En una pequeña sala adjunta a la iglesia, Sophie Miller se encontraba frente a un gran espejo de cuerpo entero, ajustando los detalles finales de su vestido de novia.
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las ventanas, iluminando la habitación con un brillo cálido.Aunque el ambiente era tranquilo y sereno, Sophie sentía una inquietud que no podía disipar, que no era capaz de entender del todo.Tal vez eran solo los nervios.—Sophie, te ves increíble. ¿Estás lista? —preguntó Emma, su dama de honor y amiga de confianza, observaba a Sophie con preocupación.Sophie se encontró con la mirada de Emma a través del reflejo del espejo y le dedicó una sonrisa algo forzada.—Gracias, Emma. Estoy lista... creo. Solo me pregunto si él vendrá —confesó Sophie quién en secreto anhelaba que el hombre que la adoptó de pequeña apareciera y la llevará al altar.Sabía que era estúpido pensar que si no se había acercado a ella en todos esos años lo haría el día de su boda.Pero le había mandado una invitación y no podía evitar mirar la puerta y esperar que en cualquier momento se abriera.—¿Te refieres a tu padre adoptivo? —Emma se acercó a Sophie, colocando una mano reconfortante en su hombro.Sophie asintió, jugueteando con el gemelo de metal que sostenía entre sus dedos.La 'M' grabada en su superficie era su único vínculo con el hombre que la había rescatado de un orfanato, pero que había permanecido como una sombra en su vida, lejos de ella.—No lo he vuelto a ver desde que me adoptó. Siempre estuvo ausente, enviando solo cartas y haciendo arreglos desde lejos. Pero hoy... hoy es mi boda. No puedo evitar preguntarme si finalmente se presentará, debería hacerlo aunque solo sea por cortesía y por despedirse de mí —explicó Sophie intentando justificar sus esperanzas esas que siempre había conservado de volver a verlo cada vez que había algún evento en su vida.Su cumpleaños, graduación y ahora su boda, en el fondo había anhelado como cualquier niña tener a alguien que la quisiera y se preocupaba por ella pero con los años tuvo que aceptar que no era algo a lo que pudiera aspirar.—Entiendo lo importante que es para ti —respondió su amiga correspondiendo a su sonrisa—. Pero recuerda, hoy es tu día, Sophie. Estás rodeada de gente que te quiere y te apoya. Pase lo que pase, estaremos aquí para ti.Justo entonces, como si esperara ese momento justo, la puerta de la sala se abrió ligeramente, y una voz suave llamó desde el exterior.—Señorita Miller, es hora de comenzar a prepararse para la ceremonia —dijo la voz de una de las organizadoras de la boda.Sophie respiró profundamente para calmarse y asintió a su amiga.—Tienes razón, Emma. Hoy nada va a fastidiarme el día, empieza un nuevo capítulo en mi vida. Con o sin él, debo seguir adelante.—respondió Sophie, encontrando una fuerza que creía perdida, en las palabras de su amiga.Las horas pasaban lentamente en la iglesia, y el novio de Sophie aún no había aparecido.Las habladurías y teorías crecían entre los invitados, sus susurros y murmullos llenaban el espacio.Sophie, vestida de blanco y esperando en la sala adjunta, sentía cómo su corazón se hundía con cada minuto que pasaba, tenía miedo de que su novio lo hubiera pensado mejor y decidiera abandonarla.—Esto no es normal, Emma. ¿Dónde está él? ¿Qué podría haberle pasado? —preguntó Sophie.—Habrá tenido algún inconveniente, tal vez un problema en el viaje —trataba de consolarla Emma, pero no lograba ocultar del todo que estaba tan preocupada como ella.Sophie solo pudo encogerse de hombros y caminar de un lado a otro intentando calmarse.Justo entonces, la puerta se abrió bruscamente y la madre del novio, la futura suegra de Sophie, entró en la iglesia furiosa, fulminando a Sophie con la mirada como si ella fuera la culpable de que su hijo no apareciera.—¿Dónde está mi hijo? ¿Qué has hecho?—Mamá, no sé qué está diciendo.Su suegra no le creyó en absoluto y la abofeteó directamente.—No me llames así. Algo debiste hacerle para que no aparezca. ¿Le has sido infiel?¿Es eso, verdad? Él se ha enterado y decidió no casarse contigo.Sophie soportó el dolor y siguió negando con la cabeza, pero fue en vano.Antes de que Emma pudiera acercarse, el tío del novio, cegado por la ira, empujó a Sophie.La joven novia tropezó y cayó al suelo.—Ya lo he dicho varias veces, eres una huérfana, no digna de mi sobrino —dijo él muy enfadado.—Es una vergüenza para nuestra familia.—¡Vete ahora mismo!…—¡Basta! ¡Qué están haciendo! —Emma se paró frente a Sophie para protegerla.Los familiares de la suegra, que la habían seguido, comenzaron a lanzar acusaciones y humillaciones hacia Sophie y su amiga, creando una escena caótica y dolorosa.Sophie se encontraba en el suelo, intentando procesar lo que estaba sucediendo.Cuando de repente, la puerta de la sala se abrió de golpe.Todos los ojos se volvieron hacia la figura que apareció en el umbral.Era un hombre, alto y de aspecto imponente, con una presencia que parecía llenar toda la habitación.Él avanzó con paso firme hacia el grupo, su mirada era dura y penetrante.Lo seguía una sexy mujer, vestida de negro, con un cuchillo en la cintura y con una amplia sonrisa.También había un hombre delgado, con gafas de metal y traje, que parecía serio como un robot.Detrás de ellos había muchos guardaespaldas.Al verlo, la suegra y sus familiares retrocedieron instintivamente, su furia momentáneamente silenciada por la aparición del desconocido.—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó el hombre con una voz tan potente que resonó en la sala a pesar de no estar gritando.Sophie, aún en el suelo, levantó la mirada hacia él con los ojos llenos de lágrimas.No lo reconocía, pero había algo en su presencia que le transmitía una sensación que no era capaz de explicar, algo que hacía que se sintiera segura, él le resultaba familiar.—¿Quién eres? —preguntó provocativamente el tío del novio.—Será mejor que respondas la pregunta con sinceridad, de lo contrario el cuchillo no tiene ojos.La mujer no supo cuando se paró detrás del tío, con el cuchillo apuntando a su cuello.—E... Esta mujer es la responsable de la desaparición de mi hijo —balbuceó la suegra, señalando a Sophie con un dedo tembloroso.El hombre miró a Sophie y luego a la suegra, evaluando la situación con una mirada fría.—No parece ser el comportamiento adecuado para una boda —dijo el hombre acercándose a la joven.Su voz imponía un respeto que pocos se atrevían a desafiar.Los familiares de la suegra, ahora menos seguros de sí mismos, intercambiaron miradas nerviosas.—Sophie, ¿estás bien? —preguntó el hombre, ofreciéndole su mano para ayudarla a levantarse.Sophie asintió, aún temblorosa.Aunque no sabía quién era este hombre, su presencia había cambiado el curso de los acontecimientos.Por un momento, la tensión del ambiente dio paso a un silencio expectante. Todos esperaban ver qué ocurriría a continuación.Detrás del hombre, una fila de guardaespaldas se alineaba de manera intimidante.El desconocido se inclinó y levantó a Sophie del suelo con cuidado, se veía realmente preocupado por ella.Sophie, aún en estado de shock por la humillación a la que acababa de ser sometida por su futura familia política y ahora por la aparición de este enigmático salvador.—Gracias, señor —dijo ella con voz temblorosa, observándolo, por alguna razón no podía apartar la mirada de él, quien irremediablemente la atrajo contra su cuerpo en un gesto protector poniéndose entre ella y sus atacantes.Antes de que pudiera hacer más preguntas sobre la identidad del hombre, él hombre con traje negro se acercó.Se acomodó las gafas y se plantó frente a ellos, parecía llevar noticias de gran importancia.—¡Silencio! —empezó a hablar, capturando la atención de todos en la sala—. Tengo una noticia grave que comunicar. El novio no asistirá a la ceremonia porque está muerto.Un murmullo de incredulidad y horror recorrió la habitación.Sophie sintió como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies.¿Muerto? ¿Cómo podía ser posible?El hombre misterioso rápidamente la abrazó y le dio fuerzas.Las palabras del secretario retumbaban en su mente, cada una era un golpe devastador a su ya frágil estado emocional.Dos personas la habían amado en su vida.Marie, su madre que murió siendo ella muy pequeña y su prometido a quien perdía justo antes de iniciar su vida juntos, era como si ella no estuviera destinada a ser amada jamás.La suegra, al escuchar la noticia, palideció, su furia había sido reemplazada por un shock que la dejó sin hablar por un instante.Los invitados comenzaron a susurrar entre ellos, la tragedia superando cualquier protocolo social.El hombre misterioso, aún sosteniendo a Sophie en sus brazos, miró al secretario.—¿Cómo sucedió? —preguntó con una voz que, aunque calmada, dejaba entrever la seriedad de la situación.En el tenso silencio que llenaba la iglesia, una figura se abrió paso hacia el frente, capturando la atención de todos los presentes. El hombre, con una presencia que imponía respeto, tomó con delicadeza la mano de Sophie, guiándola hacia el centro del altar. Detrás de ellos, dos secretarios y un grupo de guardaespaldas seguían en formación solemne, asegurando que todos los ojos estuvieran puestos en ellos. Al ver su acercamiento, los murmullos de la iglesia cesaron de golpe, dejando un silencio algo incómodo.Se detuvo frente a los invitados y su mirada recorrió la multitud antes de hablar.—Mis queridos amigos y familia —comenzó a hablar el hombre misterioso, su voz resonaba con autoridad en medio de la iglesia— Entiendo que mi presencia aquí haya causado sorpresa, la mayoría ni siquiera deben saber quién soy.Sophie, aún temblaba ligeramente por la ansiedad del momento, miraba a ese hombre, tenía muchas dudas en la mente.—Hoy debería haber sido un día de celebración y alegría p
Sophie retrocedió horrorizada, sus ojos se ampliaron y su respiración se entrecortaba mientras miraba al hombre frente a ella. No podía mentir a lo que sus ojos veían: su padre adoptivo, ese gemelo idéntico al que ella había guardado durante años y la letra "M" bordada en su pañuelo. Era él, pero ¿cómo podía ser posible?—La boda contínua.El hombre tomó la mano de Sophie y se pararon juntos frente al podio.Unos minutos después, una voz cautelosa cortó el denso murmullo de la iglesia. El pastor, un hombre mayor con una expresión de preocupación arraigada en su rostro, se dirigió temblorosamente a ese hombre misterioso.—Se... señor... ¿Cómo se llama usted? —preguntó, intentando mantener la compostura.El hombre giró lentamente para mirarlo. Su voz, cuando habló, resonó con una autoridad que dejó en claro quién controlaba el lugar en ese instante.—Michael Harrison —respondió simplemente.Un susurro colectivo se elevó entre los invitados. Preguntas y conjeturas comenzaron a flotar
Sophie y Michael llegaron a una mansión impresionante, la enorme casa se veía desde lejos. El coche se detuvo justo en la puerta donde una larga fila de sirvientas los esperaba. Se inclinaron en cuanto los recién casados salieron del coche Sophie.Ella aún aturdida por lo que acababa de vivir en la iglesia, apenas podía creer lo que veía.Había vivido en una gran casa con servicio todos esos años.Michael se había ocupado de que nada le faltara a pesar de no estar presente en su vida, pero aquello, era demasiado, era como en las películas de gente muy importante.—Bienvenida, señora —dijo una de las doncellas adelantándose hacia ellos Sophie, cuyo corazón latía con una mezcla de miedo y desconcierto.Miró la fila de mujeres inclinadas ante ella. Su rostro se tiñó de rojo, no por placer, sino por una profunda incomodidad.—Por favor, levántense —pidió rápidamente ella, no estaba acostumbrada a ese tipo de cosas.Sin embargo, Michael, a quien parecía no gustarle que renunciará a sus
Uno de los guardaespaldas, se acercó a Sophie y le cubrió los ojos con un pañuelo grueso para que no fuera capaz de ver nada. La hizo caminar por un largo rato y luego la empujó haciéndola caer sin ninguna delicadeza sobre una cama grande.El pánico se apoderó de ella al no saber que pretendía hacerle mientras forcejeaban. Pero él era más fuerte y grande por lo que terminó con las manos amarradas.Sophie, luchaba contra el pánico que aquello le hizo sentir, aunque lo cierto era que ese hombre se apartó de ella y ya no la tocó más.Pensó en las escenas de tortura que había visto en películas y programas de televisión que iban sobre la mafia, esperando que llegara el momento en que algo malo ocurriera pero nada sucedía.Tras lo que pareció una eternidad a oscuras, la puerta se abrió con un leve chirrido. Alguien entró en la habitación y caminaba hacia ella, podía escuchar sus pasos acelerando el ritmo de su corazón a medida que se acercaba a ella. Unas manos desconocidas tocaron su c
Era un abrazo cálido, incongruentemente reconfortante en medio del frío de la muerte que la rodeaba. Sophie levantó la vista, sus ojos estaban nublados por las lágrimas, y se encontró con la mirada del hombre que era el responsable de su desgracia.—Lo siento, Sophie —dijo Michael contra el oído de la joven haciéndola estremecer por su contacto mientras la sostenía — Sabía que necesitabas verlo con tus propios ojos para creerlo, él ya no está, solo te quedo yo.…… Habían pasado tres días desde que vio el cuerpo de su prometido.Tres días durante los cuales había rechazado comida y bebida en una protesta silenciosa por su cautiverio. Su cuerpo se sentía débil, pero su espíritu se mantenía desafiante, no era una esclava ni dejaría que la tratarán como una prisionera, era un ser humano.La criada mayor que la había acompañado el primer día, entró en la habitación con una bandeja de comida. A lo largo de esos días oscuros, ella había sido la única luz en la oscuridad para Sophie.Se p
Mientras Sophie se evadía de la fiesta observando la playa en uno de los balcones. Una voz familiar la interrumpió, llamándola por su nombre y haciendo que se girara rápidamente para ver quién era aquella mujer que la conocía. El frío la invadió al encontrarse cara a cara con un fantasma del pasado, una de sus antiguas compañeras del internado, pero en este caso era más bien la chica que le había hecho la vida imposible durante el tiempo en el que debió permanecer ahí.—Vaya, vaya, si es la pequeña Sophie —dijo la chica caminando hasta donde ella estaba y mirándola de arriba a abajo sin ningún reparo, analizando el vestido que llevaba y algo molesta porque le sentara tan bien.— Si me permites debo ir a…— Sophie intentó evitarla y salir del balcón para volver al salón, pero la otra chica se lo impidió bloqueándole el paso.— Nunca esperé verte en un lugar como este. ¿Qué haces aquí, intentando robar algo... o a alguien?Siguió la otra chica burlona, negando con la cabeza porque no se
Los ojos de esa mujer no se apartaban de Sophie, era como si la estuviera analizando exhaustivamente de un modo que la estaba incomodando. — Ahora ella es mi esposa — Respondió Michael haciendo que la mujer dejara de observarla y desviara rápidamente la vista al hombre con la mirada cargada de sorpresa.Abrió la boca, parecía que iba a hablar y la volvió a cerrar, como si quisiera decir muchas cosas pero intentara pensar la mejor manera de hacerlo.—Después de todos estos años, todavía no puedes olvidarla —murmuró al fin, la voz de esa mujer era triste, casi parecía un reproche, o tal vez solo era la impresión que daba, lo que estaba claro es que había muchísimo más tras esas palabras.Michael apretó ligeramente más a Sophie contra él de forma protectora, como si por un instante temiera que se la quitaran, o simplemente quisiera dejar claro que era suya y nadie se la arrebataría.De algún modo ella se sintió molesta, no podía expresar muy bien cuáles eran sus emociones y mucho menos
Sophie se quedó inmóvil por un momento, sin saber qué hacer. Por un lado, deseaba empujar a Michael, apartarlo y correr lo más lejos posible de él y de todo lo que representaba. Pero, al mismo tiempo, su cuerpo anhelaba estar más cerca de él. Casi sin darse cuenta, pasó los brazos tras el cuello del hombre, abrazándolo, mientras Michael, ya sin dudas, rodeó su cintura y la pegó a su cuerpo.La lengua del hombre se abrió camino entre los labios de la mujer y ella correspondió al beso, dejó que invadiera su boca y se entregó a ese beso, era incapaz de pensar, solo sentir y lo sentía a él, sentía su boca, sentía la necesidad de seguir siendo besada por él.— Sophie…— dijo él, casi en un susurro contra la boca de su joven esposa, sin soltarla, sin dejarla apartarse, mirándola a los ojos.El corazón de la chica latía salvajemente, mientras su pecho subía y bajaba a causa de la respiración acelerada, sus manos resbalaron por el pecho del hombre y tuvo que usar toda su fuerza de voluntad