Actitudes impulsivas
—Marco y Gerónimo, eran muy divertidos, mami—parloteaba Arnold, ajeno a la tensión existente entre sus padres.

Aquel viaje de regreso se convirtió en un torbellino de emociones para Ashley y Angelo. La tensión en el auto era palpable, una densa niebla que los envolvía y les impedía ver con claridad. Sin embargo, el pequeño niño no lo notaba y sin duda, sus padres, lo preferían así.

Ashley aún se sentía aturdida, con las mejillas sonrojadas por el calor del beso.

«¡Vaya beso!», pensó.

Su mente era un campo de batalla entre la razón y el deseo, la culpa y la esperanza. Luchaba por encontrar las palabras adecuadas para romper el silencio, pero ninguna parecía suficiente. Ni siquiera era capaz de contestarle a su hijo, el cual seguía hablando sin parar, sin imaginar lo que ocurría en su interior. La lucha interna que sufría.

Al llegar a casa, Arnold los sacó de su ensimismamiento con su alegre voz infantil. Su madre lo tomó de la mano con una mezcla de alivio y tristeza, y se bajó del
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