Capítulo 706
Una gran cantidad de regalos de lujo llenaba la sala de estar.

Dulcinea no les prestó atención.

Como de costumbre, acunó a Alegría hasta que se durmió y luego la pasó a la sirvienta. Cuando regresó a la habitación, se sentó en el sofá y abrió uno o dos regalos. Tal como esperaba, eran joyas.

Perdió el interés de inmediato.

Luis, sentado frente a ella, vio el collar de diamantes y preguntó con indiferencia:

—¿No te gusta?

Dulcinea sacudió la cabeza suavemente.

Acariciando su vientre aún plano, dijo:

—No es que no me guste. Luis, sabes que no soy tan materialista. A veces necesito más dinero en efectivo. Recuerdo cuando vivíamos en Ciudad BA. No podía usar la tarjeta de mi hermano y no me atrevía a pedirte dinero. Nunca salía a eventos sociales porque a veces no tenía ni para una comida… Ahora tenemos otro hijo en camino, y con Leonardo y Alegría, hay muchos gastos. No puedo seguir pidiéndole dinero a las sirvientas, ¿verdad?

—Ser la señora Fernández así es muy humillante.

Luis sonrió:
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