Capítulo 100
Toda la ira que sentía por haber sido dejado en el aeropuerto se desvaneció de inmediato.

¡Olvidó por completo cualquier castigo o reprimenda!

—Lo siento… —susurró, mientras la abrazaba con ternura.

Gabriela, como una pequeña criatura herida, sollozaba suavemente en sus brazos, hasta que poco a poco volvió a quedarse dormida.

Concha se despertó frotándose los ojos.

Al levantar la cabeza, vio a un hombre que le resultaba vagamente conocido, abrazando a la maestra García y dándole suaves palmadas en la espalda para consolarla.

Abrió los ojos de par en par.

Álvaro puso el índice en sus labios, indicándole a Concha que no hiciera ruido.

De inmediato recordó que la pequeña era sorda.

La última vez, Gabriela había recibido un golpe con un ladrillo por salvarla a ella.

Concha miró a Álvaro con desconfianza. Lentamente, comenzó a mover su mano para apretar el botón de llamada a la enfermera.

Álvaro, al darse cuenta, suspiró con resignación.

Empezó a hablar en lenguaje de señas: "Soy su esposo.
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