Capítulo 713
En la mansión donde vivían Luis y Dulcinea.

Los sonidos de sus respiraciones agitadas en la lujosa cama redonda iban disminuyendo. Luis, aún insatisfecho, abrazó a Dulcinea, provocando que su cuerpo temblara.

Luis le sujetó las manos, levantándolas y presionándolas contra la suave almohada.

Sus ojos oscuros no se apartaban de ella.

Las largas pestañas de Dulcinea, adornadas con lágrimas, temblaban ligeramente, su rostro pálido con un rubor tenue, toda su figura parecía envuelta en una niebla cálida.

Luis besó su barbilla y luego su lóbulo de la oreja.

Con voz ronca, le susurró:

—Eres tan dulce…

Desde que quedó embarazada, salvo raras excepciones, siempre estaba dócil y suave, una sensación diferente que Luis adoraba. Ahora, él la acariciaba:

—Una vez más… ¿sí?

Dulcinea inclinó la cabeza y cerró los ojos lentamente.

Con un ligero temblor, murmuró:

—Estoy muy cansada…

Pero él no quería detenerse, seguía insistiendo:

—No tienes que hacer nada, Dulci, solo mírame, ¿sí? Mírame mientras te a
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