Se suponía que iba a decirle a Enrique que no quería casarse, realmente lo había intentado un par de veces, pero cada vez que la frase "tenemos que hablar" surgía entre ambos, el hombre simplemente inventaba una excusa y desaparecía, haciendo que dicha labor fuese casi imposible de realizar. A tan solo un día de la boda, se sentía lo suficientemente asfixiada, como para estar a punto de colapsar. Angelo había sido otro quien le había insistido en hablar, pero ella adoptaba la misma actitud de Enrique, inventando excusas y diciéndole que no tenían nada de que hablar. Entonces, de esa manera, el ciclo se repetía y nada se solucionaba, la boda al parecer tendría lugar dentro de pocas horas. Y de esa manera, se encontraba ordenando algunas cosas para la boda del día siguiente en su habitación cuando Arnold, su hijo de dos años, irrumpió y se sentó frente a ella en la cama.—¿Mami, es verdad que mañana nos vamos a mudar?—preguntó con la inocencia y la curiosidad brillando en sus grandes
«No había forma de detenerse», pensó Ashley, poseída en medio de aquel momento tan placentero. El vaivén de Angelo estaba a punto de volverla loca, de hacerla perder la cabeza. Era simplemente exquisito. —No, basta—murmuró deseando que se apartara, puesto que estaba a tan solo horas de su boda. El hombre no obedeció y se movió de forma más contundente, más frenética. —No te casarás, Ashley —repitió.La mujer gimió más fuertemente y quiso quitarse la ropa, quiso mover sus manos con desespero y estar con su exmarido una vez más, aunque sea una última vez.Pero no podía engañarse, sabía que esto estaba mal y que debían parar, así que dándole un empujón en el pecho al hombre lo alejó, los dos se miraron jadeantes. —Sabes bien que no puede casarte, tú no lo amas—le dijo Angelo con total seguridad, puesto que había confirmado en ese beso que su exesposa lo seguía amando, Ashley aún lo amaba. —¿Tú qué sabes de mis sentimientos?—le grito la mujer, enfurecida, de que se sintiera tan conv
—Adelante—concedió el sacerdote, mirando a los recién llegados. Angelo y Mónica también se miraron entre sí, ninguno de los dos se habían dado cuenta de cuando cruzaron las puertas de la iglesia al mismo tiempo. Cada uno iba tan sumido en sus propios pensamientos, en su propio deseo de interrumpir ese matrimonio, que era como si hubiesen sido invisibles entre ellos. —¿Y bien? ¿Quién iniciará primero?—apremio el hombre.Angelo, caballeroso, le otorgó la palabra a la mujer, y pues no era simplemente cortesía, también se sentía intrigado con respecto a lo que tenía para decir, ya que ella era la mejor amiga de su exesposa. ¿Qué motivo tenía Mónica para interrumpir el matrimonio?En ese mismo instante, todas las miradas se centraron en ella, ocasionando que un temblor se apoderara de todo su cuerpo. Sin duda era una situación extremadamente difícil. ¡Quería desaparecer!«¿Cómo confesar ante tanto público que se acostó con el prometido de su mejor amiga?», se preguntó, mirando fijamente
Los golpes iban y venía en medio de aquella iglesia, la cual, pareció dejar de ser un lugar sagrado para transformarse en el ring de boxeo de dos hombres que peleaban por el amor de una mujer. En medio del forcejeo, Angelo se alejó y dirigió su mirada más fulminante a Enrique, con la intención de acorralarlo frente a todos los presentes, al punto de que no le quedará más remedio que decir la verdad, confesar su delito ante todos.Así que con voz firme y una mezcla de ira y dolor, lanzó su acusación: —¡Tú! ¡Tú fuiste capaz de traicionar a Ashley con Mónica!El acusado se quedó atónito por un breve instante, ciertamente esas palabras ya habían sido dichas en ese día, pero escucharlas desde la voz del exmarido de su prometida, le daba un peso diferente, una sensación mucho más incómoda y frustrante. En medio de aquel público, no pudo hacer más que balbucear, su voz no le ayudaba en su defensa, soltando solamente palabras sin sentidos y haciéndolo desear enterrar su cabeza en el suelo
«Esto es un asco», pensó Enrique, mientras daba vueltas en su auto sin saber qué hacer. Ese día, se suponía, iba a casarse, pero ahí estaba, deambulando por la ciudad, con el labio roto, y con varias costillas que parecían fracturadas. Sin ánimos de regresar a su casa, se estacionó en un bar que encontró de camino. —Voy a beber—se dijo. ¡Qué más daba!Al entrar, el humo y las risas huecas crearon una atmósfera densa y sofocante. «Justo lo que necesitaba», pensó, dejándose envolver por esa neblina artificial, intentando ahogar sus penas en el alcohol. Y así, una a una, las botellas vacías reposaron frente a él, como un monumento a su desdicha, mientras sus manos temblorosas se aferraban a la siguiente, buscando un refugio en cada trago.A medida que más bebía, el alcohol descendía por su garganta como un río caudaloso, arrastrando consigo sus recuerdos y emociones, aunque no todas, la imagen de Ashley seguía nítida cada vez que cerraba los ojos, atormentándolo. Afortunadamente, con
La noche había sido demasiado larga, a pesar de que había llegado de madrugada al hospital, y la oscuridad había durado muy pocas horas, se sintieron como toda una eternidad. A duras penas había logrado dormir un par de horas, pero las suficientes como para despertarse sobresaltada, ante el murmullo de las máquinas y el suave zumbido de las luces fluorescentes de la habitación, las cuales creaban una atmósfera de quietud inquietante. Al abrir los ojos, su mirada se encontró con el rostro de Enrique, el cual seguía dando ese aspecto pálido y sereno en la cama cercana.Un cálido nudo de emoción se formó en su pecho. Un torrente de recuerdos la invadió: la primera vez que vio a Enrique, cuando Ashley se lo presentó, luego todas las veces en que el hombre había solicitado su ayuda, y cómo había tratado de ser útil en sus planes. "Mónica, necesito tu ayuda. Estoy planeando proponerle matrimonio a Ashley, y pensé que podrías darme algunas ideas"Ese día, su corazón se había oprimido ante
Ashley abrió los ojos lentamente, aunque no quería hacerlo, se sentía cómoda, tan cómoda como no había estado en mucho tiempo. La calidez del cuerpo de Angelo a su lado le daba una satisfacción incomparable, haciendo que un suspiro se escapara de sus labios.Todo lo que le había atormentado la noche anterior, había desaparecido con sus besos y con sus caricias, ya no le importaba la boda interrumpida, ni las confesiones de su amiga, nada más importaba, lo importante era que estaban juntos, de nuevo. Y aunque el futuro era incierto, aprovecharían ese lienzo en blanco para llenarlo de buenos momentos, de cosas valiosas, de la paz que tanto necesitaban, porque ya no estaban solos. Ahora serían una familia, los tres, la familia que siempre debieron ser. La suave luz del alba que se filtraba por las rendijas de las cortinas, bañaba la habitación en un resplandor dorado. Ashley sonrió al mirar a Angelo, el cual aún dormía plácidamente, con una expresión serena en su rostro. Era tan guapo.
La verdad era que antes de abrir la puerta no sabía que se iba a encontrar, pero aun así, espero cualquier cosa menos la imagen que tenía delante. Su corazón se oprimió de inmediato ante la imagen de aquel Enrique postrado en una cama de hospital. En sus ojos podía evidenciarse la sombra de la desesperación que lo envolvía, y las lágrimas corrían de su mejilla, reflejando no solo su dolor físico, sino también el emocional. "Parece que no puede mover las piernas", recordó las palabras de Mónica, al tiempo en que la divisaba en la habitación. La mujer se levantó de la silla con una mirada comprensiva y les dejó a solas.En ese momento, se acercó a la cama lentamente, luchando por mantener la compostura ante el torbellino de emociones que la inundaba. —¿Cómo te sientes?—le preguntó al hombre con voz suave, impregnada de una genuina preocupación.Enrique desvió la mirada por un instante antes de enfrentarla. Sus ojos vidriosos revelaban todo su dolor. «Pobre», pensó, fue un pensamiento