Los golpes iban y venía en medio de aquella iglesia, la cual, pareció dejar de ser un lugar sagrado para transformarse en el ring de boxeo de dos hombres que peleaban por el amor de una mujer. En medio del forcejeo, Angelo se alejó y dirigió su mirada más fulminante a Enrique, con la intención de acorralarlo frente a todos los presentes, al punto de que no le quedará más remedio que decir la verdad, confesar su delito ante todos.Así que con voz firme y una mezcla de ira y dolor, lanzó su acusación: —¡Tú! ¡Tú fuiste capaz de traicionar a Ashley con Mónica!El acusado se quedó atónito por un breve instante, ciertamente esas palabras ya habían sido dichas en ese día, pero escucharlas desde la voz del exmarido de su prometida, le daba un peso diferente, una sensación mucho más incómoda y frustrante. En medio de aquel público, no pudo hacer más que balbucear, su voz no le ayudaba en su defensa, soltando solamente palabras sin sentidos y haciéndolo desear enterrar su cabeza en el suelo
«Esto es un asco», pensó Enrique, mientras daba vueltas en su auto sin saber qué hacer. Ese día, se suponía, iba a casarse, pero ahí estaba, deambulando por la ciudad, con el labio roto, y con varias costillas que parecían fracturadas. Sin ánimos de regresar a su casa, se estacionó en un bar que encontró de camino. —Voy a beber—se dijo. ¡Qué más daba!Al entrar, el humo y las risas huecas crearon una atmósfera densa y sofocante. «Justo lo que necesitaba», pensó, dejándose envolver por esa neblina artificial, intentando ahogar sus penas en el alcohol. Y así, una a una, las botellas vacías reposaron frente a él, como un monumento a su desdicha, mientras sus manos temblorosas se aferraban a la siguiente, buscando un refugio en cada trago.A medida que más bebía, el alcohol descendía por su garganta como un río caudaloso, arrastrando consigo sus recuerdos y emociones, aunque no todas, la imagen de Ashley seguía nítida cada vez que cerraba los ojos, atormentándolo. Afortunadamente, con
La noche había sido demasiado larga, a pesar de que había llegado de madrugada al hospital, y la oscuridad había durado muy pocas horas, se sintieron como toda una eternidad. A duras penas había logrado dormir un par de horas, pero las suficientes como para despertarse sobresaltada, ante el murmullo de las máquinas y el suave zumbido de las luces fluorescentes de la habitación, las cuales creaban una atmósfera de quietud inquietante. Al abrir los ojos, su mirada se encontró con el rostro de Enrique, el cual seguía dando ese aspecto pálido y sereno en la cama cercana.Un cálido nudo de emoción se formó en su pecho. Un torrente de recuerdos la invadió: la primera vez que vio a Enrique, cuando Ashley se lo presentó, luego todas las veces en que el hombre había solicitado su ayuda, y cómo había tratado de ser útil en sus planes. "Mónica, necesito tu ayuda. Estoy planeando proponerle matrimonio a Ashley, y pensé que podrías darme algunas ideas"Ese día, su corazón se había oprimido ante
Ashley abrió los ojos lentamente, aunque no quería hacerlo, se sentía cómoda, tan cómoda como no había estado en mucho tiempo. La calidez del cuerpo de Angelo a su lado le daba una satisfacción incomparable, haciendo que un suspiro se escapara de sus labios.Todo lo que le había atormentado la noche anterior, había desaparecido con sus besos y con sus caricias, ya no le importaba la boda interrumpida, ni las confesiones de su amiga, nada más importaba, lo importante era que estaban juntos, de nuevo. Y aunque el futuro era incierto, aprovecharían ese lienzo en blanco para llenarlo de buenos momentos, de cosas valiosas, de la paz que tanto necesitaban, porque ya no estaban solos. Ahora serían una familia, los tres, la familia que siempre debieron ser. La suave luz del alba que se filtraba por las rendijas de las cortinas, bañaba la habitación en un resplandor dorado. Ashley sonrió al mirar a Angelo, el cual aún dormía plácidamente, con una expresión serena en su rostro. Era tan guapo.
La verdad era que antes de abrir la puerta no sabía que se iba a encontrar, pero aun así, espero cualquier cosa menos la imagen que tenía delante. Su corazón se oprimió de inmediato ante la imagen de aquel Enrique postrado en una cama de hospital. En sus ojos podía evidenciarse la sombra de la desesperación que lo envolvía, y las lágrimas corrían de su mejilla, reflejando no solo su dolor físico, sino también el emocional. "Parece que no puede mover las piernas", recordó las palabras de Mónica, al tiempo en que la divisaba en la habitación. La mujer se levantó de la silla con una mirada comprensiva y les dejó a solas.En ese momento, se acercó a la cama lentamente, luchando por mantener la compostura ante el torbellino de emociones que la inundaba. —¿Cómo te sientes?—le preguntó al hombre con voz suave, impregnada de una genuina preocupación.Enrique desvió la mirada por un instante antes de enfrentarla. Sus ojos vidriosos revelaban todo su dolor. «Pobre», pensó, fue un pensamiento
Luego de acompañar a Ashley a su casa, había decido pasar por su departamento, se suponía que lo había alquilado para algo, así que no podía dejarlo del todo abandonado. Una vez entró, se quitó la ropa y se dirigió al baño, habían sido días muy pesados, así que necesitaba un poco de descanso. Inmediatamente, el vapor envolvió el pequeño baño como una neblina, creando así una atmósfera de aislamiento mientras el agua caliente caía sobre su piel. «Justo lo que necesitaba», pensó complacido. En esos momentos, sentía como la tensión de los últimos días empezaba a desvanecerse, dejándole espacio al sosiego. «Ashley», pensó Angelo, recordando la noche compartida, la suavidad de su piel, sus gemidos. Fue inevitable no sentir como su miembro despertaba ante el recuerdo. Había soñado tanto con ese momento, que ahora que se había vuelto realidad, no podía creerlo. «Cielos, se habían reconciliado», pensó de nuevo y esta vez una sonrisa se ensanchó en su rostro. Aquello era lo mejor que le
—Esto es hermoso—dijo Ashley embelesada con la espectacular vista. Ante sus ojos se alzaba una majestuosidad de montañas coronadas de nieve, las cuales brillaban bajo la luz del sol que se filtraba entre las nubes. Y un aire fresco y puro llenaba sus pulmones, revitalizándolos con cada bocanada.—Te lo dije. Este lugar es precioso—contestó Angelo, aunque la verdad era que esa era la primera vez que estaba en ese sitio. Aun así, había investigado bastante sobre el lugar antes de traer a su familia. Los visitantes siguieron recorriendo el corazón de la ciudad de Interlaken, en la cual se encontraba una plaza adornada con flores de colores vibrantes. Las calles eran empedradas y bordeadas por pintorescos edificios de estilo suizo, con balcones adornados de geranios en flor, creando un ambiente mágico.Mientras paseaban por las calles, el suave sonido de un arroyo cercano acompañaba sus pasos. Haciendo que se maravillaran ante la vista de los lagos cristalinos que se extendían hacia el
Ángel la levantó en sus brazos, sintiendo el peso de su fragilidad mientras corría hacia el auto. Su piel pálida, su vestido manchado de rojo carmesí, su respiración entrecortada... Cada segundo que pasaba era una agonía. El corazón del hombre latía con fuerza, una mezcla de terror y esperanza resonando en cada latido. La depositó con cuidado en el asiento trasero, sus manos temblorosas aferrándose a la suya por un instante.—¡Resiste, mi amor! ¡Ya casi llegamos!—suplicó con voz quebrada mientras pisaba el acelerador a fondo. La ciudad se convirtió en un borrón mientras se dirigía al hospital más cercano, cada minuto una eternidad, cada curva una tortura.«Que sobreviva, que sobreviva», pensaba con desesperación. Ella apenas podía hablar, sus ojos estaban nublados por el dolor. —Creo que…—No hables, cariño. No te fuerces—le dijo. No quería que agotará sus fuerzas, necesitaba que llegara despierta al hospital. Con eso en mente, apretó el volante con tanta fuerza que sus nudillos se