– Olivia…
– Alejandro – me giro rápidamente para verlo, está despierto, se ve cansado, terriblemente golpeado, pero por fin después de quince días ha despertado.– Cálmate, no te esfuerces. Ya llamo a las enfermeras.Entra una, dos enfermeras. Luego la doctora, lo examinan y regulan sus medicamentos. Alejandro me observa y observa el niño que llevo en mis brazos y él admira con atención todo lo que sucede frente a él.– ¿Por qué no me habías dicho? – pregunta, su voz se escucha forzada, como si le costada mucho hablar.– Lo siento, no hables. Por favor, sé que me equivoqué y espero que me perdones por ello. Yo… yo tenía miedo.– ¡Papi! ¿Jugamos? – le pide Martín a Alejandro.– En este momento papi no puede. Tiene que descansar.– ¿Esto es tuyo? – le pregunta Alejandro a su pequeño, las lágrimas salen de sus ojos sin poderlo controlar.Martín asiente y se restriega los ojos.– Deberían ir a descansar. Yo… nQuerido, lector. Un millón de gracias por el tiempo que le dedicaron a mi historia, espero los hubiese llenado de sabor en su vida, y que hubiesen aprendido al menos que el cardamomo y la cúrcuma no se deben mezclar. (Es broma) “Si le pones sazón y calor a la vida, tendrá un mejor sabor” Les dejo mi IG @escritorjennyfersanchezr para que sigan mis otras historias aquí mismo en Buenovela, y si tienen más preguntas de este libro y personajes no duden en escribirme. Un abrazo gigante.
Los ruidos de los trastes, los platos, las cucharas chocando contra el metal. Más adelante como cae la carne en la parrilla caliente y realza esos olores perfectos. Todos se mueven rápido, de un lugar a otro. — ¿Qué pasó con mi filete para la nueve? — grita Alejandro.— Tres segundos, chef — le contesta gritando Mauricio del otro lado de la cocina, corriendo de lado a lado con otros tres cortes de carne y dos platos sobre su ante brazo para poner los filetes listos.Mientras tanto yo revuelvo en la cacerola una salsa de frutos rojos para el salmón. — Un salmón para la quince y otro para la cuatro — me grita. — Sí, chef — le contesto fuerte y claro para que me escuche en medio de todo el ruido. Dejo la cacerola a fuego medio, me muevo entre estaciones para tomar el salmón, dos trozos de iguales proporciones, jugoso, con un color y olor perfecto. Lo pongo a la parrilla, el sonido hace que me haga agua la boca. El olor empieza a salir, dulce y suave. <
Me siento afuera en la escalinata del edificio contiguo al hotel, cansada, las piernas no me dan más. Llevo dos trozos de salmón en una caja de cartón para Emily y para mí, siempre nos vamos comiendo en el taxi camino a casa.— ¿Esperas un taxi? — escucho su voz ronca con su acento español marcado acercándose de a poco a mí.— Sí, chef — le contesto de manera automática. — ¿Puedo llevarte? — alza en su mano un casco de motocicleta. Me volteo a mirarlo con ganas de plantarle un solo grito. Después de la noche anterior cómo viene a hablarme como si fuéramos los mejores amigos.— No, chef. Gracias — giro mi mirada en busca de Emily. ¿Por qué tarda tanto esa mujer?— ¿Hay algo que te moleste, Olivia? — dice de la manera más tranquila y natural, como si todo se le hubiese olvidado ya. Se baja de su motocicleta para acercarse más a mí.— No, chef — prefiero mentirle, que llegue el maldito taxi ya y que Emily salga de una buena vez. ¿¡Po
— Buenos tardes, Olivia — dice Alejandro sin siquiera voltear a verme por estar sumergido en un libro de recetas, me sobre salto por el hecho de que supiera que era yo sin siquiera mirarme.— Buenas tardes, Chef — miro para todos lados y estamos solos. Él ya está vestido con su impecable uniforme blanco, de pies a cabeza. — ¿Has pasado buena noche? — levanta un poco su azul mirada y la clava en la mía.— Magnifica — le miento, caer rendida en la cama sin siquiera cambiarte no es la noche ideal para mí. — Entiendo… — responde molesto. Poniéndome de mal humor a mí también. Por fortuna van entrando uno a uno los demás chicos en la cocina. Nos echa un vistazo a todos como haciendo un conteo antes de empezar a hablar. En ese momento entra un hombre alto, de traje muy elegante y fino, cabello y ojos oscuros. Con una mirada terriblemente feroz, aterradora y creo saber quién es y el por qué Emily estaba tan aterrada. Alejandro voltea a ver al ho
Alejandro lee las recetas en voz alta y dispone a cada uno hacer sus partes de los platos que se van a entregar hoy, le hacen preguntas sobre sus especialidades, sobre los tiempos de cocción, cortes, y demás cosas técnicas, yo solo los analizo, contesto las preguntas en mi mente incluso antes de que el chef Alejandro les dé respuesta, de vez en cuando nuestras miradas se encuentran como si secretamente nos confiáramos las respuestas de todo. Después del análisis de los platos todos se disponen a cocinar sus partes, para montar los platos y finalmente para presentárselos al chef antes del servicio. Me siento algo nerviosa, después de todo es mi oportunidad de demostrar lo buena que soy y que coloquen mi plato en el servicio.Me dirijo a la despensa en busca de mis ingredientes, debo cocinar algo y presentárselo, analizo los platos, proteínas, guarniciones, salsas y sé que debo hacer algo diferente a ellos, pero al mismo tiempo que concuerde con lo que se va a presentar
Cuando tomo el valor de entrar de nuevo a la cocina, las piernas me tiemblan al caminar. Alejandro se encuentra revisando estación por estación las preparaciones, probando todo y dando indicaciones. — Ve a enfermería — me hace una seña con la cabeza para que salga de nuevo de la cocina y al final la comisura de sus labios sube ligeramente para formar una pequeña pero cómplice sonrisa entre los dos. …Voy saliendo de enfermería con un buen vendaje en el dedo para que no me vaya a molestar el resto del día y sobre todo en el servicio. — ¡Emily! — la llamo cuando la veo bajar del ascensor.— Oli… — Viene sonrojada y aturdida; y posiblemente yo estoy igual, aún me cuesta pensar con claridad. — ¿Cómo te ha ido? ¿Qué te ha dicho? — le suelto de una. — Ah… Nada, una advertencia — dice con dificultad. — ¿Tan malo ha sido? — me preocupo, realmente esta no es Emily. Y ya estoy empezándome asustar. — No… Ah… ¿Qué? — trastabi
Su lengua repasa toda mi boca, tiene la misma intensidad, y el mismo efecto que el anterior beso que me dio en la calle, lo peor de todo es que se lo correspondo, me dejo abrumar y llevar por la excitación y lo beso de igual manera. Mi corazón batalla para no salirse de mi pecho, intento respirar por la nariz para no separarme de sus labios. Una de mis manos se aferra a su filipina y con la otra me aferro a su cabello oscuro y abundante. Me quita el mandil y lo lanza al sofá. No hay preámbulos, presentaciones o citas con este hombre, va directo a lo que quiere. Me suelta los botones de la filipina dejándome en una sola camisilla. Pone inmediatamente sus manos en mis pechos y los acaricia con firmeza. Nunca he llevado sostén debajo de la filipina, en las cocinas hace tanto calor que solo genera incomodidad, así que le es fácil para él darse cuenta la reacción de mi cuerpo. Mis pezones se han puestos erectos, me sube la camisilla y se los echa a la boca y les da un cor
— ¿Oli...? — se escabulle Emily entre la cocina, recién hemos terminado el servicio, todo estamos levantando las cosas para que puedan hacerle aseo a la cocina antes de cerrar. — Hoy tendrás que irte sola — sonríe nerviosa. — ¿Qué? ¿Por qué? — me siento decepcionada, ya estaba preparando el plato para las dos como de costumbre. — Lo siento — sonríe y sé que en realidad no lo siente, así se pone cuando tiene una cita con algún chico. Solo que esta vez está extrañamente nerviosa.— Solo… ten mucho cuidado — le advierto. — Nos vemos mañana — me da un beso en la mejilla y sale corriendo, si tuviese una hermana sería como ella. — Olivia… — me llama Alejandro antes de poderme escapar de la cocina, solo quedan unos cuantos por terminar de limpiar. — ¿Hoy no hay comida para dos? — pregunta cuando me ve las manos vacías. — No, chef — le contesto desganada, solo quiero irme a descansar, pensar en todo lo que ha sucedido en el día y en cómo vo
En medio de la oscuridad y las luces tenues de la cocina me entrego por completo a este hombre que ni siquiera conozco bien, es extrañamente excitante, me cuesta pensar y mucho más respirar, siento como la humedad baja por mis nalgas hasta llegar al mesón limpio. En pocos segundos Alejandro me hace correrme con su boca, este orgasmo es incluso más intenso que el que tuve en la tarde, dos orgasmos en un día eso es un total récord para mí. Alejandro rodea el mesón y alcanza mis pechos, esta vez le dedica más tiempo a besar y acariciar cada uno, recorre mi cuello, mi abdomen y sube de nuevo a mi boca, me saborea completamente. — Ven, bájate — estira su mano para que la tome y ayudarme a bajar. Se baja los pantalones hasta la mitad de sus caderas, solo expone su increíble, firme y grueso miembro. Le miro a los ojos sonrojada, extasiada y ansiosa, él sonríe de medio lado, sé que se siente orgulloso con lo que tiene. Saca un condón del bolsillo del pantalón y me pr