No podía creer que Ashley le hubiese dado esa cachetada, ella, de todas las personas que conocía, no le daba la impresión de ser agresiva, pero así había sido, así sucedió. Su amada prometida era una mujer de carácter y se lo demostró con aquel golpe que controlo su desbordado ataque de celos. Recordando aquello y obligándose a procesarlo, salió de la casa de Ashley con el corazón encogido. La bofetada seguía resonando en su mente como un eco doloroso, un recordatorio de su error y de la herida que había infligido a la mujer que amaba.Con la mirada perdida y el paso tambaleante, se dirigió a un bar cercano, buscando refugio en la oscuridad y el anonimato. El alcohol le prometía un olvido temporal, un escape de la realidad que lo atormentaba.Al entrar en el bar, el bullicio y la música lo envolvieron como una ola, amortiguando por un momento el dolor que lo consumía. Se sentó en la barra, pidió un trago de whisky y bebió en silencio, tratando de ahogar sus penas en la bebida.De repe
«¿Qué hice?», pensó Enrique, cuando se despertó en aquella habitación de hotel, al lado del cuerpo desnudo de otra mujer. Pero esta no era cualquier mujer, era nada más ni nada menos que la mejor amiga de su prometida. Y eso hacía de la situación algo muchísimo más grave. —Enrique…Los ojos de Mónica se abrieron lentamente, para detallar su rostro. Su aspecto somnoliento y cansado, daba entender que había pasado una noche muy agitada, y, efectivamente, así había sido. Los dos lo sabían muy bien. La noche había sido una locura.—Mónica, esto no debió de haber pasado—dijo sin rodeos. No era como si pudiese borrar lo sucedido con esas simples palabras, pero deseaba, al menos, llegar a solucionarlo. Y la solución era simple: no volver a cometer el mismo error. Al escuchar esas palabras, Mónica se levantó inmediatamente de la cama, su cuerpo siendo cubierto con una sábana. —Lo sé, lo entiendo—contesto con arrepentimiento. Ella también tenía buenas razones para pensar lo mismo. «Claro q
«Soy una mala amiga, la peor», se lamentaba Mónica, mientras caminaba por las soleadas calles de Canarias, con el corazón cargado de culpa. Había viajado tan lejos buscando escapar de sus propios pensamientos, pero la traición que había cometido la perseguía como una sombra.Se sentó en una mesa al aire libre de un pequeño café, intentando mantener la compostura mientras su mente daba vueltas sin parar. Se preguntaba cómo había llegado a ese punto, cómo había podido traicionar a su mejor amiga de esa manera.En ese momento, su teléfono vibró, rompiendo el silencio. Al ver el nombre de Ashley en la pantalla, un nudo se formó en su garganta. No quería contestar. Pero aún así, contestó la llamada, preparándose para enfrentar la furia y el juicio de su amiga.—¿Hola, Ashley?—dijo Mónica, intentando sonar calmada.—¿Mónica? ¿Qué haces en Canarias? ¿Estás bien?—preguntó Ashley, sorprendida por el viaje inesperado de su amiga.Mónica respiró hondo, buscando las palabras adecuadas. —Oh, Ashl
¡Yo nunca te fui infiel! Aquella era una frase que nunca se hubiese esperado escuchar. Es decir, desde que lo encontró en la cama con aquella otra mujer, en su mente todo estuvo bastante claro. Su esposo la había engañado, no había otra explicación para eso. Pero entonces… ¿Por qué ahora venía y le decía eso? ¿Y por qué una parte de su ser quería creerle?Era absurdo. La sola idea era completamente absurda. —Vete—repitió, esta vez con menos fuerzas. No sabía qué tipo de artimaña estaba utilizando, pero era obvio que quería embaucarla, quería engatusarla con sus mentiras, hacerla flaquear con sus falsas palabras. —Ashley, escucha…—¡No, vete!—lo interrumpió nuevamente, no quería escuchar nada más. Ya había tenido suficiente de idioteces. Angelo suspiró, sabía que su reacción era la más natural. Tampoco había esperado que le creyera a la primera, pero ya había empezado a destapar la verdad, así que ya no podía detenerse. —Escucha, Ashley—hablo con voz fuerte, sin querer permitir
La imagen de su madre lo había dejado completamente preocupado, era obvio que Débora no estaba en sus casillas y sin duda representaba un peligro inminente para Ashley y su hijo. Con eso en mente, se subió en su auto y respiró hondo antes de marcar el número de su padre. La conversación que se avecinaba pesaba sobre sus hombros, pero era inevitable. Necesitaba desenmascarar a su madre.Al otro lado de la línea, la voz de su padre sonó tensa, parecía no querer hablar con él, no querer escucharlo sin importar lo que tuviese para decir. —¿Qué quieres? Ya no eres mi hijo. Elegiste darle la espalda a la familia por esa—dijo con amargura, haciendo referencia a la ruptura de Angelo con la empresa familiar y su posible relación con Ashley.—Papá, por favor, escucha—rogó el hombre, luchando por mantener la calma ante la hostilidad de su progenitor. «¿Qué había hecho pata merecer tanto desprecio?», se preguntó. —Hay algo importante que debo contarte. ¿Podemos vernos en persona?—agrego, desea
Angelo dormía profundamente en su departamento cuando el estridente timbre del teléfono interrumpió su sueño. Aturdido y con el corazón palpitando por la hora inusual de la llamada, se apresuró a contestar, temiendo lo peor.«Ashley», fue el pensamiento que cruzó su mente en ese momento tan extraño.—¿Hola?—murmuró con voz adormilada mientras frotaba sus ojos para despejarse.La voz que escuchó al otro lado de la línea lo congeló hasta la médula. Era su madre, pero su tono era diferente, más oscuro y siniestro de lo que recordaba. «¿Qué sucedía?», se preguntó alarmado.—Te creí más inteligente—comenzó la mujer, cargada de reproche y desdén. Parecía endemoniada —Tratar de poner a tu padre en mi contra no fue una decisión muy acertada, querido hizo—concluyó con risita, antes de cortar abruptamente la llamada.Se quedó petrificado por un instante, luego de aquella clara amenaza. ¿Qué significaban las palabras de su madre? Su mente se llenó de dudas y temores mientras intentaba comprende
Se suponía que iba a decirle a Enrique que no quería casarse, realmente lo había intentado un par de veces, pero cada vez que la frase "tenemos que hablar" surgía entre ambos, el hombre simplemente inventaba una excusa y desaparecía, haciendo que dicha labor fuese casi imposible de realizar. A tan solo un día de la boda, se sentía lo suficientemente asfixiada, como para estar a punto de colapsar. Angelo había sido otro quien le había insistido en hablar, pero ella adoptaba la misma actitud de Enrique, inventando excusas y diciéndole que no tenían nada de que hablar. Entonces, de esa manera, el ciclo se repetía y nada se solucionaba, la boda al parecer tendría lugar dentro de pocas horas. Y de esa manera, se encontraba ordenando algunas cosas para la boda del día siguiente en su habitación cuando Arnold, su hijo de dos años, irrumpió y se sentó frente a ella en la cama.—¿Mami, es verdad que mañana nos vamos a mudar?—preguntó con la inocencia y la curiosidad brillando en sus grandes
«No había forma de detenerse», pensó Ashley, poseída en medio de aquel momento tan placentero. El vaivén de Angelo estaba a punto de volverla loca, de hacerla perder la cabeza. Era simplemente exquisito. —No, basta—murmuró deseando que se apartara, puesto que estaba a tan solo horas de su boda. El hombre no obedeció y se movió de forma más contundente, más frenética. —No te casarás, Ashley —repitió.La mujer gimió más fuertemente y quiso quitarse la ropa, quiso mover sus manos con desespero y estar con su exmarido una vez más, aunque sea una última vez.Pero no podía engañarse, sabía que esto estaba mal y que debían parar, así que dándole un empujón en el pecho al hombre lo alejó, los dos se miraron jadeantes. —Sabes bien que no puede casarte, tú no lo amas—le dijo Angelo con total seguridad, puesto que había confirmado en ese beso que su exesposa lo seguía amando, Ashley aún lo amaba. —¿Tú qué sabes de mis sentimientos?—le grito la mujer, enfurecida, de que se sintiera tan conv