Capítulo 708
La mañana del tercer día, Luis regresó.

Al entrar al apartamento, mientras cambiaba sus zapatos, una de las empleadas se le acercó y le susurró:

—Señor, estos dos días que no estuvo en casa, la señora no paró de llorar. Me preocupa que pueda dañar sus ojos.

Luis se detuvo un momento.

Luego, se quitó el abrigo y se dirigió al dormitorio.

En la suave luz de la mañana, solo un rayo de sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la cama de marfil blanco.

La pequeña Alegría dormía profundamente en los brazos de Dulcinea, con sus mejillas sonrosadas.

Luis se sentó al borde de la cama, despertando a Dulcinea.

Ella lo miró en silencio, observando la sombra de barba que había crecido en su mentón y la camisa que llevaba puesta, sin haberla cambiado en tres días.

Luis siempre cuidaba su apariencia, cambiándose de ropa a diario.

Que hubiera pasado tres días sin cambiarse la camisa, cuidando a Sylvia, mostraba cuánto la valoraba. Entonces, ¿qué significaba para él esa niña inocente que ll
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