Sophie retrocedió horrorizada, sus ojos se ampliaron y su respiración se entrecortaba mientras miraba al hombre frente a ella.
No podía mentir a lo que sus ojos veían: su padre adoptivo, ese gemelo idéntico al que ella había guardado durante años y la letra "M" bordada en su pañuelo. Era él, pero ¿cómo podía ser posible?—La boda contínua.El hombre tomó la mano de Sophie y se pararon juntos frente al podio.Unos minutos después, una voz cautelosa cortó el denso murmullo de la iglesia.El pastor, un hombre mayor con una expresión de preocupación arraigada en su rostro, se dirigió temblorosamente a ese hombre misterioso.—Se... señor... ¿Cómo se llama usted? —preguntó, intentando mantener la compostura.El hombre giró lentamente para mirarlo.Su voz, cuando habló, resonó con una autoridad que dejó en claro quién controlaba el lugar en ese instante.—Michael Harrison —respondió simplemente.Un susurro colectivo se elevó entre los invitados.Preguntas y conjeturas comenzaron a flotar en el aire como hojas arrastradas por el viento.—¿Michael Harrison?—¿Es el CEO de CygnetTech, la empresa de software?—¿Es el hombre más autoritario de este país?—¿Es el demonio asesino?—¿Qué relación tiene con la novia?…Sophie escuchó las preguntas, cada una clavándose en su mente como una aguja.No podía creer que el hombre que la había adoptado pudiera ser el mismo que ahora sembraba el terror en lo que debería haber sido el día más feliz de su vida.Era cierto que jamás lo había visto desde el día en que la adoptó, que fue criada por un chófer y una ama de llaves y que todos los caprichos le fueron concedidos siempre, pero lo había idealizado y creía que era un buen hombre.Michael, se volvió hacia ella, sus ojos se encontraron con los de la joven.Era una mirada en la que alguna vez había encontrado consuelo, pero ahora solo veía un abismo oscuro.—Sophie, no dejes que las palabras de los demás te nublen la mente —dijo con una suavidad que contrastaba con la situación—. Recuerda quién soy, quién has sido para mí, Te di siempre la mejor educación.Todo lo que quisiste te fue concedido.—Pero no puedo casarme contigo, ¡Eres mi padre adoptivo!Sophie tembló, las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos.Estaba atrapada, no solo físicamente, sino también por los recuerdos y emociones que la ataban a este hombre.Michael Harrison, quien había sido su protector, el padre que siempre quiso tener y jamás pudo conocer.Ahora solo podía verlo como su captor.¡No es correcto!Los invitados continuaron murmurando, sus voces eran un zumbido constante en el fondo.Algunos comenzaron a levantarse, mirando hacia las puertas como si consideraran una huida.Pero los guardias, inmóviles y amenazadores, recordaron a todos que no había salida posible de esa iglesia.El pastor, que había presenciado innumerables bodas y funerales, nunca había enfrentado una situación como esta.Se quedó de pie con la Biblia apretada contra su pecho, rezando en silencio por una resolución pacífica.Michael, se frotó las cejas irritado.Era un hombre que prefería el orden y la discreción, y todo este ruido y caos no era más que una distracción indeseada de sus planes meticulosamente trazados.De repente, el sonido agudo y consecutivo de una ráfaga de disparos cortó a través del aire tenso de la iglesia.Tan pronto como comenzaron, cesaron, y un silencio pesado y ominoso se asentó sobre la congregación una vez más.La joven apareció nuevamente como un fantasma.—¡Todos callen, ahora la boda continúa! —anunció con un tono que no admitía réplicas.Sophie, paralizada por el miedo, se sintió como si cada sombra de esperanza se hubiera disipado.La mente de Sophie giraba en un torbellino de desesperación y repulsión.Quería resistirse, gritar, correr, hacer cualquier cosa para escapar de esta pesadilla.Pero antes de que pudiera moverse, Michael se inclinó hacia ella.Su aliento era frío en su oído, y las palabras que susurró le helaron la sangre.—No intentes escapar, Sophie —dijo con una calma venenosa—. O te enviaré a conocer a tu prometido.Las palabras resonaron en su cabeza, una sentencia de muerte disfrazada de advertencia.Sophie sintió cómo la última chispa de rebelión se extinguía dentro de ella, reemplazada por un miedo abrumador y paralizante.Miró a su alrededor, buscando un aliado, una salida, cualquier signo de esperanza.Pero todo lo que vio fueron los rostros asustados de los invitados, los guardias implacables en las puertas, y el secretario, que ahora parecía más un verdugo que un funcionario.El padre adoptivo se enderezó, mirando a la multitud con una expresión de indiferencia fría.Era claro que para él, todos eran solo peones en su retorcido juego.Sophie, la hija adoptiva solo en el papel, era ahora la pieza central de su plan enfermizo.El pastor, se enfrentaba a una tarea que ningún líder espiritual desearía.Tartamudeando, intentó seguir adelante con la ceremonia, su voz apenas audible sobre el pesado silencio que llenaba la iglesia.—Y usted, señor Harrison, ¿toma a Sophie como su legítima esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? —preguntó con un hilo de voz.Michael, con una serenidad que contrastaba agudamente con la tensión a su alrededor, respondió sin vacilar.—Sí —dijo, y sus ojos se suavizaron al posarlos en Sophie.Por un breve e ilusorio momento, su mirada se llenó de algo que parecía genuinamente amoroso, y Sophie sintió un atisbo de duda.¿Podría ser que, después de todo, hubiera algo de verdad en sus palabras, algo de auténtico afecto en su corazón?¿Y si ese hombre realmente si sentía algo por ella y tal vez por fin alguien llegaba a amarla?Pero cualquier pensamiento de indulgencia se desvaneció cuando llegó su turno de responder.Giró la cabeza y se encontró con los ojos ardientes de ira de la mujer que habría sido su suegra.La clara advertencia en su mirada no dejaba lugar a dudas: no había opción más que someterse.—Sí —susurró Sophie, su voz ahogada por la opresión y el miedo, y con esa palabra, se selló su destino.La ceremonia concluyó en una bruma de formalidades y palabras vacías.Michael le extendió la mano a Sophie, su gesto un simulacro de cuidado y apoyo.La condujo fuera de la iglesia, cada paso sintiéndose como una marcha hacia lo desconocido.Mientras la pareja desaparecía de la vista, el secretario, un hombre cuyo rostro hasta ahora había sido una máscara de eficiencia profesional, se giró hacia el guardaespaldas más cercano.Su voz era fría, desprovista de emoción.—Mátenlos a todos —ordenó sin un ápice de duda.Sophie y Michael llegaron a una mansión impresionante, la enorme casa se veía desde lejos. El coche se detuvo justo en la puerta donde una larga fila de sirvientas los esperaba. Se inclinaron en cuanto los recién casados salieron del coche Sophie.Ella aún aturdida por lo que acababa de vivir en la iglesia, apenas podía creer lo que veía.Había vivido en una gran casa con servicio todos esos años.Michael se había ocupado de que nada le faltara a pesar de no estar presente en su vida, pero aquello, era demasiado, era como en las películas de gente muy importante.—Bienvenida, señora —dijo una de las doncellas adelantándose hacia ellos Sophie, cuyo corazón latía con una mezcla de miedo y desconcierto.Miró la fila de mujeres inclinadas ante ella. Su rostro se tiñó de rojo, no por placer, sino por una profunda incomodidad.—Por favor, levántense —pidió rápidamente ella, no estaba acostumbrada a ese tipo de cosas.Sin embargo, Michael, a quien parecía no gustarle que renunciará a sus
Uno de los guardaespaldas, se acercó a Sophie y le cubrió los ojos con un pañuelo grueso para que no fuera capaz de ver nada. La hizo caminar por un largo rato y luego la empujó haciéndola caer sin ninguna delicadeza sobre una cama grande.El pánico se apoderó de ella al no saber que pretendía hacerle mientras forcejeaban. Pero él era más fuerte y grande por lo que terminó con las manos amarradas.Sophie, luchaba contra el pánico que aquello le hizo sentir, aunque lo cierto era que ese hombre se apartó de ella y ya no la tocó más.Pensó en las escenas de tortura que había visto en películas y programas de televisión que iban sobre la mafia, esperando que llegara el momento en que algo malo ocurriera pero nada sucedía.Tras lo que pareció una eternidad a oscuras, la puerta se abrió con un leve chirrido. Alguien entró en la habitación y caminaba hacia ella, podía escuchar sus pasos acelerando el ritmo de su corazón a medida que se acercaba a ella. Unas manos desconocidas tocaron su c
Era un abrazo cálido, incongruentemente reconfortante en medio del frío de la muerte que la rodeaba. Sophie levantó la vista, sus ojos estaban nublados por las lágrimas, y se encontró con la mirada del hombre que era el responsable de su desgracia.—Lo siento, Sophie —dijo Michael contra el oído de la joven haciéndola estremecer por su contacto mientras la sostenía — Sabía que necesitabas verlo con tus propios ojos para creerlo, él ya no está, solo te quedo yo.…… Habían pasado tres días desde que vio el cuerpo de su prometido.Tres días durante los cuales había rechazado comida y bebida en una protesta silenciosa por su cautiverio. Su cuerpo se sentía débil, pero su espíritu se mantenía desafiante, no era una esclava ni dejaría que la tratarán como una prisionera, era un ser humano.La criada mayor que la había acompañado el primer día, entró en la habitación con una bandeja de comida. A lo largo de esos días oscuros, ella había sido la única luz en la oscuridad para Sophie.Se p
Mientras Sophie se evadía de la fiesta observando la playa en uno de los balcones. Una voz familiar la interrumpió, llamándola por su nombre y haciendo que se girara rápidamente para ver quién era aquella mujer que la conocía. El frío la invadió al encontrarse cara a cara con un fantasma del pasado, una de sus antiguas compañeras del internado, pero en este caso era más bien la chica que le había hecho la vida imposible durante el tiempo en el que debió permanecer ahí.—Vaya, vaya, si es la pequeña Sophie —dijo la chica caminando hasta donde ella estaba y mirándola de arriba a abajo sin ningún reparo, analizando el vestido que llevaba y algo molesta porque le sentara tan bien.— Si me permites debo ir a…— Sophie intentó evitarla y salir del balcón para volver al salón, pero la otra chica se lo impidió bloqueándole el paso.— Nunca esperé verte en un lugar como este. ¿Qué haces aquí, intentando robar algo... o a alguien?Siguió la otra chica burlona, negando con la cabeza porque no se
Los ojos de esa mujer no se apartaban de Sophie, era como si la estuviera analizando exhaustivamente de un modo que la estaba incomodando. — Ahora ella es mi esposa — Respondió Michael haciendo que la mujer dejara de observarla y desviara rápidamente la vista al hombre con la mirada cargada de sorpresa.Abrió la boca, parecía que iba a hablar y la volvió a cerrar, como si quisiera decir muchas cosas pero intentara pensar la mejor manera de hacerlo.—Después de todos estos años, todavía no puedes olvidarla —murmuró al fin, la voz de esa mujer era triste, casi parecía un reproche, o tal vez solo era la impresión que daba, lo que estaba claro es que había muchísimo más tras esas palabras.Michael apretó ligeramente más a Sophie contra él de forma protectora, como si por un instante temiera que se la quitaran, o simplemente quisiera dejar claro que era suya y nadie se la arrebataría.De algún modo ella se sintió molesta, no podía expresar muy bien cuáles eran sus emociones y mucho menos
Sophie se quedó inmóvil por un momento, sin saber qué hacer. Por un lado, deseaba empujar a Michael, apartarlo y correr lo más lejos posible de él y de todo lo que representaba. Pero, al mismo tiempo, su cuerpo anhelaba estar más cerca de él. Casi sin darse cuenta, pasó los brazos tras el cuello del hombre, abrazándolo, mientras Michael, ya sin dudas, rodeó su cintura y la pegó a su cuerpo.La lengua del hombre se abrió camino entre los labios de la mujer y ella correspondió al beso, dejó que invadiera su boca y se entregó a ese beso, era incapaz de pensar, solo sentir y lo sentía a él, sentía su boca, sentía la necesidad de seguir siendo besada por él.— Sophie…— dijo él, casi en un susurro contra la boca de su joven esposa, sin soltarla, sin dejarla apartarse, mirándola a los ojos.El corazón de la chica latía salvajemente, mientras su pecho subía y bajaba a causa de la respiración acelerada, sus manos resbalaron por el pecho del hombre y tuvo que usar toda su fuerza de voluntad
— Cuando te vi a punto de casarte con otro hombre… sentí algo que me es imposible describir o explicar. — hablaba mientras se deshacía de su ropa a medida que bajaba por su cuello saboreando su piel.Ella se apoyó sobre los codos observando como Michael reptaba por su cuerpo mientras lo mantenía ceñido entre sus piernas, aún en la misma posición, acariciandolo intentando deshacerse de su ropa y de la de él.— Bésame... — pidió Sophie inclinándose hacia él. — Bésame.Él se alzó de nuevo para besarla y darle lo que pedía, aún así sus manos seguían desnudándola hasta dejarla en ropa interior. Levantó la mirada y la observó, esos labios enrojecidos por los besos, la forma en que subía y bajaba su pecho al respirar, todo en ella lo provocaba.— Eres mía Sophie, me perteneces.Bajó por su escote mientras llevaba una mano tras su espalda y le desabrochaba el sujetador dejando sus pechos expuestos, incapaz de resistirse a tomar uno de sus pezones entre los labios y succionar con delicadeza.S
— Soy tuya, por entero... — susurró abrazándolo, en ese momento así se sentía, no pensaba, solo se dejaba llevar, nada dolía solo sentía placer en ese instante, de nuevo manteniendo la espalda aún arqueada ofreciéndose por entero a él.Las caderas de Michael no podían detenerse, era incapaz de dejar de reclamarla, era suya y se lo hacía saber con todo su cuerpo, con su piel, con la inmensa necesidad que lo recorría por sentirla suya.Levantó la vista para mirarla a los ojos invadiendo nuevamente su boca en un beso desesperado, no quería perderla, no había nada que pudiera alejarlo de ella.— Sophie... Hazlo Casi gruñó con posesividad inclinándose para saborear su boca, sabiendo que no podía aguantar mucho más, sintiendo como lo apretaba, como si reclamara ser llenada de él. Ese beso era todo lo que la chica necesitaba para estallar en un orgasmo que lo atravesó todo, gimiendo su nombre, dejando solo su cuerpo entregada por completo a las sensaciones que la recorrían.— Sophie— él in