El anciano se volvió para mirarlo.Kian tragó saliva:—Me da la impresión de que… ¿usted cree lo que dijo Gabriela? ¿Ese tema de los gemelos?—Ella tiene pruebas sólidas —replicó Oliver, con expresión agotada.Kian presionó los labios, frustrado. De haberse atrevido a dispararle a Gabriela antes, nada de esas «pruebas» habría llegado a manos de Oliver y Carmen.—Y si fuera cierto… —prosiguió Kian—. ¿Se va a poner en contra de mi señor Álvaro?En la biografía de Álvaro, los vínculos familiares carecían de afecto genuino. Su padre, Eliseo, fingía una relación estrecha de padre e hijo, pero lo que en realidad buscaba era un sucesor perfecto. Desde pequeño obligó a Álvaro a un estilo de vida casi monástico, sin apenas juguetes, sin caricaturas y alimentándose con un menú insípido. A muy corta edad se vio inmerso en asuntos de negocios. Su madre, en un estado de locura y falta de cordura, llegó a abandonarlo en una montaña una noche de tormenta para luego quitarse la vida.El resto de parie
—Organizaré todo —afirmó Cristóbal, inclinando la cabeza en una reverencia que sonó a golpe seco contra el suelo.Santiago suspiró con amargura y, con la mano temblorosa, acarició la cabeza de su hijo:—Ojalá viva lo suficiente para ver nacer a tu criatura. Me encantaría ponerle un nombre hermoso.—Claro que sí, padre. Lo verá y lo criará —murmuró Cristóbal, con la voz teñida de esperanza.El anciano sonrió con tristeza, consciente de que sus fuerzas estaban mermadas.A la mañana siguiente, un jet privado despegó, abriéndose paso entre la densa niebla rumbo a Midred, a miles de kilómetros de distancia.***Gabriela prácticamente no pegó ojo en toda la noche. Al amanecer, cuando Laura llegó con el desayuno, la encontró de pie frente a la ventana, inmóvil.—Come algo, por favor —le pidió Laura, con voz serena.Gabriela desvió ligeramente la mirada hacia ella.—¿Murió?Laura se quedó un segundo en silencio.—Tu actitud no es nada buena para el bebé —replicó con severidad, dejando la bande
Al oírlo, Kian reaccionó sin pensárselo:—Igual, de aquella época, el jefe no le habría permitido continuar con ese embarazo…Al soltar la frase, él mismo quedó atónito. Recordaba que, poco después de la boda, Álvaro le advirtió a Gabriela que no quería hijos, y que si ella se atrevía a quedar embarazada, él se encargaría de detenerlo.Mientras lo procesaba, un escalofrío le recorrió la espalda.—Pase lo que pase, mientras el señor Álvaro siga debatiéndose entre la vida y la muerte, no vas a hacer nada contra ese niño —dictaminó Laura, dando un paso adelante con la seguridad de quien ejerce autoridad. Aunque aquello no se comentara abiertamente, Laura, como hija adoptiva de Eliseo, ocupaba una posición distinta a la de los simples subordinados.Kian frunció el ceño, notándose incómodo ante la presión que ella ejercía.Tras un breve forcejeo de voluntades, levantó las manos con fastidio y desvió la mirada:—De acuerdo, de acuerdo… No haré nada. ¿Contenta?Laura, por su parte, relajó la
—¿A dónde? ¡Pues alguien vino hasta Midred, nuestro propio territorio, con la intención de arrebatarle la esposa a otro! —bufó Carmen, soltando una risa sarcástica.Laura se sobresaltó: —¿Vino gente de Leeds?—Sí —afirmó Oliver, a punto de decirle a la joven que se quedara vigilando la UCI. Pero Laura se le adelantó:—Acompañaré a ustedes —propuso.Oliver reflexionó un momento. Aunque Laura fuera hija adoptiva de la familia Saavedra, siempre había demostrado ser reservada y efectiva. Dado lo alterada que estaba su esposa, si la reunión se ponía demasiado tensa, contaría con Laura para llevarla fuera de la escena.—Gracias —musitó, asintiendo.En el hospital de lujo, incluso las áreas comunes eran de un refinamiento inusual. Santiago aguardaba en la cafetería del lugar. Al llegar, Oliver, Carmen y Laura distinguieron primero la silueta esbelta de Cristóbal, un joven apuesto, de porte erguido y modales impecables. Para Carmen, con su estado de ánimo a flor de piel, nada de eso le importó
Laura continuaba en silencio, con la mirada alternando entre Santiago y Cristóbal. Este último no mostraba señales de sorpresa; sabía de antemano que su padre presentaría este plan.—Vemos que habla en serio, pero mi mujer y yo no tenemos la última palabra —respondió Oliver—. Alvi…Se interrumpió, sin saber cómo expresar la situación de Álvaro.Santiago no dudó en revelar sus intenciones:—No temas. Estoy al tanto de lo que pasa en su familia, y también sé que la señorita García es muy obstinada. Supongamos que Álvaro le perdone el atentado que ella cometió. ¿Acaso ella lo perdonará a él por haber asesinado a su prometido de la infancia? —preguntó con calma.El matrimonio Rojo se quedó en silencio.—Álvaro es, sin duda, el más destacado de todos los hijos de su generación. Llevo mucho tiempo siguiéndole la pista: es un prodigio de los negocios, alguien que sabe perfectamente sopesar ventajas y riesgos. Si debe elegir entre una esposa que en cualquier momento podría vengarse—¡además de
—¿De dónde saca la osadía? —continuó Carmen, sin calmar su enojo—. ¿Por ser el benjamín de la familia Zambrano en Leeds? ¡Bah!Oliver se volvió hacia Laura:—Llevas toda la noche en vela, ¿por qué no vas a descansar un poco?—Tengo una habitación reservada en el hotel de enfrente. Si surge algo, vendré de inmediato.—Perfecto.Tras marcharse Laura, el matrimonio se quedó intercambiando miradas, deteniéndose luego en los documentos que Santiago les había entregado.—¿Y entonces? —preguntó Carmen con incertidumbre.—Enviar a la chica a Leeds es preferible a que muera aquí, arriesgando la vida del bebé —suspiró él—. Por desgracia…—¿Y si Alvi no sobrevive? —murmuró Carmen, con un hilo de voz. Tenía los ojos cargados de lágrimas, recordando lo apurado que había sido estabilizarlo durante la noche, con una fiebre altísima.—Sería… consecuencia de su propia historia. De la nuestra también —respondió Oliver, muy pálido—. La mano de Sofía está detrás de la tragedia de los padres de Gabriela.A
—Gabriela… —murmuró, acercándose a ella con cautela y voz temblorosa.Apenas en ese momento, Gabriela pareció advertir su presencia. Volteó ligeramente el rostro:—¿Ya comprobaron la veracidad del video?Las manos de Carmen temblaron un poco. Asintió en silencio.—Dime, ¿no crees que fue justa mi decisión de matarlo? —soltó Gabriela con una media sonrisa carente de brillo.Su palidez era notoria, y esa risa parecía teñida de una tristeza infinita.—¡Fue Eliseo quien lo corrompió! —se apresuró Carmen a justificarse—. Desde pequeño lo empujó a todo tipo de crueldades. ¡No te imaginas las vejaciones y el tormento mental a que lo sometió…!Gabriela soltó un leve bufido. Nada más. Desvió la vista con intención de no prolongar la conversación.Pero, en realidad, la señora Rojo no había venido a convencerla de nada.—¿Podrías… contarme algo de Emiliano? —preguntó Carmen con la voz temblorosa, sentándose frente a Gabriela con los ojos anegados en llanto—. Me contaron que unos pescadores de tu
Carmen esquivó la mirada, evitando confirmar nada.—Las fiebres y pesadillas duraron casi medio año. Hasta que, quizás sintiéndose al fin un poco seguro, dejó de tenerlas con tanta frecuencia, y tampoco se enfermaba tanto durante la noche. De ahí en adelante se mostró muy sano, aunque crecía poco —Gabriela evocó ese recuerdo, y la dureza de su expresión se suavizó—. Colomba temía que fuera algo más grave y pensaba llevarlo a un hospital grande. Sin embargo, justo en ese verano pegó un estirón increíble, como un cohete.Se generó una fugaz calidez en la mirada de Gabriela. En aquel tiempo, la inapetencia la aquejaba con frecuencia y, cuando se aburría de la comida, Emiliano terminaba devorándola. Así fue como, en apenas un verano, pasó de ser el más pequeño del grupo a convertirse en el más alto.La isla era diminuta, y hasta hacía poco había tenido una escuelita de tres aulas, pero luego también cerró. El orfanato enseñaba lo básico, y si los chicos querían seguir estudiando, tenían qu