pasa Lissy? ¿Por qué haces eso conmigo?

No sé cómo exactamente responder a sus preguntas, solo sé que no estoy preparada para esto.

(…)

Mi celular suena y abro los ojos bruscamente, desorientada, con un dolor de cabeza palpitante.

Me miro aturdida y estoy en mi cama, aun con la ropa húmeda y el corazón roto.

«¿Por qué no solo me dejaste ir esa tarde, Dante?»

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