El equipo de emergencia llegó de inmediato. Con el cuerpo cubierto de sangre, Álvaro fue trasladado de urgencia a la sala de reanimación. Sus abuelos lo siguieron entre sollozos, sus rostros empapados de lágrimas.En cambio, Kian no los acompañó. Observó cómo se llevaban a Álvaro y, en lugar de seguirlos, regresó al interior de la habitación.Gabriela, deshecha, se mantenía apoyada contra la pared. Sus dedos goteaban sangre de Álvaro, que caía con lentitud al piso. Kian avanzó con pasos firmes y sacó una pistola de su cintura. Sin vacilar, la amartilló y dirigió el cañón contra ella.—¡Kian!Una figura esbelta apareció de golpe y se interpuso con los brazos extendidos para proteger a Gabriela.—¡Laura, hazte a un lado! —bramó Kian—. No importa el precio que tenga que pagar, voy a acabar con esta maldita… ¡la mataré ahora mismo!—¡La vida o la muerte de ella solo la decide el señor Álvaro! —respondió Laura con voz firme—. ¡Baja el arma de inmediato!—¡Tú no sabes nada! Aunque el jefe so
La vez que se derrumbó aquella construcción, Sr. Z fue el primero en obtener el video del desastre. Para captar un suceso tan relevante en ese momento concreto, tenía que haber sido alguien muy cercano a Álvaro. Así que, inevitablemente, la persona que lo delató fue Laura.Además, Gabriela García había notado hace tiempo que a Laura la conmovía, de un modo especial, todo lo que tuviera que ver con Cristóbal Zambrano. Por otro lado, la letra «Z» de «Sr. Z» podía aludir a la inicial de «Zambrano». En realidad, no resultaba tan difícil atar los cabos… O más bien, Cristóbal nunca había querido ocultar su identidad tan a fondo.—Ahora mismo está cerca del hospital —confesó Laura, tras un largo silencio.Gabriela se enderezó con lentitud:—Lamento si interrumpí tu cita.—No era una cita —negó Laura.Gabriela la miró sin mucha emoción.—Laura, te pido que no le cuentes nada de esto a Cristóbal. Él debe seguir con su vida.—¿Crees que podrás ocultárselo? —respondió Laura, con los ojos llenos d
Al otro lado de la línea se hizo un silencio punzante. El silencio en sí mismo se convirtió en una confirmación.—¿También sabías cómo murió Emiliano? —prosiguió Laura—. ¿O sigues creyendo esa versión de que se ahogó por accidente mientras salvaba a alguien?—Hasta donde sé, fue un accidente… —repuso Cristóbal, con el tono lleno de dudas.Laura guardó unos segundos de silencio:—Cris, regresa a Leeds, tu padre planea dividir el patrimonio y quiere darte una parte. Por eso te está buscando un matrimonio adecuado. Hazle caso…—¿Qué está pasando? ¿Dónde está Gabriela? ¡Si me lo ocultas, voy ahora mismo a buscarla! —la interrumpió Cristóbal, con una urgencia patente en la voz.—¿Tanto la quieres? —cuestionó Laura, con incredulidad.Se oyó un rumor de viento y la respiración agitada de Cristóbal al otro lado.—Sí —contestó, sin titubear.—Llevan apenas dos meses conociéndose. ¿De verdad crees saberlo todo sobre ella…? —comenzó Laura, pero Cristóbal no la dejó terminar.—Me enamoré de ella h
—Dr. Vargas, ¿cómo está mi Alvi? Usted es un gran especialista; seguro que ya está fuera de peligro, ¿no? —sollozó Carmen, con la mirada angustiada y el rostro cubierto de lágrimas.—Señora, la operación resultó exitosa, pero el señor Álvaro sigue en estado crítico. Estas próximas 48 horas serán decisivas —explicó el director de la clínica, Simón Vargas—. La puñalada estuvo a milímetros de atravesar zonas vitales; si hubiera entrado un poco más profunda o con un ángulo distinto, ni el mejor doctor del mundo habría podido salvarlo.—Les estamos muy agradecidos —respondió Oliver, tratando de mantener la compostura.Después de unas cuantas indicaciones más, el Dr. Vargas regresó a quirófano. Al cabo de media hora, trasladaron a Álvaro directamente a la UCI.A las afueras de la UCI, Carmen y Oliver se sentaron en unos asientos fríos, con los nervios a flor de piel. Kian se puso delante de ellos.—Habla —pidió Carmen, alzando la vista con inconfundible seriedad—. ¿Por qué Gabriela apuñaló a
Mientras tanto, Gabriela se encontraba sumida en un sueño largo y lleno de pesadillas. Una y otra vez, revivía aquella noche en la que secuestraron a Álvaro. El secuestrador estaba a punto de descargar un golpe mortal sobre él, y ella se convencía de que, si realmente era el asesino de Emiliano, tal vez merecía ese destino… Sin embargo, al final, como siempre, salía corriendo para protegerlo, recibiendo en su propio cuerpo ese impacto letal.Era como si su espíritu no aceptara otro desenlace. En un ciclo constante y agobiante, el sueño la hacía sentir el dolor punzante de la herida una y otra vez. Hasta que finalmente, en una de esas repeticiones, se detuvo. Permitiendo que el golpe diera de lleno en la cabeza de Álvaro.Él la miró con desconcierto, la sangre y las lágrimas cubriéndole el rostro.—¿De verdad ni un poquito me quieres? ¿Nada?De la oscuridad a sus espaldas emergieron manos pálidas, casi fantasmales, que lo sujetaron con fiereza. Con los ojos llenos de sufrimiento, siguió
«Mal asunto», pensó en un segundo.El video era breve y pronto llegó a su fin.—¿De dónde sacaste esto? —preguntó Carmen, pasmada, fijando la mirada en Gabriela—. ¿Quién te lo dio?—Fue Mattheo —respondió Gabriela, con los ojos empañados. Acto seguido, se burló con una sonrisa amarga—. Por cierto, también lo maté. Le propiné nueve puñaladas, porque el nueve era el número de la buena suerte de mi Emiliano. Con Álvaro tan solo pude asestar una. Lástima que Kian no demorara un poco más.—¡Imposible! —Carmen dio un respingo, entre la angustia y la indignación.—Con la IA de hoy en día, se puede falsificar cualquier tipo de video —argumentó Laura con dureza—. Mattheo habría hecho lo que fuera por ver a Álvaro muerto y hundido. Ni dudaría en montar una farsa como esta.Aunque la reputación de Álvaro ante el público no era buena—con rumores de que ni la familia se salvaba de su ferocidad—, Laura conocía bien la forma de actuar de su jefe. Álvaro podía ser despiadado, sí, pero tenía sus propio
Gabriela se quedó inmóvil, sin fuerza para eludir ese contacto, pero, al final, Carmen no pudo reunir el valor de posarle las manos encima.—¿Cómo llegamos a esto? —gimió la mujer, derrumbándose en sollozos incontenibles.En días recientes, a Carmen le venía mucho a la memoria la escena de cuando Gabriela García llegó a Midred. Su buen amigo Octavio ya estaba muy enfermo, y tanto ella como Oliver habían ido personalmente al aeropuerto para recibir a esa muchacha. Pese a haber visto fotos de Gabriela, quedarse frente a ella y descubrir lo hermosa que era la dejó tan sorprendida que casi sintió derretirse de ternura. Se puso a pensar de inmediato en las joyas que había comprado en su juventud, valorando cuáles le vendrían mejor a la joven. Terminó decidiendo que, si no eran de su estilo, bastaría con guardarlas como herencia y ya vería después cuáles podrían renovarse o adquirirse nuevas.Al año siguiente, falleció Eliseo Saavedra, el padre de Álvaro. Carmen lo odiaba por todo el daño qu
Pues, al fin y al cabo, ella también era en parte víctima de los hechos.Al salir, halló a Kian inmóvil en el pasillo, como si fuera una estatua.—Laura llevó a la señora Carmen a descansar; también pedí a un médico de guardia por si ella se altera. Además, hice que el cocinero de la casa preparara un caldo nutritivo —relató Kian, apurando su informe.Oliver lo miró con frialdad. De ser cierta la teoría de la suplantación de gemelos y el asesinato de Emiliano, se preguntaba cuál habría sido la implicación de Kian en todo ello. ¿Estuvo involucrado desde el principio?—Has estado mucho tiempo trabajando con Alvi, ¿no es así? —inquirió el anciano.Kian vaciló, para luego contestar con aparente rapidez de ingenio:—No del todo. Pasé la mayor parte de mi carrera sirviendo a Eliseo Saavedra. Tenía cierto manejo de información, así que me encargaba de tareas de inteligencia. Cuando el señor Álvaro volvió al país, Eliseo me asignó como chofer. Y cuando falleció Eliseo, simplemente me quedé al