— ¿Qué verdad? ¿Acaso quién es Martín? — los ojos de Alejandro viajan entre Nick y yo, esperando respuesta de alguno de los dos.
— Alejandro — murmuro tan suave que creo que ninguno me ha escuchado. Cierro los ojos y trato de respirar con mucha dificultad, qué tanto pudo haber escuchado Alejandro.Nick recapacita y sale del lugar sin decir nada, como lo había previsto me ha dejado sola en esto, o tal vez cree que esta sea mi oportunidad de aclarar las cosas con Alejandro.— ¿Por qué te fuiste ayer así? — en su mirada, en su voz y en todo su ser se denota la melancolía con la que anda — ¿Quién es Martín? — vuelve y me pregunta.Soy incapaz de moverme tan solo un centímetro del lugar, abro la boca, pero las palabras no me salen, no sé qué demonios pasa conmigo, miles de situaciones se me atraviesan por la mente y ninguna es una reacción favorable respecto a la verdad.— ¿Estás saliendo con alguien? Con ese tal Martín ¿Acaso te has casado? — abre— Vamos a informarle a todos en la cocina — me propone con una sonrisa de oreja a oreja. — No, no. Espera — lo halo de la mano de la que me lleva tomada — No quiero que se asusten, si les decimos que están aquí, pueden ponerse ansiosos y cometer errores, quiero que sea una noche común y corriente.Alejandro se queda pensativo por un momento — Estoy de acuerdo — entra conmigo a la cocina y me ayuda a sacar los pedidos retrasados que tenemos, anima a los cocineros a agilizar las manos y a revisar que todo vaya saliendo a la perfección. De igual manera luego paso haciendo la revisión y la cantidad de cosas que ha corregido Alejandro ha sido excepcional. El restaurante se va llenando de comensales, a las afueras del hotel la gente se amontona, los huéspedes del hotel también hacen pedidos a la cocina y que los lleven a la habitación por la escasez de mesas, Emily les da prioridad a las personas que han hecho reserva con anticipación y las que llegan sin saberlo de
— Te amo, Olivia — vuelvo y le repito y siento que nunca me voy a cansar de decírselo y menos ahora que de nuevo la tengo en mis brazos, que el anhelo que he tenido por estos años se ha hecho realidad — Vuelve conmigo. Inténtemelo. Haré las cosas bien está vez, lo prometo — se lo digo con toda la sinceridad que puedo. Estar alejado de ella me ha hecho cambiar, perderla una vez ha sido difícil, no podría soportar perderla de nuevo. Esta vez no hay mentiras, ni engaños que puedan arruinar esto. Mis manos se deslizan por todo su cuerpo, de alguna manera sienten que ha cambiado algo en ella y al mismo tiempo reconocen esa piel, cómo olvidarla. La voy desnudando poco a poco con el fuerte propósito de acabar en mi cama, por el resto de mi vida. Ahora más que nunca estoy convencido que es la mujer que amo, la única que he amado, la que despierta en mí los mejores sentimientos. — No puedo — se escabulle de mis manos y recoge su chamarra del piso, está com
— Tres Magrets, dos Rossini y tres chuletones — gritan al fondo y yo sigo concentrado en la salsa que me ha quedado horrible, la intento arreglar como sea.— Alejandro… — escucho mi nombre provenir de esa misma dulce voz que grita de vez en cuando — Tres chuletones de búfalo — me dice con suavidad, aún en sus ojos se nota que ha estado llorando, se le ven algo tristes y apagados. Aún sin ser parte de su vida le sigo causando tristezas. — Sí, chef — le contesto y en ese justo momento suena mi teléfono, debe ser algo extremadamente urgente para que reciba una llamada, todas las personas que me conocen saben muy bien que mientras que esté en un servicio, nunca voy a contestar. Miro el número y es Luigi, mi gran amigo y chef — Un minuto, chef — le pido a Olivia que aún me observa con atención y me lo concede. Salgo de la cocina al callejón y el aire frío es un alivia para mi cabeza. — Luigi — le saludo. — Fonollar — contesta el hombre
Me dispongo a ayudar a Olivia con la cocina, cada vez entra más gente y hay más pedidos, es una de las mejores noches que hemos tenido en el restaurante. Verifico que todos estén trabajando de la manera correcta y les hago correcciones, y sobre todo estoy atento a Isabel, aunque después de lo que le dije ayer espero que tenga su mente más clara. Emily entra a la cocina, le falta un poco el color en el rostro, así que me acerco al mesón para ayudarle a sacar pedidos y escuchar lo que hablan, procurando que nadie en la cocina sospeche nada. — Y el otro, ellos. Todos son adultos, no tan viejos. Todos son amigos y uno de ellos se ha quedado en este mismo hotel. Hizo la reserva la semana pasada y llegó ayer y entregará la habitación el día de mañana en las horas de la mañana — le explica Emily a Olivia.— Es muy posible — todos afirmamos de acuerdo con que esa es la posibilidad es la más acertada.Olivia le agradece a Emily y ella se va a seguir con todo
— Cardamomo y cúrcuma — le digo a Isabel apenas entro y la veo recostada en el sofá de la oficina, muy tranquila como si solo estuviese esperando a que la noche acabe para irse, ni siquiera parece que hubiese llorado.Ella empalidece y me mira asustada. La tiro de uno de sus brazos y la obligo a levantarse y esta vez pega un grito más fuerte, supongo que con el propósito que la escuchen. Me siento enojado, decepcionado y triste — Eres la peor persona que he conocido en mi vida. — Alejandro, yo no hice nada — intenta escabullirse. — Así fueras la última persona sobre la faz de la tierra, nunca me metería contigo — respiro y solo siento lastima por ella. Aún así no la suelto y la saco arrastras del lugar.La cocina sigue funcionando, con un poco más de preocupación, pero sin afectar en nada, las personas que ha elegido Olivia para trabajar con ella son leales y en medio de todo eso es bueno.— ¿Dónde está Olivia? — le pregunto a Emily qu
Siento el aire frío de la ciudad colarse por la visera de mi casco, voy lo más rápido que puedo, incluso me paso varios semáforos en rojo, solo quiero ver a mi amada Olivia y consolarla. Aunque en este momento ya lo esté haciendo otros brazos, otro corazón, que esté besando sus dulces labios y posiblemente haciéndole el amor. Una punzada me atraviesa el pecho y me hace desequilibrar por un segundo, zigzagueo con la moto bajo mí, y retomo el control de nuevo con un poco de dificultad, bajo de a poco la velocidad para darme un minuto y respirar. Lo importante es llegar donde ella, así sea tarde.Un pitido y las luces de un coche me hacen espabilar de la peor manera. (…)El timbre suena y hace que Martín se despierte de nuevo, llora con ira así que debo alzarlo para poder abrir la puerta. De alguna manera también agradezco que sus pequeños brazos rodeen mi cuello, encuentro un poco de consuelo en ese gesto, aunque él no entienda
Una venda le cubre gran parte de la cabeza, en mi mente repito la lista, fracturas múltiples en los huesos de su mano derecha, contusión en la parte derecha de su cabeza, fracturas en varias costillas y dos rotas, evidentes moretones en diferentes partes de su cuerpo donde recibió el impacto. Una hemorragia interna provocada por una de sus costillas. Sus ojos están cerrados, todas las maquinas hacen ruido y pitidos exasperantes, me acerco a pasos cortos y lentos, una bolsa de sangre sobre la cabecera de la cama resalta demás de las otras con el suero y los medicamentos que le administran, le tomo la mano izquierda y se la acaricio. — Lo siento. No debí irme anoche del restaurante. No debí irme de tu departamento — me siento a su lado y sollozo entre su mano y las mías. Después de un largo tiempo, de desahogarme y dejar que la tristeza saliera de mi alma, me levanto para acariciarle el rostro y recuerdo las noches que dormimos juntos uno al lado del otro compartiendo
– Olivia…– Alejandro – me giro rápidamente para verlo, está despierto, se ve cansado, terriblemente golpeado, pero por fin después de quince días ha despertado. – Cálmate, no te esfuerces. Ya llamo a las enfermeras. Entra una, dos enfermeras. Luego la doctora, lo examinan y regulan sus medicamentos. Alejandro me observa y observa el niño que llevo en mis brazos y él admira con atención todo lo que sucede frente a él. – ¿Por qué no me habías dicho? – pregunta, su voz se escucha forzada, como si le costada mucho hablar. – Lo siento, no hables. Por favor, sé que me equivoqué y espero que me perdones por ello. Yo… yo tenía miedo. – ¡Papi! ¿Jugamos? – le pide Martín a Alejandro. – En este momento papi no puede. Tiene que descansar. – ¿Esto es tuyo? – le pregunta Alejandro a su pequeño, las lágrimas salen de sus ojos sin poderlo controlar.Martín asiente y se restriega los ojos. – Deberían ir a descansar. Yo… n