Capítulo 484
Justo en ese momento, la sirvienta trajo tacos. Pero Ana no comió. Lo miró fijamente a Luis, sintiendo que su hermano había cambiado, y temblando, preguntó suavemente:

—¿Hermano, solo estás vengándote de ella?

—Sí —respondió Luis rápidamente.

Ana esbozó una sonrisa suave, cargada de tristeza, y pronunció con pesar:

—¡No puedes negarlo! Reconocer que la amas te llevará a una profunda autocrítica y dolor, ¡porque tú mismo la has transformado en esto!

Una pesada melancolía la invadía. Sabía mejor que nadie que engañar a los demás era sencillo, pero engañarse a uno mismo era una tarea ardua.

Percibía el sufrimiento de Luis. Con decisión, Ana no deseaba prolongar la situación. Levantó su equipaje con suavidad y manifestó:

—Mi asistente aún me aguarda afuera. Hermano, tal vez puedas ocultar la verdad por un tiempo, pero ¿serás capaz de mantenerla oculta para siempre?

Se dispuso a retirarse. Sin embargo, la firme voz de Luis la detuvo:

—¡Ana!

Ana frenó su paso, aunque no se giró. Con suavidad
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