Ashley se encontraba en casa, revisando una lista interminable de detalles para la boda, cuando el timbre la sobresaltó. Al abrir la puerta, su corazón dio un vuelco al ver a Angelo parado en el umbral, con una sonrisa en su rostro.—¡Hola, Angelo!—exclamó, sin poder ocultar la sorpresa en su voz.—Hola, Ashley—respondió él con calidez, sus ojos llenos de una luz que ella no había visto en mucho tiempo. —¿Puedo ver a Arnold? Pensé que podríamos pasar la tarde juntos en el parque.La propuesta la tomó por sorpresa. Siempre que visitaba a su hijo, ella trataba de estar presente, ya que aún no confiaba en él en ese sentido, no confiaba en dejarle a su hijo a solas. Y no era por él, precisamente, era por su madre, por Débora. —Creo que sí—respondió finalmente, tratando de ocultar la incertidumbre que la atormentaba. —Pero, ¿te importaría si me uno a ustedes?Angelo la miró con una sonrisa comprensiva. En su interior suponía que se ofrecería a acompañarlos y ese era exactamente el objetiv
—Marco y Gerónimo, eran muy divertidos, mami—parloteaba Arnold, ajeno a la tensión existente entre sus padres. Aquel viaje de regreso se convirtió en un torbellino de emociones para Ashley y Angelo. La tensión en el auto era palpable, una densa niebla que los envolvía y les impedía ver con claridad. Sin embargo, el pequeño niño no lo notaba y sin duda, sus padres, lo preferían así.Ashley aún se sentía aturdida, con las mejillas sonrojadas por el calor del beso. «¡Vaya beso!», pensó. Su mente era un campo de batalla entre la razón y el deseo, la culpa y la esperanza. Luchaba por encontrar las palabras adecuadas para romper el silencio, pero ninguna parecía suficiente. Ni siquiera era capaz de contestarle a su hijo, el cual seguía hablando sin parar, sin imaginar lo que ocurría en su interior. La lucha interna que sufría. Al llegar a casa, Arnold los sacó de su ensimismamiento con su alegre voz infantil. Su madre lo tomó de la mano con una mezcla de alivio y tristeza, y se bajó del
No podía creer que Ashley le hubiese dado esa cachetada, ella, de todas las personas que conocía, no le daba la impresión de ser agresiva, pero así había sido, así sucedió. Su amada prometida era una mujer de carácter y se lo demostró con aquel golpe que controlo su desbordado ataque de celos. Recordando aquello y obligándose a procesarlo, salió de la casa de Ashley con el corazón encogido. La bofetada seguía resonando en su mente como un eco doloroso, un recordatorio de su error y de la herida que había infligido a la mujer que amaba.Con la mirada perdida y el paso tambaleante, se dirigió a un bar cercano, buscando refugio en la oscuridad y el anonimato. El alcohol le prometía un olvido temporal, un escape de la realidad que lo atormentaba.Al entrar en el bar, el bullicio y la música lo envolvieron como una ola, amortiguando por un momento el dolor que lo consumía. Se sentó en la barra, pidió un trago de whisky y bebió en silencio, tratando de ahogar sus penas en la bebida.De repe
«¿Qué hice?», pensó Enrique, cuando se despertó en aquella habitación de hotel, al lado del cuerpo desnudo de otra mujer. Pero esta no era cualquier mujer, era nada más ni nada menos que la mejor amiga de su prometida. Y eso hacía de la situación algo muchísimo más grave. —Enrique…Los ojos de Mónica se abrieron lentamente, para detallar su rostro. Su aspecto somnoliento y cansado, daba entender que había pasado una noche muy agitada, y, efectivamente, así había sido. Los dos lo sabían muy bien. La noche había sido una locura.—Mónica, esto no debió de haber pasado—dijo sin rodeos. No era como si pudiese borrar lo sucedido con esas simples palabras, pero deseaba, al menos, llegar a solucionarlo. Y la solución era simple: no volver a cometer el mismo error. Al escuchar esas palabras, Mónica se levantó inmediatamente de la cama, su cuerpo siendo cubierto con una sábana. —Lo sé, lo entiendo—contesto con arrepentimiento. Ella también tenía buenas razones para pensar lo mismo. «Claro q
«Soy una mala amiga, la peor», se lamentaba Mónica, mientras caminaba por las soleadas calles de Canarias, con el corazón cargado de culpa. Había viajado tan lejos buscando escapar de sus propios pensamientos, pero la traición que había cometido la perseguía como una sombra.Se sentó en una mesa al aire libre de un pequeño café, intentando mantener la compostura mientras su mente daba vueltas sin parar. Se preguntaba cómo había llegado a ese punto, cómo había podido traicionar a su mejor amiga de esa manera.En ese momento, su teléfono vibró, rompiendo el silencio. Al ver el nombre de Ashley en la pantalla, un nudo se formó en su garganta. No quería contestar. Pero aún así, contestó la llamada, preparándose para enfrentar la furia y el juicio de su amiga.—¿Hola, Ashley?—dijo Mónica, intentando sonar calmada.—¿Mónica? ¿Qué haces en Canarias? ¿Estás bien?—preguntó Ashley, sorprendida por el viaje inesperado de su amiga.Mónica respiró hondo, buscando las palabras adecuadas. —Oh, Ashl
¡Yo nunca te fui infiel! Aquella era una frase que nunca se hubiese esperado escuchar. Es decir, desde que lo encontró en la cama con aquella otra mujer, en su mente todo estuvo bastante claro. Su esposo la había engañado, no había otra explicación para eso. Pero entonces… ¿Por qué ahora venía y le decía eso? ¿Y por qué una parte de su ser quería creerle?Era absurdo. La sola idea era completamente absurda. —Vete—repitió, esta vez con menos fuerzas. No sabía qué tipo de artimaña estaba utilizando, pero era obvio que quería embaucarla, quería engatusarla con sus mentiras, hacerla flaquear con sus falsas palabras. —Ashley, escucha…—¡No, vete!—lo interrumpió nuevamente, no quería escuchar nada más. Ya había tenido suficiente de idioteces. Angelo suspiró, sabía que su reacción era la más natural. Tampoco había esperado que le creyera a la primera, pero ya había empezado a destapar la verdad, así que ya no podía detenerse. —Escucha, Ashley—hablo con voz fuerte, sin querer permitir
La imagen de su madre lo había dejado completamente preocupado, era obvio que Débora no estaba en sus casillas y sin duda representaba un peligro inminente para Ashley y su hijo. Con eso en mente, se subió en su auto y respiró hondo antes de marcar el número de su padre. La conversación que se avecinaba pesaba sobre sus hombros, pero era inevitable. Necesitaba desenmascarar a su madre.Al otro lado de la línea, la voz de su padre sonó tensa, parecía no querer hablar con él, no querer escucharlo sin importar lo que tuviese para decir. —¿Qué quieres? Ya no eres mi hijo. Elegiste darle la espalda a la familia por esa—dijo con amargura, haciendo referencia a la ruptura de Angelo con la empresa familiar y su posible relación con Ashley.—Papá, por favor, escucha—rogó el hombre, luchando por mantener la calma ante la hostilidad de su progenitor. «¿Qué había hecho pata merecer tanto desprecio?», se preguntó. —Hay algo importante que debo contarte. ¿Podemos vernos en persona?—agrego, desea
Angelo dormía profundamente en su departamento cuando el estridente timbre del teléfono interrumpió su sueño. Aturdido y con el corazón palpitando por la hora inusual de la llamada, se apresuró a contestar, temiendo lo peor.«Ashley», fue el pensamiento que cruzó su mente en ese momento tan extraño.—¿Hola?—murmuró con voz adormilada mientras frotaba sus ojos para despejarse.La voz que escuchó al otro lado de la línea lo congeló hasta la médula. Era su madre, pero su tono era diferente, más oscuro y siniestro de lo que recordaba. «¿Qué sucedía?», se preguntó alarmado.—Te creí más inteligente—comenzó la mujer, cargada de reproche y desdén. Parecía endemoniada —Tratar de poner a tu padre en mi contra no fue una decisión muy acertada, querido hizo—concluyó con risita, antes de cortar abruptamente la llamada.Se quedó petrificado por un instante, luego de aquella clara amenaza. ¿Qué significaban las palabras de su madre? Su mente se llenó de dudas y temores mientras intentaba comprende