Los ruidos de los trastes, los platos, las cucharas chocando contra el metal. Más adelante como cae la carne en la parrilla caliente y realza esos olores perfectos. Todos se mueven rápido, de un lugar a otro.
— ¿Qué pasó con mi filete para la nueve? — grita Alejandro.— Tres segundos, chef — le contesta gritando Mauricio del otro lado de la cocina, corriendo de lado a lado con otros tres cortes de carne y dos platos sobre su ante brazo para poner los filetes listos.Mientras tanto yo revuelvo en la cacerola una salsa de frutos rojos para el salmón.— Un salmón para la quince y otro para la cuatro — me grita.— Sí, chef — le contesto fuerte y claro para que me escuche en medio de todo el ruido. Dejo la cacerola a fuego medio, me muevo entre estaciones para tomar el salmón, dos trozos de iguales proporciones, jugoso, con un color y olor perfecto.Lo pongo a la parrilla, el sonido hace que me haga agua la boca. El olor empieza a salir, dulce y suave.Regreso a mi salsa de frutos rojos, tomo una cucharilla y la pruebo. Desecho la cucharilla al lavaplatos.— Agh — está muy acida, tomo otro poco de pulpa de fresas y le agrego a la salsa. Y la revuelvo rápido para que no se hagan grumos.Me vuelvo al salmón, le doy vuelta a los trozos.— Perfecto — las franjas de la parrilla dejan sobre la piel un color caramelo perfecto, lo toco por encima y se siente crujiente — La salsa — me susurro, tomo una cucharilla limpia y la pruebo de nuevo — Mm — las frutillas, las moras y las fresas inundan mi boca con sus sabores, acido y dulce.— ¿Dónde carajos está el salmón? — vuelve a gritarme Alejandro.— Voy, Chef — le digo agitada, respiro profundo mientas corro por los platos planos para el salmón. No puedo sentirme cansada, aún no. Todavía quedan tres horas para que se acabe el servicio, la noche es joven y los comensales apenas empiezan a llegar.Levanto un poco el trozo del salmón para ver la piel por debajo. Le faltan unos segundos no está lo suficientemente crujiente la piel, saco la salsa y la pongo en una salsera de cerámica.— ¡Carajo, Olivia! el maldito salmón ¿¡Dónde está!? — grita más fuerte, Mauricio me mira con pesar del otro lado de la parrilla y vuelve rápidamente a sus filetes.— Voy, chef — le contesto esta vez más agotada.Tomo ambos trozos de salmón y los pongo en los platos redondos.Los pongo con cuidado y corro por la cocina hasta llegar donde el chef Alejandro.— Aquí está, chef — pongo ambos platos sobre la mesa y la salsa a un lado para que él la revise.— Sale filete para a la nueve, para la tres y para la cinco — le dice a Emily, mi amiga y server en el restaurante que lo mira un poco exasperada.Palpa el salmón con cuidado, no me dice nada, pero sé que está perfectamente cocido. Toma una cucharilla limpia, revuelve la salsa y la prueba, levanta las cejas en aprobación, le ha quedado un poco de salsa en los labios y me dan ganas de quitársela con cuidado, pero él se da cuenta antes y se limpia mordiéndose los labios, se fija por fin de mi presencia.— Ponle la salsa — me entrega el recipiente, sin quitarme la mirada de encima, sus ojos azules y salvajes me hacen sentir un poco intimidada.— ¿Yo? — apenas puedo pronunciar. Y me mira como un bicho raro.
A Mar se le cae un plato mientras lo está lavando y avienta una palabrota al aire, se lo descontaran de su paga. Pobre mujer.Ese gesto me hace volver aquí a la cocina del magnífico Hotel Johnson´s London Corporated los sonidos de los trastes vuelven a estar presentes, los olores de todo tipo inundando mi nariz, ninguno desagradable y siento hambre.— Sí, chef — le digo más fuerte de lo que quería, casi como un grito, aunque lo tengo al frente. Tomo el recipiente de su mano y sus dedos rozan con los míos y me estremezco. ¿Qué es esto que siento? ¿Será miedo, ira? O … algo más.Trago saliva y paso el trapo por el plato perfectamente blanco y limpio antes de ponerle la salsa, él trae los espárragos recién asados para ponerlos en el plato, ya tiene listas unas hojas de hierbas para poner encima, junto con unas flores de pensamientos con un color fucsia intenso que él mismo ha elegido para decorar la guarnición. Los contrastes de colores son magníficos.
Siento su mirada clavarse en mí y en lo que estoy haciendo, si lo hago mal me gritará de nuevo como anoche cuando estropeé la salsa de ajo echándole más sal de la que debía. Pone una mano en mi cintura y la otra sobre la mano que sostiene la salsa, le volteo a mirar y hay una extraña tensión entre nosotros. Pero su mirada es dura y fría, él vuelve a la salsa y siento como su mano sobre la cintura hace más presión. Guía mi mano alrededor del salmón haciendo un círculo perfecto y tres puntos hacía adentro. Se mueve rápido, desliza el otro plato y hace el mismo movimiento y me suelta como cuando lanzamos una cucharilla sucia al recipiente.
— Así… — pronuncia finalmente y termina de poner los espárragos, las hiervas y las flores.— Sale salmón para la quince y para la cuatro — le grita a Emily que la tiene plantada al frente. La conozco muy bien, es una chica rebelde, no le gusta que la griten, tuvo muchas peleas con el chef Pier antes de irse a Paris a montar su propio restaurante. Tampoco le gusta que me griten, fue ella quien me consoló anoche después de terminar el servicio.— Sí, chef — le contesta Emily con el mismo desdén. Le entrega otros dos pedidos.Voltea ver mi estación y se da cuenta que aún estoy junto a él, y yo también caigo en cuenta que debía estar cocinando más en ese momento. De nuevo me mira como si hubiese algo raro conmigo y me hace pasarme las manos por el rostro, para sentir si tengo algo extraño que no he visto o sentido.— Otro salmón para la veinte y veintiuno — dice de manera suave, lleva apenas dos semanas aquí y es la primera vez que lo escucho hablar tan suave.— Sí, chef — le contesto de la misma manera, como si fuese un secreto entre los dos y me voy corriendo a mi estación.Siento calor, respiro profundo y me concentro en los nuevos trozos de salmón que me pidió.¿Qué sucede contigo? Pienso. Ese hombre fue el mismo que me trató mal anoche y hoy viene de manera tan condescendiente a tratarme como si nada, no necesito de compasión para seguir cocinando, me dispongo a rendir la salsa que ya tengo lista, pongo los otros dos trozos de salmón en la parrilla, me muevo rápido antes de que vuelva a gritar mi nombre. Parece que es el único que se sabe.— Olivia, el salmón — grita de nuevo y el calor sigue aumentando.Miro por debajo el salmón — Un minuto, chef — sigo revolviendo la salsa rápidamente. Corro por los platos, y llego en menos de un minuto a su mesa.Vuelve a revisar cada trozo de salmón, lo hace, aunque sabe que está perfectamente cocido y eso me agrada, le gusta la calidad, lo que no me gusta es él y su forma de ser con nosotros.Toma de nuevo una cucharilla, la revuelve y la prueba, esta vez sus cejas no se levantan, al contrario, su ceño se frunce.Sumerge de nuevo la cucharilla en la salsa y estira su mano hacia mi boca, como si fuese algo natural. Yo solo siento temor, de que lo hubiese arruinado de nuevo, su calma me agobia mucho más y espero el grito en cualquier momento.Anoche apenas probó la salsa la estrelló contra el suelo, solo escuché mi nombre luego de eso los oídos se nublaron y no logré entender nada más. Su rostro se transformó frente a mí, sus ojos azules echaban fuego, y después de cinco minutos la cocina siguió funcionando con normalidad, pero yo no pude seguir cocinando de la misma manera.
Abro la boca despacio y pruebo mi salsa, los sabores explotan en mi boca, con más intensidad, con más fuerza.— ¿Sientes la diferencia? — pregunta marcando más su acento — Es más intensa que la anterior, más fuerte… — no logro entenderle si era algo bueno o malo — lo que sea que estuvieses sintiendo cuando preparaste la salsa, no dejes de sentirlo — su voz se torna un poco ronca al final y mis piernas tiemblan.— Sí, chef — puedo susurrarle. Me entrega de nuevo el recipiente para que le coloque la salsa al salmón.Trato de controlar los sentimientos que me agobian, ¿eso había sido un elogio? ¿Por qué carajos se comportaba así conmigo?Decoro los platos tal cual como él lo hizo con los anteriores, ni siquiera le hace correcciones y los envía así.
Me siento afuera en la escalinata del edificio contiguo al hotel, cansada, las piernas no me dan más. Llevo dos trozos de salmón en una caja de cartón para Emily y para mí, siempre nos vamos comiendo en el taxi camino a casa.— ¿Esperas un taxi? — escucho su voz ronca con su acento español marcado acercándose de a poco a mí.— Sí, chef — le contesto de manera automática. — ¿Puedo llevarte? — alza en su mano un casco de motocicleta. Me volteo a mirarlo con ganas de plantarle un solo grito. Después de la noche anterior cómo viene a hablarme como si fuéramos los mejores amigos.— No, chef. Gracias — giro mi mirada en busca de Emily. ¿Por qué tarda tanto esa mujer?— ¿Hay algo que te moleste, Olivia? — dice de la manera más tranquila y natural, como si todo se le hubiese olvidado ya. Se baja de su motocicleta para acercarse más a mí.— No, chef — prefiero mentirle, que llegue el maldito taxi ya y que Emily salga de una buena vez. ¿¡Po
— Buenos tardes, Olivia — dice Alejandro sin siquiera voltear a verme por estar sumergido en un libro de recetas, me sobre salto por el hecho de que supiera que era yo sin siquiera mirarme.— Buenas tardes, Chef — miro para todos lados y estamos solos. Él ya está vestido con su impecable uniforme blanco, de pies a cabeza. — ¿Has pasado buena noche? — levanta un poco su azul mirada y la clava en la mía.— Magnifica — le miento, caer rendida en la cama sin siquiera cambiarte no es la noche ideal para mí. — Entiendo… — responde molesto. Poniéndome de mal humor a mí también. Por fortuna van entrando uno a uno los demás chicos en la cocina. Nos echa un vistazo a todos como haciendo un conteo antes de empezar a hablar. En ese momento entra un hombre alto, de traje muy elegante y fino, cabello y ojos oscuros. Con una mirada terriblemente feroz, aterradora y creo saber quién es y el por qué Emily estaba tan aterrada. Alejandro voltea a ver al ho
Alejandro lee las recetas en voz alta y dispone a cada uno hacer sus partes de los platos que se van a entregar hoy, le hacen preguntas sobre sus especialidades, sobre los tiempos de cocción, cortes, y demás cosas técnicas, yo solo los analizo, contesto las preguntas en mi mente incluso antes de que el chef Alejandro les dé respuesta, de vez en cuando nuestras miradas se encuentran como si secretamente nos confiáramos las respuestas de todo. Después del análisis de los platos todos se disponen a cocinar sus partes, para montar los platos y finalmente para presentárselos al chef antes del servicio. Me siento algo nerviosa, después de todo es mi oportunidad de demostrar lo buena que soy y que coloquen mi plato en el servicio.Me dirijo a la despensa en busca de mis ingredientes, debo cocinar algo y presentárselo, analizo los platos, proteínas, guarniciones, salsas y sé que debo hacer algo diferente a ellos, pero al mismo tiempo que concuerde con lo que se va a presentar
Cuando tomo el valor de entrar de nuevo a la cocina, las piernas me tiemblan al caminar. Alejandro se encuentra revisando estación por estación las preparaciones, probando todo y dando indicaciones. — Ve a enfermería — me hace una seña con la cabeza para que salga de nuevo de la cocina y al final la comisura de sus labios sube ligeramente para formar una pequeña pero cómplice sonrisa entre los dos. …Voy saliendo de enfermería con un buen vendaje en el dedo para que no me vaya a molestar el resto del día y sobre todo en el servicio. — ¡Emily! — la llamo cuando la veo bajar del ascensor.— Oli… — Viene sonrojada y aturdida; y posiblemente yo estoy igual, aún me cuesta pensar con claridad. — ¿Cómo te ha ido? ¿Qué te ha dicho? — le suelto de una. — Ah… Nada, una advertencia — dice con dificultad. — ¿Tan malo ha sido? — me preocupo, realmente esta no es Emily. Y ya estoy empezándome asustar. — No… Ah… ¿Qué? — trastabi
Su lengua repasa toda mi boca, tiene la misma intensidad, y el mismo efecto que el anterior beso que me dio en la calle, lo peor de todo es que se lo correspondo, me dejo abrumar y llevar por la excitación y lo beso de igual manera. Mi corazón batalla para no salirse de mi pecho, intento respirar por la nariz para no separarme de sus labios. Una de mis manos se aferra a su filipina y con la otra me aferro a su cabello oscuro y abundante. Me quita el mandil y lo lanza al sofá. No hay preámbulos, presentaciones o citas con este hombre, va directo a lo que quiere. Me suelta los botones de la filipina dejándome en una sola camisilla. Pone inmediatamente sus manos en mis pechos y los acaricia con firmeza. Nunca he llevado sostén debajo de la filipina, en las cocinas hace tanto calor que solo genera incomodidad, así que le es fácil para él darse cuenta la reacción de mi cuerpo. Mis pezones se han puestos erectos, me sube la camisilla y se los echa a la boca y les da un cor
— ¿Oli...? — se escabulle Emily entre la cocina, recién hemos terminado el servicio, todo estamos levantando las cosas para que puedan hacerle aseo a la cocina antes de cerrar. — Hoy tendrás que irte sola — sonríe nerviosa. — ¿Qué? ¿Por qué? — me siento decepcionada, ya estaba preparando el plato para las dos como de costumbre. — Lo siento — sonríe y sé que en realidad no lo siente, así se pone cuando tiene una cita con algún chico. Solo que esta vez está extrañamente nerviosa.— Solo… ten mucho cuidado — le advierto. — Nos vemos mañana — me da un beso en la mejilla y sale corriendo, si tuviese una hermana sería como ella. — Olivia… — me llama Alejandro antes de poderme escapar de la cocina, solo quedan unos cuantos por terminar de limpiar. — ¿Hoy no hay comida para dos? — pregunta cuando me ve las manos vacías. — No, chef — le contesto desganada, solo quiero irme a descansar, pensar en todo lo que ha sucedido en el día y en cómo vo
En medio de la oscuridad y las luces tenues de la cocina me entrego por completo a este hombre que ni siquiera conozco bien, es extrañamente excitante, me cuesta pensar y mucho más respirar, siento como la humedad baja por mis nalgas hasta llegar al mesón limpio. En pocos segundos Alejandro me hace correrme con su boca, este orgasmo es incluso más intenso que el que tuve en la tarde, dos orgasmos en un día eso es un total récord para mí. Alejandro rodea el mesón y alcanza mis pechos, esta vez le dedica más tiempo a besar y acariciar cada uno, recorre mi cuello, mi abdomen y sube de nuevo a mi boca, me saborea completamente. — Ven, bájate — estira su mano para que la tome y ayudarme a bajar. Se baja los pantalones hasta la mitad de sus caderas, solo expone su increíble, firme y grueso miembro. Le miro a los ojos sonrojada, extasiada y ansiosa, él sonríe de medio lado, sé que se siente orgulloso con lo que tiene. Saca un condón del bolsillo del pantalón y me pr
Me muevo bajo las cobijas aun con los ojos cerrados, me siento renacida, descansada y revitalizada completamente, me estiro y no siento a Alejandro a mi lado, abro los ojos y compruebo que no está. Escucho la ducha y sé que se está bañando, en pocos minutos aparece él envuelto en la toalla, exhibiendo su abdomen marcado y sus amplios hombros. Me conformo con solo verlo, no puedo negarlo el hombre parece sacado de revista. Instintivamente me muerdo el labio inferior. No se percata que ya he despertado, se quita la toalla y se empieza a vestir frente a mí, como si fuera algo natural. — ¿Disfrutas del momento? — doy un respingo del susto y me abochorno de inmediato. — Sí — murmuro, no me ha quedado más remedio que sincerarme. — Debo irme, puedes tomar lo que gustes — se mueve rápidamente hacia mí, oprime sus labios en los míos, puedo sentir como el calor nace en mi interior y recorre mi cuerpo instantáneamente. Se aparta y se va, dejándome sola en su departament