2. Grave

Se unió a ellas cantando con emoción la música pop que iba envolviendo la cabina. Las gemelas se han compartido todas las golosinas y frutas que les empacaron para su última práctica de gimnasia, y ninguna de las tres se ha dado cuenta de todo el caos que la decisión que Susannah tomó de llevarlas a su casa ha causado siendo un pandemonio en el padre viudo y soltero de las menores.

Fue guiada por las mismas chiquillas a la dirección que tenían apuntada en una nota de su celular y solo pudo ir abriendo grandes ojos ante las preciosas mansiones que desfilaban a sus laterales, deteniéndose en el portón negro con un alto muro que sabe bien ha recorrido varios metros atrás e incluso le daba vuelta a una esquina.

—Buenos días, familia Upton—saludó una voz femenina cuando Susannah invitada por Zoey apretó el botón en la máquina inteligente empotrada en el concreto.

—Buenos días, soy Susannah Gray, traigo a las gemelas conmigo.

—¿Perdón?—la pregunta con una clara confusión logró que la castaña mirará a las dos chiquillas que se dieron a la tarea de bajar el vidrio para anunciarse, pero de manera extraña el elegante portón ante ellas se abrió.

Susannah frunció el ceño, pero no dudo en arrancar, para ver con grandes ojos el deportivo lujoso y negro que ingresó detrás de ella, mismo que le hizo cambio de luces, pero luego venía una enorme camioneta del mismo color y dos patrullas de la policía que aun cuando no sonaban sus sirenas, se notaban activadas.

Las niñas bajaron como si nada, acomodándose los bolsos y mochilas en el cuerpo, pero solo ampliaron la sonrisa cuando de su lujoso automóvil su padre también lo hizo.

—¡Papi!—gritaron las dos buscando el fuerte cuerpo del caballero, pero este dio una orden clara a los empleados que han salido para que resguarden a las menores.

Asustada Susannah pegó un grito cuando su puerta fue abierta de manera improsulta, y sin duda violenta. Se acababa de quitar el cinturón y por lo mismo Darcy Upton pudo de manera perfecta sacarla del automóvil, pero su grito se elevó junto al de las menores cuando un policía cumplió la orden de que la arrestara.

—Papi, espera, espera—pidió Zoey, siendo frenada por el chófer.

—Llévenlas para adentro, ¡ahora!—demandó Darcy, mientras la mujer de castaño cabello sollozaba contra su capó indicando que todo ha sido un mal entendido.

En esa media mañana un poco nublada, con frío y muchos ojos sobre ella, Darcy Upton cargado en ira estaba buscando como proteger su bien más preciado, sus gemelas, sus preciosas hijas frutos de un amor incondicional que se apagó el día que su esposa murió.

Su mandíbula se tensó aun mas y su ceño se frunció cuando el oficial puso de pie a la castaña chica que se clavó en sus ojos. La miraba joven, sin duda mucho más que él, pero la súplica en su voz o las lágrimas en sus pupilas no representaban nada para el empresario que solo asintió al oficial indicándole que si podía llevarla con él.

—No, no, no, no ha sido un error—soltaba Susannah—las vi solas en la estación de la escuela, hacia frío y por eso las traje—quiso explicar de manera inútil—por favor, ¡soy profesora! ¡las conozco!—gritó casi en desesperación cuando se vio andando hacia la patrulla.

—¡Papá!

El fuerte grito de Zarah, uno que salió de su pecho detuvo al oficial y el movimiento de los empleados. Con una clara confusión Darcy notó como sus dos hijas salieron corriendo hacia donde la mujer y se abrazaron a ella, como protegiéndola. Esposada poco podía hacer Susannah más que pedir ser escuchada, pero la seriedad de un hombre que apenas la determinaba dejaba claro que estaba metida en un gran problemas.

—Niñas, por favor aléjense de esa mujer—demandó el caballero.

—¡Es nuestra profesora!—Zoey fue firme ante su padre, siendo la que dio el paso ante su hermana y profesora apresada—papá es la profesora sustituta, te hablamos de ella en estos últimos meses cubrió a la señorita Melody porque ella se operó, ¿lo recuerdas?

Darcy frunció de manera profunda el ceño, viendo a su hija, pero luego clavó su mirada en la mujer que ante él continuaba llorando, ya con las mejillas y punta de la nariz rojiza.

—Es la profesora Sunny—Zarah agregó al ver la duda en su padre—la que nos gustaba porque siempre hacia las clases divertidas y nos llevó lapiceras de colores en el último año.

—Por ella ganamos ese premio al finalizar las clases—Zoey continúo la defensa—dijiste que debíamos comprarle un regalo, pero se te olvidó, ¿lo recuerdas?

Darcy Upton miró a sus hijas y luego hacia la mujer tras ella que aun tomada por el oficial parecía rogarle que no le hicieran daño. La miraba demasiado joven para ser una profesora de la Academia Oxford, ciertamente parecía delicada y esposada de esa manera él se sintió como un completo bruto en su actuar por lo que solo suspiró de forma pesada.

—Oficial, por favor libérela—señaló con gravedad—y ustedes dos adentro, ahora.

—Papá…

—Ahora Zoey, no me faltes el respeto y estoy dando una orden. Me haré cargo de esto, pero deben ir a calentarse, anden.

—Pero no le hagas nada, ¿sí?— Zarah fue más suave, siempre dijo que tenía la delicada personalidad de su ex esposa, en cambio Zoey era una energía que con facilidad igualaba la de ella.

—Cumplan la orden—remarcó con seriedad el padre.

Al final las dos niñas se vieron entre sí, pero entre el miedo y la rebeldía de su edad no dudaron en darse la vuelta y abrazar a su profesora bonita, la que por ayudarles se ha metido en un grave problema del que no tenía idea de como se iba a zafar.

Darcy notó ese abrazo que las tres se dieron y como las pequeñas se movieron hasta que la mujer con delicada voz les invitó a pasar al interior de la preciosa mansión para que se calentaran. Aunque voltearon a verla varias veces conforme avanzaban al final cumplieron la indicación de su padre, quien quedó a solas con la profesora y los oficiales que se retiraron con la orden del empresario que les agradeció de gran manera el trabajo y prontitud a su llamado.

De pronto ante esa preciosa mansión se vieron a solas Darcy Upton y Susannah Gray, quien con miedo de acercarse a su vehículo se limpió las lágrimas quedándose en el mismo lugar donde el oficial la ha dejado. Nunca había conocido al padre de las gemelas, siempre escuchó a sus compañeras hablar de lo apuesto que era, pero también de su carácter pesado e intimidante, algo que sin duda en poco tiempo ha confirmado era una completa verdad.

—Señor, esto ha sido demasiado—se atrevió a soltar, encontrándose con penetrantes ojos azules y una arqueada de ceja.—Solo hice una buena acción por las niñas y es un poco descortés y hasta incluso salvaje la forma en la que ha reaccionado.

—Se llevó a mis hijas sin autorización o previa consulta y para mi es una completa extraña. No cuestione mi papel como padre porque le aseguro que para proteger a mis hijos haré lo que sea, incluso llegar a la violencia.

La sonrisa de ironía que Susannah soltó lo hizo fruncir el ceño.

—Me llevé a sus hijas porque ya llevaban media hora esperando en una estación donde hacia frío. La escuela tiene poco personal y resultaba más que claro que sus entrenadores pensaron que ya se habían ido, ¡como el resto de sus compañeros!—al fin dio un paso hacia él—sería bueno que en su grado de protección donde incluye violencia, también incluya cumplir con puntualidad los tiempos para que sus pequeñas no se vean expuestas a cualquier peligro, señor.

Darcy la vio moverse al fin hasta el automóvil, pero no se montó de inmediato, solo se dio la vuelta ante él. La diferente de estatura era abismal, ella poseía un adorable tamaño que apenas la hacia llegar a su pecho, pero no por eso dejó de llevar la cabeza hacia atrás para verlo a los ojos.

—Soy una mujer decente, que ha tenido un día complicado porque no pude conseguir el trabajo de mi sueños, pero créame que jamás, ¡jamás!—remarcó firme—se me cruzaría por la mente causarle daño a un solo menor, y eso incluye a sus hermosas hijas. Comprendo su miedo, puedo estar segura que ha actuado como un padre preocupado, pero sería bueno que escuche antes de tomar decisiones tan complejas como las que ha hecho. Buen día.

Al fin la chica abrió la puerta del automóvil. Darcy al sentir el dedicado y dulce perfume que le rozó la nariz cuando ella se dio la vuelta, solo pasó saliva, volteó hacia atrás sobre su hombro notando por supuesto a las dos pequeñas viendo a través de la ventana, así que en un acto quizás de miedo o pena tomó del brazo a Susannah quien volteó a verlo con el ceño fruncido.

—¿Cuál es su nombre?—preguntó con gravedad.

—Susannah Gray —respondió suave—soy maestra. Fui suplemente en la Academia Oxford estos últimos seis meses y estuve en el quinto grado donde sus hijas fueron mis alumnas, por eso nos conocemos.

—La maestra Sunny—ella asintió, dibujando aun cuando no quería, una tibia sonrisa—¿la despidieron?

—Era suplemente señor, se acabó el año y por lo tanto mi tiempo en la academia. Pensé que podría conseguir un puesto de manera permanente, pero…—suspiró de forma pesada, viendo esa mano fuerte aun en su brazo—no cumplo los requisitos de ese lugar.

Darcy la miró a los ojos. Eran bonitos, castaños, grandes y pacíficos. Ya en ese punto tenía la pálida piel cubierta de una rojez encantadora, sobre todo en sus mejillas y punta de la nariz. El empresario la soltó al fin, miró de nuevo hacia atrás encontrándose con sus hijas, por lo que solo negó llevándose el cabello hacia atrás antes de buscar su billetera.

—Tiene razón, tomé una decisión exagerada y no hice ninguna consulta antes de proceder, lamento la molestia—Susannah miró con el ceño fruncido el dinero.—tómelo.

—No señor. Traer a sus hijas no implicó ningún tipo de trabajo, fue un acto de empatía completamente desinteresado y créame que su dinero no compensará el miedo que me ha causado. Creo que lo mejor es que me retire de su preciosa casa, que tenga buen día.

Darcy apretó la mandíbula porque todo ese problema le ha causado desde ya una fuerte migraña. Dio un paso hacia atrás cuando la chica buscó el interior del vehículo sedán bastante antiguo que manejaba, pero se quedó ahí hasta que salió de los terrenos de la casa. Quizás ha sido exagerado, sin duda la llegada de la policía no fue la mejor idea, pero él no escatima en nada cuando mantener a sus hijas a salvo se trata.

Fue limpiándose de la nariz el dulce aroma mientras buscaba el interior de la casa. Se encontró con dos pequeñas rubias de brazos cruzados y ceños fruncidos que hicieron mohines mientras lo miraban con desafío.

—¿La corriste?—consultó Zoey.

—Su ex profesora tenía que irse.

—¿Le pediste disculpas?—Zarah fue más suave.

—Sí—mintió.—Así que todo está bien, pero creo que no la verán más porque no volverá el siguiente año a la academia.

Vio la decepción y tristeza en los azulados ojos que han heredado de él, pero solo pudo suspirar de manera pesada viéndolas irse de su presencia tomadas de mano. Ser padre soltero no es fácil, ser un viudo a cargo de dos hijas que pronto estarán entrando a la adolescencia parecía una tarea titánica, pero ser empresario, padre soltero y viudo ciertamente era un papel para el que necesitaba ayuda.

Quizás era momento de conseguir una buena niñera que no solo le ayude con las gemelas en vacaciones, también le enseñe a manejar mejor esa tan compleja labor. Ser su padre.

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