El sol apenas se filtraba por la ventana cuando Michael se levantó de la cama, intentando no despertar a Sophie, que dormía plácidamente a su lado. Con pasos ligeros y sigilosos, se dirigió a la habitación de los niños, donde yacían dormidos sus pequeños tesoros.Al entrar, una oleada de amor lo invadió. Observó a sus hijos, dos pequeños seres que habían llegado a su vida seis meses atrás, pero a los que no había tenido la oportunidad de conocer hasta ahora. Ahora, contemplándolos mientras dormían, sentía que su corazón se desbordaba de felicidad.Los gemelos, envueltos en suaves mantas, parecían tranquilos y serenos en su sueño. Michael se acercó con cuidado a las cunas y los observó con ternura, maravillado por su belleza y la perfección de sus rasgos. Cada respiración, cada pequeño gesto, llenaba su corazón de un amor que jamás había sentido por nadie. Eran sus hijos, fruto del amor que sentía por su esposa.Se quedó allí, en silencio, durante unos minutos que parecieron eternos.S
Sophie observaba a su amiga desde la alfombra. De repente, la expresión de Emma cambió. Una nueva contracción la recorrió, y esta vez algo más sucedió. Emma notó como si un globo explotara dentro de ella. Sintió el líquido resbalando por sus piernas, formando un pequeño charco en el suelo.— ¡Oh, sí estás de parto! —exclamó Sophie—. Acabas de romper aguas.Se levantó rápidamente y se acercó a su amiga, acariciando su barriga, que ahora se sentía completamente dura.— Pero todavía no… aún quedaba un mes —aseguró Emma con voz entrecortada.— ¿Dónde está Robert? —preguntó Sophie.— Acompañó a Michael al hospital.— Y que tengas que ponerte de parto el mismo día que esa mujer… —Sophie suspiró y miró a sus bebés sentados en la alfombra. La pequeña nariz estaba llevando un mordedor a la boca mientras el pequeño Michael intentaba ponerse de pie agarrado a un mueble.— Solo dame un momento. Buscaré a la niñera para que se quede con ellos y yo misma te llevaré al hospital —dijo Sophie con dete
Un médico se acercó a Michael con el rostro descompuesto. Su expresión grave hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Michael. Instintivamente, su corazón se aceleró, anticipando que las noticias que estaba a punto de recibir no serían nada buenas.— ¿Podemos hablar?Michael sabía que esas palabras jamás indicaban nada bueno en una relación; podían significar incluso el fin de esta, y cuando las decía un médico con esa expresión, podía ser aún peor.Sophie también lo sabía, así que colocó una mano reconfortante sobre el brazo de Michael, preparada para escuchar lo que el médico tenía que decir.— Claro, doctor, dígame — respondió Michael, sintiendo que su corazón latía tan rápido que apenas podía escuchar las palabras del médico.— En privado, por favor — dijo el doctor, dirigiendo su mirada hacia Sophie.Cuando ella se disponía a retirarse, Michael la tomó de la mano, girando su rostro hacia él y negando con la cabeza. No quería que su esposa se fuera.— Es mi esposa, no tiene
Tras un breve intercambio de palabras con la enfermera, Michael y Sophie fueron forzados a salir de la habitación, dejando a Laura sola, quien no dejaba de gritar y mostrarse histérica. Sus gritos se estuvieron escuchando por minutos hasta que Michael pasó un brazo alrededor de la cintura de Sophie y la estrechó contra su cuerpo. Entonces, como siempre que estaban juntos, se creó para ellos una extraña burbuja imaginaria en la que no existía nada más que el calor reconfortante de sus abrazos.Michael cerró los ojos y escondió el rostro en el cuello de Sophie, inhalando su aroma. Tenía todo lo que necesitaba: a su esposa y a sus hijos sanos y salvos en casa. Sentía mucho la muerte de su hijo, pero Laura por fin estaría fuera de su vida y se ocuparía de tomar represalias legales contra ella por todo lo sucedido con Sophie.— Deberíamos ver si tenemos noticias de Emma — Habló al fin Sophie.No había podido sacarse de la cabeza lo sucedido con Laura y temía porque algo no fuera bien con
Michael lo supo al instante y salió rápidamente de la habitación mientras se llevaba el teléfono móvil al oído y llamaba a Hanna.— Moviliza a todos nuestros hombres. Los quiero en el hospital en este mismo instante. Rastreen los alrededores hasta encontrar a Laura.— Cierren todas las salidas del hospital en este mismo instante — dijo Robert, actuando igual de rápido. Estaban acostumbrados a trabajar en equipo.Aunque en ese instante, Robert sentía un miedo terrible por lo que pudiera ocurrirle a su hijo. Su instinto hizo la faena por él, saliendo también de la habitación y buscando al primer guardia de seguridad que encontró. Tomó su comunicador sin ni siquiera pedirle permiso y se lo llevó a la boca para hablar.— Han robado un bebé. No dejen salir a nadie del hospital y detengan a cualquier mujer que lleve un recién nacido en brazos — habló, sonando mucho más tranquilo de lo que realmente estaba. Luego, volvió a la habitación para intentar calmar a su esposa e interrogar a Sophie
En una pequeña sala adjunta a la iglesia, Sophie Miller se encontraba frente a un gran espejo de cuerpo entero, ajustando los detalles finales de su vestido de novia. La luz suave de la mañana se filtraba a través de las ventanas, iluminando la habitación con un brillo cálido. Aunque el ambiente era tranquilo y sereno, Sophie sentía una inquietud que no podía disipar, que no era capaz de entender del todo. Tal vez eran solo los nervios.—Sophie, te ves increíble. ¿Estás lista? —preguntó Emma, su dama de honor y amiga de confianza, observaba a Sophie con preocupación.Sophie se encontró con la mirada de Emma a través del reflejo del espejo y le dedicó una sonrisa algo forzada.—Gracias, Emma. Estoy lista... creo. Solo me pregunto si él vendrá —confesó Sophie quién en secreto anhelaba que el hombre que la adoptó de pequeña apareciera y la llevará al altar.Sabía que era estúpido pensar que si no se había acercado a ella en todos esos años lo haría el día de su boda.Pero le había man
En el tenso silencio que llenaba la iglesia, una figura se abrió paso hacia el frente, capturando la atención de todos los presentes. El hombre, con una presencia que imponía respeto, tomó con delicadeza la mano de Sophie, guiándola hacia el centro del altar. Detrás de ellos, dos secretarios y un grupo de guardaespaldas seguían en formación solemne, asegurando que todos los ojos estuvieran puestos en ellos. Al ver su acercamiento, los murmullos de la iglesia cesaron de golpe, dejando un silencio algo incómodo.Se detuvo frente a los invitados y su mirada recorrió la multitud antes de hablar.—Mis queridos amigos y familia —comenzó a hablar el hombre misterioso, su voz resonaba con autoridad en medio de la iglesia— Entiendo que mi presencia aquí haya causado sorpresa, la mayoría ni siquiera deben saber quién soy.Sophie, aún temblaba ligeramente por la ansiedad del momento, miraba a ese hombre, tenía muchas dudas en la mente.—Hoy debería haber sido un día de celebración y alegría p
Sophie retrocedió horrorizada, sus ojos se ampliaron y su respiración se entrecortaba mientras miraba al hombre frente a ella. No podía mentir a lo que sus ojos veían: su padre adoptivo, ese gemelo idéntico al que ella había guardado durante años y la letra "M" bordada en su pañuelo. Era él, pero ¿cómo podía ser posible?—La boda contínua.El hombre tomó la mano de Sophie y se pararon juntos frente al podio.Unos minutos después, una voz cautelosa cortó el denso murmullo de la iglesia. El pastor, un hombre mayor con una expresión de preocupación arraigada en su rostro, se dirigió temblorosamente a ese hombre misterioso.—Se... señor... ¿Cómo se llama usted? —preguntó, intentando mantener la compostura.El hombre giró lentamente para mirarlo. Su voz, cuando habló, resonó con una autoridad que dejó en claro quién controlaba el lugar en ese instante.—Michael Harrison —respondió simplemente.Un susurro colectivo se elevó entre los invitados. Preguntas y conjeturas comenzaron a flotar