Capítulo 490
La mirada de Mario era profunda. Sin ejercer más presión sobre ella, la atrajo suavemente hacia su abrazo, envolviéndola con fuerza. En ese abrazo, su mundo se impregnó del cálido aroma del hombre al que pertenecía.

Finalmente, la consoló con delicadeza y preguntó:

—Ana, ¿podría cortejarte de nuevo? ¿Podría continuar hasta que estés lista para regresar, lista para ser mi esposa una vez más?

Mario, Eulogio y los dos niños, junto con los empleados domésticos, habían notado la recuperación de la salud de Mario. Aunque no fue una sorpresa, todos estaban profundamente felices y celebraban el hecho. El almuerzo de ese día fue especialmente abundante, con platos cargados de significados auspiciosos. Después de comer, Eulogio se excusó y se retiró primero.

Ana lo observó alejarse, perdida en sus pensamientos. Más tarde, se dirigió a la cocina en busca de una botella de agua mineral. Al abrir la puerta del refrigerador, una mano masculina ya había alcanzado el agua por ella. Al levantar la vi
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