Mientras tanto, Gabriela se encontraba sumida en un sueño largo y lleno de pesadillas. Una y otra vez, revivía aquella noche en la que secuestraron a Álvaro. El secuestrador estaba a punto de descargar un golpe mortal sobre él, y ella se convencía de que, si realmente era el asesino de Emiliano, tal vez merecía ese destino… Sin embargo, al final, como siempre, salía corriendo para protegerlo, recibiendo en su propio cuerpo ese impacto letal.Era como si su espíritu no aceptara otro desenlace. En un ciclo constante y agobiante, el sueño la hacía sentir el dolor punzante de la herida una y otra vez. Hasta que finalmente, en una de esas repeticiones, se detuvo. Permitiendo que el golpe diera de lleno en la cabeza de Álvaro.Él la miró con desconcierto, la sangre y las lágrimas cubriéndole el rostro.—¿De verdad ni un poquito me quieres? ¿Nada?De la oscuridad a sus espaldas emergieron manos pálidas, casi fantasmales, que lo sujetaron con fiereza. Con los ojos llenos de sufrimiento, siguió
«Mal asunto», pensó en un segundo.El video era breve y pronto llegó a su fin.—¿De dónde sacaste esto? —preguntó Carmen, pasmada, fijando la mirada en Gabriela—. ¿Quién te lo dio?—Fue Mattheo —respondió Gabriela, con los ojos empañados. Acto seguido, se burló con una sonrisa amarga—. Por cierto, también lo maté. Le propiné nueve puñaladas, porque el nueve era el número de la buena suerte de mi Emiliano. Con Álvaro tan solo pude asestar una. Lástima que Kian no demorara un poco más.—¡Imposible! —Carmen dio un respingo, entre la angustia y la indignación.—Con la IA de hoy en día, se puede falsificar cualquier tipo de video —argumentó Laura con dureza—. Mattheo habría hecho lo que fuera por ver a Álvaro muerto y hundido. Ni dudaría en montar una farsa como esta.Aunque la reputación de Álvaro ante el público no era buena—con rumores de que ni la familia se salvaba de su ferocidad—, Laura conocía bien la forma de actuar de su jefe. Álvaro podía ser despiadado, sí, pero tenía sus propio
Gabriela se quedó inmóvil, sin fuerza para eludir ese contacto, pero, al final, Carmen no pudo reunir el valor de posarle las manos encima.—¿Cómo llegamos a esto? —gimió la mujer, derrumbándose en sollozos incontenibles.En días recientes, a Carmen le venía mucho a la memoria la escena de cuando Gabriela García llegó a Midred. Su buen amigo Octavio ya estaba muy enfermo, y tanto ella como Oliver habían ido personalmente al aeropuerto para recibir a esa muchacha. Pese a haber visto fotos de Gabriela, quedarse frente a ella y descubrir lo hermosa que era la dejó tan sorprendida que casi sintió derretirse de ternura. Se puso a pensar de inmediato en las joyas que había comprado en su juventud, valorando cuáles le vendrían mejor a la joven. Terminó decidiendo que, si no eran de su estilo, bastaría con guardarlas como herencia y ya vería después cuáles podrían renovarse o adquirirse nuevas.Al año siguiente, falleció Eliseo Saavedra, el padre de Álvaro. Carmen lo odiaba por todo el daño qu
Pues, al fin y al cabo, ella también era en parte víctima de los hechos.Al salir, halló a Kian inmóvil en el pasillo, como si fuera una estatua.—Laura llevó a la señora Carmen a descansar; también pedí a un médico de guardia por si ella se altera. Además, hice que el cocinero de la casa preparara un caldo nutritivo —relató Kian, apurando su informe.Oliver lo miró con frialdad. De ser cierta la teoría de la suplantación de gemelos y el asesinato de Emiliano, se preguntaba cuál habría sido la implicación de Kian en todo ello. ¿Estuvo involucrado desde el principio?—Has estado mucho tiempo trabajando con Alvi, ¿no es así? —inquirió el anciano.Kian vaciló, para luego contestar con aparente rapidez de ingenio:—No del todo. Pasé la mayor parte de mi carrera sirviendo a Eliseo Saavedra. Tenía cierto manejo de información, así que me encargaba de tareas de inteligencia. Cuando el señor Álvaro volvió al país, Eliseo me asignó como chofer. Y cuando falleció Eliseo, simplemente me quedé al
El anciano se volvió para mirarlo.Kian tragó saliva:—Me da la impresión de que… ¿usted cree lo que dijo Gabriela? ¿Ese tema de los gemelos?—Ella tiene pruebas sólidas —replicó Oliver, con expresión agotada.Kian presionó los labios, frustrado. De haberse atrevido a dispararle a Gabriela antes, nada de esas «pruebas» habría llegado a manos de Oliver y Carmen.—Y si fuera cierto… —prosiguió Kian—. ¿Se va a poner en contra de mi señor Álvaro?En la biografía de Álvaro, los vínculos familiares carecían de afecto genuino. Su padre, Eliseo, fingía una relación estrecha de padre e hijo, pero lo que en realidad buscaba era un sucesor perfecto. Desde pequeño obligó a Álvaro a un estilo de vida casi monástico, sin apenas juguetes, sin caricaturas y alimentándose con un menú insípido. A muy corta edad se vio inmerso en asuntos de negocios. Su madre, en un estado de locura y falta de cordura, llegó a abandonarlo en una montaña una noche de tormenta para luego quitarse la vida.El resto de parie
—Organizaré todo —afirmó Cristóbal, inclinando la cabeza en una reverencia que sonó a golpe seco contra el suelo.Santiago suspiró con amargura y, con la mano temblorosa, acarició la cabeza de su hijo:—Ojalá viva lo suficiente para ver nacer a tu criatura. Me encantaría ponerle un nombre hermoso.—Claro que sí, padre. Lo verá y lo criará —murmuró Cristóbal, con la voz teñida de esperanza.El anciano sonrió con tristeza, consciente de que sus fuerzas estaban mermadas.A la mañana siguiente, un jet privado despegó, abriéndose paso entre la densa niebla rumbo a Midred, a miles de kilómetros de distancia.***Gabriela prácticamente no pegó ojo en toda la noche. Al amanecer, cuando Laura llegó con el desayuno, la encontró de pie frente a la ventana, inmóvil.—Come algo, por favor —le pidió Laura, con voz serena.Gabriela desvió ligeramente la mirada hacia ella.—¿Murió?Laura se quedó un segundo en silencio.—Tu actitud no es nada buena para el bebé —replicó con severidad, dejando la bande
Al oírlo, Kian reaccionó sin pensárselo:—Igual, de aquella época, el jefe no le habría permitido continuar con ese embarazo…Al soltar la frase, él mismo quedó atónito. Recordaba que, poco después de la boda, Álvaro le advirtió a Gabriela que no quería hijos, y que si ella se atrevía a quedar embarazada, él se encargaría de detenerlo.Mientras lo procesaba, un escalofrío le recorrió la espalda.—Pase lo que pase, mientras el señor Álvaro siga debatiéndose entre la vida y la muerte, no vas a hacer nada contra ese niño —dictaminó Laura, dando un paso adelante con la seguridad de quien ejerce autoridad. Aunque aquello no se comentara abiertamente, Laura, como hija adoptiva de Eliseo, ocupaba una posición distinta a la de los simples subordinados.Kian frunció el ceño, notándose incómodo ante la presión que ella ejercía.Tras un breve forcejeo de voluntades, levantó las manos con fastidio y desvió la mirada:—De acuerdo, de acuerdo… No haré nada. ¿Contenta?Laura, por su parte, relajó la
—¿A dónde? ¡Pues alguien vino hasta Midred, nuestro propio territorio, con la intención de arrebatarle la esposa a otro! —bufó Carmen, soltando una risa sarcástica.Laura se sobresaltó: —¿Vino gente de Leeds?—Sí —afirmó Oliver, a punto de decirle a la joven que se quedara vigilando la UCI. Pero Laura se le adelantó:—Acompañaré a ustedes —propuso.Oliver reflexionó un momento. Aunque Laura fuera hija adoptiva de la familia Saavedra, siempre había demostrado ser reservada y efectiva. Dado lo alterada que estaba su esposa, si la reunión se ponía demasiado tensa, contaría con Laura para llevarla fuera de la escena.—Gracias —musitó, asintiendo.En el hospital de lujo, incluso las áreas comunes eran de un refinamiento inusual. Santiago aguardaba en la cafetería del lugar. Al llegar, Oliver, Carmen y Laura distinguieron primero la silueta esbelta de Cristóbal, un joven apuesto, de porte erguido y modales impecables. Para Carmen, con su estado de ánimo a flor de piel, nada de eso le importó