El ceño de Álvaro se frunció.Después de que encontraron a Gabriela, muchas personas, incluido él, habían presenciado cómo Gabriela se defendía de las provocaciones de Noelia, a veces con demasiada fuerza.Álvaro, como siempre, solo creía en lo que veía con sus propios ojos."Debes estar agotado", dijo Gabriela con desdén, rodando los ojos.El auto se detuvo frente a la casa.Gabriela ya no tenía interés en discutir el pasado con Álvaro.No quería dar la impresión de que le importaba más de lo necesario.Abrió la puerta y salió del coche sin esperar.Álvaro cerró los ojos por un momento y, sin perder tiempo, salió tras ella.Había pasado un mes desde la última vez que Gabriela estuvo en Casa Rojo, cuando su visita terminó con Carmen ingresada en el hospital.El mayordomo, al verla, no pudo ocultar una expresión de incomodidad en sus ojos.Gabriela, a su vez, no mostró ninguna amabilidad.Sin detenerse a saludar, se dirigió directamente hacia la sala.No había avanzado mucho cuando Álva
—Señora, por favor cálmese —intervino Leandro, tratando de mediar—. Quedamos en hablar tranquilamente con Álvaro, ¿no es cierto?Luego, se volvió hacia Álvaro con una sonrisa incómoda.—Álvaro…—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Álvaro, su mirada fija y severa en Leandro.Leandro se encogió de hombros, tratando de aparentar naturalidad.—Vine a traerle un regalo a la doña Carmen. Cuando llegué, ellos ya estaban aquí.—¿Qué importa lo que hace Leandro aquí? —Oliver alzó la voz, interrumpiendo—. Primero resolvamos lo importante.Las palabras de Oliver estaban cargadas de frustración.Los García habían sido inconsistentes en los últimos días. Un momento decían que Gabriela era el único vínculo vivo con su hermano Luis y debía protegerse.Ahora, de repente, pedían su cabeza.Por respeto a la salud frágil de Noelia, Oliver contenía su enojo, pero en el fondo estaba profundamente molesto.Sabía que toda esta situación tenía como raíz las acciones de su propio nieto.Álvaro dirigió una mirada a K
Su respiración se volvió pesada, su pecho subía y bajaba con una intensidad creciente.—¡Estoy intentando cambiar! —su voz retumbó en la sala, un grito que parecía provenir de las profundidades de su alma—. Estoy tratando, maldita sea, pero tú… ¿cómo puedes ser tan cruel? ¿Ni una sola oportunidad me darías?Gabriela lo miró con esa misma expresión distante. Ni odio, ni enojo, solo un abismo de indiferencia.Álvaro era un hombre orgulloso.Había crecido siendo el centro del universo, siempre admirado y respetado. La única adversidad real en su vida había sido la muerte de su padre y aquellos años de oscuridad que le siguieron.Pero ahora, aquí estaba, suplicando a alguien que no solo no lo escuchaba, sino que parecía disfrutar reduciéndolo a nada.—Si quieres cargar con esta culpa —murmuró, acercándose a su oído, su tono bajo y venenoso—, entonces serás la dueña de esa carga. Pero mientras insistas, yo tampoco te soltaré. ¿Crees que esto es como hace tres años? ¿Qué Oliver puede detener
Con un movimiento instintivo, Gabriela logró zafarse de su agarre y corrió a refugiarse detrás de Carmen.Álvaro se detuvo, aturdido. Su rostro se mantuvo inexpresivo, pero sus ojos estaban cargados de una tormenta contenida. Observó a Gabriela, claramente asustada, buscando refugio en otra persona.Carmen, recordando los horrores que vivió su propia hija cuando fue encerrada y sometida, extendió los brazos protectores frente a Gabriela.—Álvaro —dijo con firmeza—, Noelia no parece estar en condiciones. Ve y arregla las cosas con ella primero. Mientras tanto, Gabriela se quedará aquí, en la casa.Álvaro apretó los dientes, incapaz de ocultar su frustración.—¡Noelia! —exclamó Ivana desde el otro lado de la sala.Al parecer, Noelia había revisado el mensaje en su teléfono. De repente, sin previo aviso, su cuerpo se desplomó, cayendo inconsciente.Ivana soltó un grito desgarrador, esta vez lleno de genuina desesperación.En cuestión de minutos, Álvaro había cargado a Noelia y la llevó de
—No tengas miedo, querida. No tengas miedo —dijo Carmen, con la voz quebrada. Su corazón parecía romperse en mil pedazos.Recordaba perfectamente el día en que recuperaron a su hija de aquel infierno.Su cuerpo estaba cubierto de moretones, algunos recientes, otros que ya iban sanando.El malnacido que la había maltratado tuvo el descaro de justificarlo diciendo que eran accidentes, que ella misma se los había causado.—Quédate conmigo, mi niña. Te protegeré. ¡No voy a permitir que vuelva a ponerte un dedo encima! —Carmen declaró con determinación, apretando los puños como si se preparara para enfrentarse al propio Álvaro.Gabriela la miró con calma y respondió en lenguaje de señas:"Solo quiero que todo esto termine pronto. Por favor, ayúdenme a divorciarme."Carmen se giró hacia su esposo, buscando su apoyo.El rostro de Oliver estaba inescrutable, difícil de leer.Tras unos segundos de reflexión, su mirada se posó de nuevo en Gabriela.—Gabriela —dijo con voz grave—, ¿es cierto que
Tanto Octavio como los Rojo habían sabido de Emiliano.Sin embargo, era un huérfano, alguien cuya muerte había pasado desapercibida.Nadie le dio importancia, e incluso impusieron un silencio estricto para evitar cualquier tipo de chisme.Y cuando Gabriela mostró interés por Álvaro, nadie volvió a mencionar a Emiliano.Era fácil descartar la situación como un episodio juvenil de amor pasajero.¿Quién iba a imaginar que, tres años después, el nombre de Emiliano volvería a surgir, trayendo consigo un impacto tan devastador para la familia Rojo?***En el hospital.Cuando Noelia despertó, ni Iker ni Ivana estaban en la habitación.El sol se deslizaba hacia el horizonte, tiñendo todo con un tenue resplandor anaranjado.Álvaro estaba sentado junto a su cama. La cálida luz del atardecer bañaba su figura, pero sus ojos, que solían tener una suavidad característica, ahora estaban vacíos, carentes de emoción mientras la observaban.—¿Despertaste? —preguntó con voz calmada, pero distante.Noelia
—No importa —respondió Álvaro con la misma serenidad.Era como si, tras una tormenta que lo hubiera arrasado todo, él finalmente se hubiese rendido, aceptando las ruinas que quedaron de su propia resistencia.—Noelia, no hay vuelta atrás. Ella ya es una parte de mí. No puedo, ni quiero, desprenderme de Gabriela.—¡Pero ella ya no te quiere! —Noelia lloraba, desesperada, tratando de aferrarse a cualquier palabra que lo hiciera reaccionar—. ¡Te ha humillado, Álvaro! Tú rompiste tus promesas por ella, sacrificaste tu orgullo. ¿Y qué hizo ella? ¡Se revolcó con otro hombre! ¡Te dejó como un idiota delante de todos! ¡Te trata como basura, como si no valieras nada! ¡No lo merece!Esperaba que esas palabras lo enfurecieran, que lo sacaran de su inexplicable devoción.Pero Álvaro no reaccionó como ella había imaginado.Se quedó en silencio por un momento, como si meditara cada una de sus emociones.—Ella solo… está molesta conmigo.Noelia soltó una carcajada amarga, incrédula ante lo que acabab
Noelia había apostado todo por ese bebé, confiando en que ganaría.Pero ahora, sentía un pánico profundo, un miedo desesperado que la dejaba completamente desorientada.Álvaro, al parecer, ya había dicho todo lo que tenía que decir y se dio la vuelta para irse.Noelia trató de levantarse para seguirlo, pero su cuerpo aún estaba débil, y terminó cayendo al suelo, con una torpeza que solo intensificó su miseria.—¡Alvi! ¡Sé que cometí un error! ¡Seré obediente, de verdad! ¡No me dejes!Álvaro, que ya estaba casi en la puerta, se detuvo.Noelia, al ver que se quedaba quieto, pensó que tal vez, en el fondo, Álvaro no podía ser tan cruel con ella. Algo en su corazón revivió una chispa de esperanza.Álvaro se giró lentamente, observando a Noelia desde su posición elevada, su mirada completamente distante.—¿Dónde está su collar?Noelia se quedó en silencio, atónita.¿No decía que no podía ser tan cruel? ¿Ahora solo le importaba ese collar de mierda?—¿Sabes, Alvi? —Noelia comenzó a reír de u