Capítulo 712
La luz de la tarde era suave y cálida.

Dulcinea se despertó de su siesta, y como los niños aún dormían, decidió hojear una revista en la sala de estar… En ese momento, se escuchó un golpeteo en la puerta y la voz de la sirvienta:

—Señora, Catalina ha traído a alguien que quiere verla.

Dulcinea apretó ligeramente los dedos.

Luego, dejó la revista a un lado y respondió en voz alta:

—Dile que la veré en la sala de estar pequeña.

En la pequeña sala de estar, un hombre con aspecto de chofer estaba visiblemente nervioso.

Era un enviado de Sylvia.

Catalina le había dicho que hoy conocería a la esposa de señor Fernández y que si seguía sus instrucciones, recibiría una gran suma de dinero. Sus hijos estudiaban en el extranjero y necesitaba ese dinero urgentemente.

Unos diez minutos después, Dulcinea entró.

Apenas llegó, la sirvienta le ofreció un tazón de suplementos de alta calidad con una sonrisa:

—Señora, lo he cocido dos minutos más para que esté más suave, bébalo mientras está caliente.

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