«Soy una mala amiga, la peor», se lamentaba Mónica, mientras caminaba por las soleadas calles de Canarias, con el corazón cargado de culpa. Había viajado tan lejos buscando escapar de sus propios pensamientos, pero la traición que había cometido la perseguía como una sombra.Se sentó en una mesa al aire libre de un pequeño café, intentando mantener la compostura mientras su mente daba vueltas sin parar. Se preguntaba cómo había llegado a ese punto, cómo había podido traicionar a su mejor amiga de esa manera.En ese momento, su teléfono vibró, rompiendo el silencio. Al ver el nombre de Ashley en la pantalla, un nudo se formó en su garganta. No quería contestar. Pero aún así, contestó la llamada, preparándose para enfrentar la furia y el juicio de su amiga.—¿Hola, Ashley?—dijo Mónica, intentando sonar calmada.—¿Mónica? ¿Qué haces en Canarias? ¿Estás bien?—preguntó Ashley, sorprendida por el viaje inesperado de su amiga.Mónica respiró hondo, buscando las palabras adecuadas. —Oh, Ashl
¡Yo nunca te fui infiel! Aquella era una frase que nunca se hubiese esperado escuchar. Es decir, desde que lo encontró en la cama con aquella otra mujer, en su mente todo estuvo bastante claro. Su esposo la había engañado, no había otra explicación para eso. Pero entonces… ¿Por qué ahora venía y le decía eso? ¿Y por qué una parte de su ser quería creerle?Era absurdo. La sola idea era completamente absurda. —Vete—repitió, esta vez con menos fuerzas. No sabía qué tipo de artimaña estaba utilizando, pero era obvio que quería embaucarla, quería engatusarla con sus mentiras, hacerla flaquear con sus falsas palabras. —Ashley, escucha…—¡No, vete!—lo interrumpió nuevamente, no quería escuchar nada más. Ya había tenido suficiente de idioteces. Angelo suspiró, sabía que su reacción era la más natural. Tampoco había esperado que le creyera a la primera, pero ya había empezado a destapar la verdad, así que ya no podía detenerse. —Escucha, Ashley—hablo con voz fuerte, sin querer permitir
La imagen de su madre lo había dejado completamente preocupado, era obvio que Débora no estaba en sus casillas y sin duda representaba un peligro inminente para Ashley y su hijo. Con eso en mente, se subió en su auto y respiró hondo antes de marcar el número de su padre. La conversación que se avecinaba pesaba sobre sus hombros, pero era inevitable. Necesitaba desenmascarar a su madre.Al otro lado de la línea, la voz de su padre sonó tensa, parecía no querer hablar con él, no querer escucharlo sin importar lo que tuviese para decir. —¿Qué quieres? Ya no eres mi hijo. Elegiste darle la espalda a la familia por esa—dijo con amargura, haciendo referencia a la ruptura de Angelo con la empresa familiar y su posible relación con Ashley.—Papá, por favor, escucha—rogó el hombre, luchando por mantener la calma ante la hostilidad de su progenitor. «¿Qué había hecho pata merecer tanto desprecio?», se preguntó. —Hay algo importante que debo contarte. ¿Podemos vernos en persona?—agrego, desea
Angelo dormía profundamente en su departamento cuando el estridente timbre del teléfono interrumpió su sueño. Aturdido y con el corazón palpitando por la hora inusual de la llamada, se apresuró a contestar, temiendo lo peor.«Ashley», fue el pensamiento que cruzó su mente en ese momento tan extraño.—¿Hola?—murmuró con voz adormilada mientras frotaba sus ojos para despejarse.La voz que escuchó al otro lado de la línea lo congeló hasta la médula. Era su madre, pero su tono era diferente, más oscuro y siniestro de lo que recordaba. «¿Qué sucedía?», se preguntó alarmado.—Te creí más inteligente—comenzó la mujer, cargada de reproche y desdén. Parecía endemoniada —Tratar de poner a tu padre en mi contra no fue una decisión muy acertada, querido hizo—concluyó con risita, antes de cortar abruptamente la llamada.Se quedó petrificado por un instante, luego de aquella clara amenaza. ¿Qué significaban las palabras de su madre? Su mente se llenó de dudas y temores mientras intentaba comprende
Se suponía que iba a decirle a Enrique que no quería casarse, realmente lo había intentado un par de veces, pero cada vez que la frase "tenemos que hablar" surgía entre ambos, el hombre simplemente inventaba una excusa y desaparecía, haciendo que dicha labor fuese casi imposible de realizar. A tan solo un día de la boda, se sentía lo suficientemente asfixiada, como para estar a punto de colapsar. Angelo había sido otro quien le había insistido en hablar, pero ella adoptaba la misma actitud de Enrique, inventando excusas y diciéndole que no tenían nada de que hablar. Entonces, de esa manera, el ciclo se repetía y nada se solucionaba, la boda al parecer tendría lugar dentro de pocas horas. Y de esa manera, se encontraba ordenando algunas cosas para la boda del día siguiente en su habitación cuando Arnold, su hijo de dos años, irrumpió y se sentó frente a ella en la cama.—¿Mami, es verdad que mañana nos vamos a mudar?—preguntó con la inocencia y la curiosidad brillando en sus grandes
«No había forma de detenerse», pensó Ashley, poseída en medio de aquel momento tan placentero. El vaivén de Angelo estaba a punto de volverla loca, de hacerla perder la cabeza. Era simplemente exquisito. —No, basta—murmuró deseando que se apartara, puesto que estaba a tan solo horas de su boda. El hombre no obedeció y se movió de forma más contundente, más frenética. —No te casarás, Ashley —repitió.La mujer gimió más fuertemente y quiso quitarse la ropa, quiso mover sus manos con desespero y estar con su exmarido una vez más, aunque sea una última vez.Pero no podía engañarse, sabía que esto estaba mal y que debían parar, así que dándole un empujón en el pecho al hombre lo alejó, los dos se miraron jadeantes. —Sabes bien que no puede casarte, tú no lo amas—le dijo Angelo con total seguridad, puesto que había confirmado en ese beso que su exesposa lo seguía amando, Ashley aún lo amaba. —¿Tú qué sabes de mis sentimientos?—le grito la mujer, enfurecida, de que se sintiera tan conv
—Adelante—concedió el sacerdote, mirando a los recién llegados. Angelo y Mónica también se miraron entre sí, ninguno de los dos se habían dado cuenta de cuando cruzaron las puertas de la iglesia al mismo tiempo. Cada uno iba tan sumido en sus propios pensamientos, en su propio deseo de interrumpir ese matrimonio, que era como si hubiesen sido invisibles entre ellos. —¿Y bien? ¿Quién iniciará primero?—apremio el hombre.Angelo, caballeroso, le otorgó la palabra a la mujer, y pues no era simplemente cortesía, también se sentía intrigado con respecto a lo que tenía para decir, ya que ella era la mejor amiga de su exesposa. ¿Qué motivo tenía Mónica para interrumpir el matrimonio?En ese mismo instante, todas las miradas se centraron en ella, ocasionando que un temblor se apoderara de todo su cuerpo. Sin duda era una situación extremadamente difícil. ¡Quería desaparecer!«¿Cómo confesar ante tanto público que se acostó con el prometido de su mejor amiga?», se preguntó, mirando fijamente
Los golpes iban y venía en medio de aquella iglesia, la cual, pareció dejar de ser un lugar sagrado para transformarse en el ring de boxeo de dos hombres que peleaban por el amor de una mujer. En medio del forcejeo, Angelo se alejó y dirigió su mirada más fulminante a Enrique, con la intención de acorralarlo frente a todos los presentes, al punto de que no le quedará más remedio que decir la verdad, confesar su delito ante todos.Así que con voz firme y una mezcla de ira y dolor, lanzó su acusación: —¡Tú! ¡Tú fuiste capaz de traicionar a Ashley con Mónica!El acusado se quedó atónito por un breve instante, ciertamente esas palabras ya habían sido dichas en ese día, pero escucharlas desde la voz del exmarido de su prometida, le daba un peso diferente, una sensación mucho más incómoda y frustrante. En medio de aquel público, no pudo hacer más que balbucear, su voz no le ayudaba en su defensa, soltando solamente palabras sin sentidos y haciéndolo desear enterrar su cabeza en el suelo