4. Búsqueda

Tras una pesada mañana y luego de ese horrible susto que se llevó con la llamada del chófer logró tomar el almuerzo con sus hijas y su asistente quien era considerado como un tío para las mismas, claro que el también lo miraba con un hombre de confianza, pero no le permitía a muchas personas ingresar a su vida, ni mucho menos a su hogar.

La familia Upton se hizo de renombre cuando se convirtieron en perfumistas de alta sociedad, claro que empezaron en un pequeño espacio en el mercado local vendiendo aceites perfumados, extractos puros de ciertos olores y su calidad, su fineza, pero sobre todo sus hermosos envases fueron llamando la atención de personas de mayores recursos.

Pronto el pequeño espacio del mercado se trasladó a una tienda en la plaza y apenas dos años después de haber empezado lograron inaugurar su primer kiosco en un centro comercial. Las redes sociales ayudaron mucho con el levantamiento del negocio y las recomendaciones de sus exquisitas fragancias convirtió a Upton en una perfumería de renombre, que pasó de vender aceites, a crear fragancias inolvidables que han llegado incluso a la realeza.

El negocio ha ido pasando entre generaciones y Darcy Upton, quien fue hijo único, es ahora el nuevo CEO del mismo. Un hombre que era considerado desde siempre como un ser tajante, un poco frío y distante, no tenía la misma calidez entre sus empleados que tuvo su padre quien murió muchos años atrás y si bien la vida del mismo empezó a mejorar cuando se enamoró de una de sus modelos de campaña, con la que se casó y formó su familia, todo en él se derrumbó cuando la perdió en un horrible accidente de tránsito.

Muchos pensaron que la línea de perfumes iba a desaparecer tras esa perdida, incluso dejaron de laborar por casi seis meses y desde entonces no ha salido nada de la casa de perfumes hasta hace un año que reabrieron las instalaciones y empezaron a trabajar en una nueva colección que no ha salido bien, porque nada parece complacer al dueño y director.

Entre empleados se maneja que Darcy perdió el sentido del gusto, del olfato y ciertamente su capacidad de amar hace dos años, cuando murió su esposa. Quedando viudo y con dos niñas de apenas ocho años las cosas no parecían nada sencillas para el mismo, aun cuando tuviera todo el dinero y personal para enterrarse en su mansión, el amor es algo que ninguna moneda podría pagar.

Se le ha visto mucho más serio que nunca, apenas habla y todo parece girar en torno a su empleo y la seguridad, casi enfermiza en muchas formas, de sus gemelas, con quienes se encontraba esa noche viéndolas prepararse para dormir.

—Papá—la voz de Zoey lo hizo suspirar.

—Si mi amor, ¿Qué pasa?

—¿Le diste tu pañuelo a la maestra Sunny? Estaba llorando mucho.

Él tan solo llevo su cabello hacia atrás, levantando un par de muñecas del piso.

—No, no se lo di porque ella misma se controló el llanto—escuchó el murmullo en el interior del baño—además que ya hablamos de esa situación. La maestra Susannah, como se llama, no tenía que haberlas sacado de la escuela, menos sin consultarme previamente.

—Pero te avisamos—demandó zarah saliendo del baño con el cabello rubio suelto y cargando su infaltable oso—Zoey te mandó muchos mensajes que tú no leíste.

Tras ella venía Zoey, con el cabello en cola y esa expresión de “ella tiene razón” aun cuando eran gemelas él lograba diferenciar muy bien a sus hijas, sobre todo sus personalidades.

—En la oficina no tenía una buena señal al parecer porque lo mensajes cayeron ya tarde, Benito ya me habían alertado que ustedes no estaban y eso me asustó —confesó para ellas.

—Benito es un chismoso—demandó Zoey buscando su cama.

Dormían en la misma habitación por decisión propia, claro que era amplia y cargada de todo lo que han pedido a su padre. En sus camas apenas divididas por una silla donde el solía sentarse para leerles cuentos, cada una se ubicó, así que Darcy tomó su lugar en el sillón, sacando de la orilla una pequeña muñeca.

—Deberíamos de invitarla a comer y te disculpas—susurró Zoey, buscándole la mirada.—Ella fue muy buena con nosotras en la escuela, además que era divertida su forma de enseñarnos y cuando no le entendíamos nos explicaba bien, sin gritos.

—¿Hay profesoras que les gritan?—consultó serio, Zoey de inmediato negó—Zoey, no me mientas.

—No es que griten, pero digamos que no todas tienen la paciencia que la señorita Sunny, además que es muy bonita, ¿verdad Zarah?

—Si, es muy, muy linda—indicó la pequeña, quien acomodaba bien a sus peluches, siempre dormía rodeada de ellos—¿podemos invitarla a comer?—preguntó también a su padre.

Darcy suspiró de forma pesada viendo como cada una tomó su lugar. Zoey apenas con ese peluche horrible de una calavera y Zarah rodeada de peluches más pequeños llenos de lazos y esponjosidad. Suspiró de forma pesada y cruzó de piernas para hablar con ellas.

—Miren, la situación con la señorita Susannah fue algo que se salió de control. Deben entender que ella tomó una mala decisión al sacarlas de la escuela sin previa autorización y si quería ayudarlas por algún tipo de preocupación, tuvo que ir a la dirección a reportar que ahí seguían—elevó su mano cuando Zoey quiso hablar—es el turno de papá—fue seguro, ella solo sonrió y asintió—sé bien que la estiman, que les agradó y la deben ver como alguien especial, pero no podemos relacionarnos de una forma personal con los profesores, es peligroso.

—¡Ella no nos haría nada malo!—soltó Zarah con firmeza, así que el volteó a verla—una vez me arregló mi cabello porque Zoey me hizo unas colas feas, ellas las puso bonitas—indicó como una forma de soportar sus ideas.

Darcy sonrió con debilidad. Claro que el mejor que nadie comprendía la nobleza de sus hijas, fueron criadas por una mujer igual de dulce, bondadosa y con una visión del mundo un poco especial, aunque el podía tildarlo a veces como confianzuda.

—Yo digo que la invitemos a la casa y así la conoces mejor. Ya verás que te va a gustar—Zoey fue firme, elevando su calavera ante ella que luego apretó—puede ser el domingo, porque no tienes trabajo.

—No niñas, a ver, no vamos a invitar a nadie a la casa, ni a la señorita Susannah. Ya ella se dio cuenta de su error, yo también acepté que me pasé un poco con la policía, pero esto ha quedado aquí y la relación de ustedes con ella también ¿sí?

—Pero papá…—reclamaron las dos al mismo tiempo.

—Nada de peros, no insistan que no pasará. Si acaso ella vuelve a verlas será el próximo año como su profesora, si vuelve a ser suplente en la academia, pero no la vamos a traer aquí—se puso de pie con seriedad, pero al ver ojos brillantes y algún puchero suspiró—miren sé que se sienten solas—las dos ya sentadas en las camas asintieron—y por eso he decidido contratarles una niñera, que duerma aquí, que les ayude con su preparación escolar y les haga compañía cuando yo no esté.

—¿Puede ser linda y dulce como la señorita Sunny?

Darcy suspiró de forma pesada ante la pregunta de Zarah, pero se sentó en la orilla de la cama de ella, quien le tomó la mano.

—Intentaré que sea de su agrado, de ambas—miró a Zoey también—y antes de tomar una decisión la consultaré con ustedes para que todos estemos felices ¿está bien?

—¡Sí papi, sí!—gritaron las dos.

Zarah se tiró a los brazos de su padre y de inmediato Zoey bajó para unirse al mismo abrazo. Tres almas rotas por la perdida se unificaban con ternura y pequeños momentos como ese en la habitación rosada y cargada de juguetes de esas pequeñas gemelas.

Al final cada una tomó el lugar en su cama, mientras Darcy buscó un cuento para leerles antes de verlas quedarse profundamente dormidas. El padre suspiró viendo a sus hijas, su motor de vida y las únicas por las que se ha quedado en ese mundo luego de perder a la mujer a la que le entregó todo su amor y corazón en sus más felices años de matrimonio.

Había tanto de Amanda en ellas, sus cabellos rubios, sus narices finas, su forma única de ver la bondad del mundo, lo que claramente él no es tan capaz de hacer. Mientras salía recogió algunas piezas de ropa, de juguetes que dejó acumulados en una pila y al estar en el pasillo solo recostó la cabeza en la puerta y suspiró pesadamente.

Esperaba que la búsqueda de esa niñera no tardará demasiado. Que esa mujer que dejarían entrar a su vida fuera lo suficientemente buena como para cuidar bien de sus hijas, pero también enseñarle como hacerlo, como ser un mejor padre, como saberse más presente en sus día a día y no solo como un proveedor de las mismas.

En su habitación el caballero llevó nuevamente la mano a su nariz, quizás estaba quedando loco o realmente cansado porque continuaba sintiendo la dulzura de un perfume en sus dedos. Confundido ante lo mismo se dirigió hacia el escritorio y tomó la computadora buscando el nombre de esa mujer que no solo alteró su día, también parece haber enamorado a sus hijas, la profesora Susannah Gray.

La castaña salió del baño luego de haberse lavado el rostro, suspiró de forma pesada en su habitación buscando su vieja laptop donde actualizó su currículo para subirlo a esa aplicación que decía la conectaría con posibles empleos, pero nada bueno ha conseguido desde entonces, al menos nada fijo y real.

Tenía muchas esperanzas en la Academia Oxford. No solo fueron los que mejor ha ganado desde que empezó a buscar empleo como profesora, también era el lugar que mejor se adaptaba a sus horarios y el amor que con rapidez le tomó a los niños, era algo que la había esperanzado a que las cosas si iban a funcionar esa vez para ella, pero claramente no fue así.

Podría tildar aquel como uno de los peores días de su vida. No logró el empleo y por una buena acción terminó esposada cual criminal contra el frio capó de su automóvil, enfrentándose al poder y azulados ojos del poderoso Darcy Upton.

Pensando en esos ojos, esa mano fuerte y mandíbula apretada, tomó de nuevo la laptop antes de apagarla y buscó al reconocido empresario, suspirando al encontrar sus fotos donde salía guapísimo en su traje a la medida y aquellas notas de prensa que anunciaban la tragedia que ellos como familia habían sufrido.

Leer las mismas no le hizo bien y para cuando decidió despegarse del equipo las lágrimas ya habían llegado a sus pupilas. Una lloradita antes de dormir no le hace daño a nadie, aunque cuando Susannah se acomodó en su almohada y dejó su llanto salir no supo exactamente porque, claro que en ese punto llorar por todo parecía una buena idea.

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