Su lengua repasa toda mi boca, tiene la misma intensidad, y el mismo efecto que el anterior beso que me dio en la calle, lo peor de todo es que se lo correspondo, me dejo abrumar y llevar por la excitación y lo beso de igual manera. Mi corazón batalla para no salirse de mi pecho, intento respirar por la nariz para no separarme de sus labios. Una de mis manos se aferra a su filipina y con la otra me aferro a su cabello oscuro y abundante.
Me quita el mandil y lo lanza al sofá. No hay preámbulos, presentaciones o citas con este hombre, va directo a lo que quiere.Me suelta los botones de la filipina dejándome en una sola camisilla. Pone inmediatamente sus manos en mis pechos y los acaricia con firmeza. Nunca he llevado sostén debajo de la filipina, en las cocinas hace tanto calor que solo genera incomodidad, así que le es fácil para él darse cuenta la reacción de mi cuerpo. Mis pezones se han puestos erectos, me sube la camisilla y se los echa a la boca y les da un cor— ¿Oli...? — se escabulle Emily entre la cocina, recién hemos terminado el servicio, todo estamos levantando las cosas para que puedan hacerle aseo a la cocina antes de cerrar. — Hoy tendrás que irte sola — sonríe nerviosa. — ¿Qué? ¿Por qué? — me siento decepcionada, ya estaba preparando el plato para las dos como de costumbre. — Lo siento — sonríe y sé que en realidad no lo siente, así se pone cuando tiene una cita con algún chico. Solo que esta vez está extrañamente nerviosa.— Solo… ten mucho cuidado — le advierto. — Nos vemos mañana — me da un beso en la mejilla y sale corriendo, si tuviese una hermana sería como ella. — Olivia… — me llama Alejandro antes de poderme escapar de la cocina, solo quedan unos cuantos por terminar de limpiar. — ¿Hoy no hay comida para dos? — pregunta cuando me ve las manos vacías. — No, chef — le contesto desganada, solo quiero irme a descansar, pensar en todo lo que ha sucedido en el día y en cómo vo
En medio de la oscuridad y las luces tenues de la cocina me entrego por completo a este hombre que ni siquiera conozco bien, es extrañamente excitante, me cuesta pensar y mucho más respirar, siento como la humedad baja por mis nalgas hasta llegar al mesón limpio. En pocos segundos Alejandro me hace correrme con su boca, este orgasmo es incluso más intenso que el que tuve en la tarde, dos orgasmos en un día eso es un total récord para mí. Alejandro rodea el mesón y alcanza mis pechos, esta vez le dedica más tiempo a besar y acariciar cada uno, recorre mi cuello, mi abdomen y sube de nuevo a mi boca, me saborea completamente. — Ven, bájate — estira su mano para que la tome y ayudarme a bajar. Se baja los pantalones hasta la mitad de sus caderas, solo expone su increíble, firme y grueso miembro. Le miro a los ojos sonrojada, extasiada y ansiosa, él sonríe de medio lado, sé que se siente orgulloso con lo que tiene. Saca un condón del bolsillo del pantalón y me pr
Me muevo bajo las cobijas aun con los ojos cerrados, me siento renacida, descansada y revitalizada completamente, me estiro y no siento a Alejandro a mi lado, abro los ojos y compruebo que no está. Escucho la ducha y sé que se está bañando, en pocos minutos aparece él envuelto en la toalla, exhibiendo su abdomen marcado y sus amplios hombros. Me conformo con solo verlo, no puedo negarlo el hombre parece sacado de revista. Instintivamente me muerdo el labio inferior. No se percata que ya he despertado, se quita la toalla y se empieza a vestir frente a mí, como si fuera algo natural. — ¿Disfrutas del momento? — doy un respingo del susto y me abochorno de inmediato. — Sí — murmuro, no me ha quedado más remedio que sincerarme. — Debo irme, puedes tomar lo que gustes — se mueve rápidamente hacia mí, oprime sus labios en los míos, puedo sentir como el calor nace en mi interior y recorre mi cuerpo instantáneamente. Se aparta y se va, dejándome sola en su departament
Suena la alarma del despertador y quedo sentada en mi cama, miro la hora y salgo corriendo para prepararme, temo que si le hago esperar tan solo un minuto me va a dejar tirada, antes de que llegue ya estoy afuera muy bien abrigada esperándolo, ni siquiera ha amanecido, las calles están desiertas. Pasan los minutos y me voy congelando, cuando veo las luces de la motocicleta asomarse a lo lejos unas cuantas cuadras más abajo, llega en un par de segundos hasta mi puerta. — Olivia ¿Qué haces fuera? Te vas a congelar — se baja de la moto y me abraza, no logro ver su rostro, lleva el visor oscuro puesto, pero puedo imaginar sus ojos azules reprochándome. Sus brazos me abrigan y el calor de su cuerpo me salva del frio. Se quita el casco y me sonríe con ternura, es la primera vez que le veo ese gesto, me cubre la boca con sus labios, es apasionado, nuevamente necesitado, y el frío parece desaparecer del mundo. Cuando nos separamos estoy jadeando. — Buenos días, Aleja
Me despierto antes de que él lo haga, me tomo el tiempo para admirar su rostro se ve apacible y calmado, por un momento soy consciente de nuestras respiraciones están en sincronía, incluso puedo sentir como galopa mi corazón al lado de él, ya es tarde, no me ha costado mucho enamorarme de él, pronostico mi propio final fatídico de esta situación, no lo conozco bien, apenas lleva dos semanas cocinando con nosotros, su humor es terrible y es extremadamente sexy y para completar aún siento rencor por no haber obtenido el ascenso que merecía y que él tomó porque al parecer el jefe es su un buen amigo. Sus pestañas son oscuras y abundantes, puedo recordar sus ojos azules como el agua de mar más claro, bajo mi mirada a su perfecta nariz, y luego a sus labios, me veo tenta a besarle, despertarlo y pedirle que de nuevo me vuelva a hacer el amor.Antes de que esto acabe prematuramente me dispongo a disfrutar de lo poco que dure esto así que me levanto en silencio, me pongo la
— ¿Cómo que llegaste con el chef gruñón en su moto? — me pregunta Emily realmente curiosa y preocupada, pone sus manos en la cintura y se planta frente a mí, imposibilitándome el paso para huir de su pregunta. — Anoche te dije que iríamos al mercado juntos — trato de zafarme con la verdad. — ¿Luego el mercado no es en la madrugada? ¿Qué han hecho todo este tiempo? — me interroga como si hubiese cometido algún delito y me empiezo a poner nerviosa. — Luego hablamos ¿Sí? — miro para todos lados, esperando no ver a nadie que pueda escuchar nuestra conversación. Me mira con los ojos entrecerrados, me analiza cómo solo ella sabe hacerlo, abre los ojos de par en par y se tapa la boca — ¿Te gusta? — murmura impresionada y se acerca más a mí, mueve su nariz como cuando un perro olfatea y me descubre. — Hueles a él — pronuncia aún más impresionada. — Venia agarrada a él en la moto — me excuso, con la voz temblorosa y las mejillas tomando más color
Emily se acerca decididamente hacia la mesa, o puede ser furiosa. Alejandro le está tomando la mano a la mujer, la acaricia tiernamente y le sonríe de manera coqueta en este momento conozco muy bien cada gesto de su rostro y puedo sentir como las ilusiones se van rompiendo en mi interior. Cuando Emily llega a la mesa les deja los dos platos de mala gana, la mujer decide ignorar el mal humor de mi amiga y se acomoda para empezar su plato y es ahí cuando veo al señor Nick Johnson sentado en la misma mesa. Y deduzco rápidamente que la desconocida mujer y el señor Nick pueden ser hermanos, se les parece mucho. Alejandro toma un cubierto, lo gira dentro del plato y le da el gran bocado a la mujer, la chica se cubre la boca y come mientras que Alejandro se carcajea divertido. Toma la servilleta y le limpia los labios con cuidado. Toma otro bocado de stroganoff y esta vez se lo come él. El ceño se frunce y mira el plato como si fuese algo desconocido para él, pero lo pasa rápidamen
“No, no somos nada” recordaba una y otra vez en mi mente sus dolorosas palabras, sabía que debía estar llorando, quería estar llorando para no sentir el ahogo que cruzaba mi garganta, era el panorama perfecto para hacerlo, una caminata hasta casa bajo la lluvia iba empapada hasta los calzones del torrencial chubasco, el frío me hacía tiritar todo el cuerpo. Pero mis lágrimas se negaban a salir, solo había llorado en el momento en que discutíamos más fuerte en el callejón, sin embargo, él no pudo distinguir si lo que corría por mi rostro era lluvia o lágrimas y agradezco por ello. Al llegar a casa me recargo sobre la puerta después de cerrarla, dejándome caer sobre el suelo y solo en ese momento puedo sentir como la desolación del lugar se apodera de mí, y por más silencio que hay en el lugar ya no puedo sentir como palpita mi corazón. — Bip — Bip — mi teléfono suena de nuevo, lo más seguro es que sea Emily, angustiada y molesta por mi estado, por todo lo que pasó en