Capítulo 600
La noche cayó sombría y opresiva.

Luis sonrió con desdén:

—¿De verdad pensabas que te amo, Dulcinea?

Se acercó a su oído, su voz suave pero con un frío penetrante:

—Solo me faltaba dormir un poco más. Después de nuestro divorcio, me di cuenta de que ninguna mujer, por muy atractiva que sea, me excita... excepto cuando pienso en ti suplicándome entre lágrimas. Me arrepiento de haberte dejado ir. Aunque estemos divorciados, eso no nos impide compartir la cama. Tal vez, sin los lazos del matrimonio, nuestro encuentro sea aún más apasionante.

Hablaba con crueldad, intentando herirla con sus palabras.

Efectivamente, Dulcinea no podía soportar oírlo. Trató de liberarse, pero fue en vano.

Luis, un hombre de gran tamaño, fácilmente capturó sus delgados muñecas, elevándolas y forzando su cuerpo a erguirse, sometiéndola a su examen lascivo.

Con palabras vulgares comentó:

—Veo que no debería haber sido tan indulgente contigo.

Dulcinea luchaba desesperadamente por liberarse, pero no pudo.

Las muñe
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