Pero la joven subió al coche por el lado contrario sin dudarlo.En Isla Mar de Cristal, la pesca había sido durante mucho tiempo la principal actividad económica.Gabriela recordaba el caso de un chico que, en su primer día de pesca, capturó un cangrejo enorme. Mientras presumía su hallazgo, el animal lo pellizcó con fuerza y le causó una herida grave.Él no le dio importancia; simplemente la enjuagó con agua y siguió con su vida.Días después, se infectó la zona; lo llevaron al hospital de urgencia y le amputaron la mano, pero ni así pudieron salvarlo.Desde entonces, cada vez que Gabriela comía mariscos, Emiliano se encargaba de quitar las conchas y demás, para que ella solo tuviera que disfrutar la carne.Ante tal antecedente, Gabriela temía que Álvaro no fuera a darle la debida atención a la herida. Una infección sería fatal.El auto apenas había avanzado unos minutos cuando Álvaro, quejándose de mareo, se recostó con un aire casi «frágil» y dejó caer la cabeza en el regazo de Gabr
Gabriela lo miró de reojo.La expresión de Álvaro, algo afligida, casi la hizo sentirse culpable por haber sospechado que lo hacía a propósito.Sin decir palabra, presionó nuevamente el botón del elevador y entró.Álvaro, con la cabeza gacha, la siguió.Los ojos de Gabriela se posaron discretamente en la mano lastimada de él.Estaba más que claro: creer que Álvaro era Emiliano seguía siendo parte de sus delirios.Todo se debía a aquel aroma idéntico de la paella de mariscos, esa leve chispa de esperanza que uno agarra cuando está desesperado.Pero lo falso no deja de ser falso.Y por más que uno busque pruebas una y otra vez, al final, todo sigue siendo mentira.Ella misma se sentía ridícula:parte de su mente seguía lúcida, mientras la otra parte enloquecía, una dualidad que la hacía sentir como una payasa.***Lo que pasó con Teresa no tardó en difundirse entre su círculo social.Aquellas personas que habían hablado mal de Gabriela o que habían molestado a Cintia empezaron a temer po
—¿Y por qué no puede ser que Álvaro se haya enamorado de Gabriela?La mirada de todos se volcó hacia el celular, donde aparecía una fotografía tomada en el hospital, apenas hacía un rato.Se veía a Álvaro de pie, recargado en Gabriela, mientras ella escuchaba seriamente a la enfermera.Aunque Gabriela prestaba atención a lo que le decían, mantenía su mano alrededor de la cintura de Álvaro, casi como protegiéndolo.Cualquiera que viera esa imagen pensaría que eran una pareja muy unida.—¿Cómo va a ser eso posible? —exclamó uno, atónito.Por alguna razón, Leandro, al ver las caras de espanto de sus compañeros, sintió una satisfacción inesperada y bastante placentera.—¿Por qué no podría ser posible? —comentó Leandro, llevándose de nuevo el teléfono—. Díganme, ¿han visto a alguna mujer más hermosa que Gabriela? Ella no solo es bonita, también es valiente. ¿Quién de sus parejas estaría dispuesta a arriesgar la vida por ustedes? Y además de valiente, es dulce. Todos hemos visto cómo trata a
Concha, tras recibir cuidados médicos, se había recuperado bastante y había sido dada de alta un par de días antes, para volver al orfanato.Desde que ocurrió aquel incidente, habían sustituido a todo el personal, desde la dirección hasta los cuidadores, por un equipo más profesional.Nada más bajar del auto, Gabriela notó lo distinto que se veía todo. El cambio era tan impresionante que la dejó sorprendida.Volteó a mirar a Álvaro, quien le sonrió y dijo:—Concha te está esperando. Adelante.Gabriela avanzó hacia el interior y vio a varios voluntarios vestidos con chalecos rojos. La maestra que salió a recibirlos, con una amplia sonrisa, les comentó:—Ahora vienen tantos solicitantes para ser voluntarios, que tenemos que pedirles su currículum y hacer un filtro. Y la gran mayoría son fans del señor Hans.Gabriela asintió levemente. Lo importante era que cada vez más personas pusieran atención en estos niños, pues solo así mejorarían sus condiciones.No habían pasado ni unos minutos cu
—Es complicado opinar —musitó una maestra que casi nunca hablaba, mientras arrugaba un poco la boca—. Pero, después de enterarme de todo el chisme, sigo pensando lo mismo que algunos de esos comentarios en redes sociales: ¡ese hombre debería quedarse amarrado con su amante! ¿Pues cómo no? ¡¿Quién no ve lo increíble que es la maestra García?! ¡Si desde que era apenas una adolescente, ya se llevaba todos los premios de ballet que podía encontrar! Tiene un talento extraordinario, es guapísima… ¿y ese patán se cree con derecho a algo? ¡Por favor!Normalmente, aquella maestra era de las que pasaban desapercibidas, calladita.¿Quién iba a imaginar que, en este momento, se pondría tan apasionada con sus reclamos?Las demás compañeras, asustadas de que hablara más de la cuenta, corrieron a taparle la boca y la arrastraron hacia el salón de actividades.—¡Oye, por lo que más quieras! ¡¿Cómo se te ocurre decir algo así tan en voz alta?! ¡Ese hombre es el mismísimo demonio en persona! —dijo una d
Tras unos momentos de abrazo, Gabriela notó que Concha llevaba algo nuevo en el oído.Al ver que ella se dio cuenta, Concha se separó con una sonrisa y se alejó unos pasos. Estaba un tanto nerviosa, pero al mismo tiempo se notaba la emoción en su mirada.—Ma… maestra García… ¡Fe…liz Año… Nue…vo!Su pronunciación no era perfecta, apenas lograba articular los sonidos de forma aproximada.Sin embargo, se notaba que había practicado muchísimo.Gabriela se sorprendió gratamente.En ese instante, algo le vino a la mente y giró la cabeza por reflejo.Encontró a Álvaro apoyado contra el marco de la puerta, observándola con una expresión de orgullo. Al ver que Gabriela lo miraba, él arqueó ligeramente las cejas y le hizo una seña muy simple con la mano:"Una sorpresa."Gabriela parpadeó, algo aturdida, pero en seguida regresó su atención a Concha.Entonces la llamó con la mano.Concha, con las mejillas encendidas, corrió de nuevo hacia ella.Gabriela la rodeó con los brazos y, acercándose a su
Desafortunadamente, Gabriela lo descubrió.—¿En serio, gran CEO Saavedra? ¿Peleándote con los niños del orfanato por un pedazo de pastel? ¡Vaya ocurrencia…! —dijo Gabriela, sin saber si reír o enfadarse.Concha, que tenía la cara llena de harina y cubría su boca desdentada (le faltaban dos dientes), lanzó una risita burlona mientras miraba a Álvaro.Al final, Álvaro no se llevó el pastel.Porque Gabriela le prometió que para la víspera de Año Nuevo haría uno fresco.Solo entonces él, ya de mejor humor, decidió soltarlo.Después del almuerzo.Gabriela se quedó enseñándoles pasos básicos de baile a los pequeños que se le pegaban, ansiosos por aprender.Cuando ella daba un par de movimientos, así fuera de manera casual, seguía luciendo tan grácil que parecía flotar.Álvaro, que antes se sentía bastante complacido, notó su danza y de pronto su ánimo decayó un poco.Al observarla moverse, se llenó de arrepentimiento.Llevaban más de tres años de casados, y en cada función que ofrecía Gabrie
En ese instante, Álvaro sintió que por fin lo comprendía todo y, al mismo tiempo, estaba decidido a dejar atrás sus dudas.Si de verdad quería recuperar a Gabriela, debía estar dispuesto a ceder y a sacrificar algunas cosas.Y cualquier cosa que tuviera que hacer en pos de ella no se comparaba con todo lo que Gabriela había soportado por su causa durante estos últimos tres años.Por eso, eligió volverse inmune a todo lo que estuviera relacionado con Cristóbal.Si ella, embarazada, no tenía mucho apetito, pero quería comer justo esos fideos, entonces él se encargaría de que siempre hubiera suficientes por si los antojaba.Concha y Álvaro se chocaron los puños.Tal vez porque ningún otro niño se acercó a jugar con Álvaro, él se veía un poco desanimado. Concha se quedó un ratito a su lado, aunque sus ojos no dejaban de seguir a Gabriela.Álvaro, al darse cuenta, le dio un suave empujoncito en la espalda.—No hace falta que me acompañes, niña. Ve con la maestra García a divertirte.Concha