Capítulo 479
Isabel se sintió desilusionada:

—¿Tan rápido te vas? Podrías quedarte un rato y descansar, no hace falta que te vayas hasta que salga el sol.

—No es apropiado —respondió Ana con firmeza, mientras se calzaba los zapatos—. He venido por los niños, no para rememorar el pasado con Mario. No es adecuado quedarme ni un segundo más.

Parecía tener el corazón de piedra, pero ¿acaso no estaba rota por dentro? Eulogio, siempre sensato, reflexionó un momento antes de hablar:

—Ana, es tarde para que vuelvas sola. Permíteme llevarte.

Aunque Ana argumentó que no era necesario, que el conductor podía llevarla, Eulogio insistió con determinación. Tal vez él también deseaba evitar seguir discutiendo con Isabel... Al final, Ana aceptó.

Cuando subió al coche, el día ya estaba amaneciendo lentamente, con el lejano cacareo de los gallos anunciando la llegada de un nuevo día. Al llegar a la villa de Ana, la luz de la mañana era suave y el cielo comenzaba a aclararse.

Carmen no había dormido en toda la noche,
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