Capítulo 437
Ella no quería que la viera así.

Desvió la mirada y, con voz apagada, murmuró:

—No es nada.

Se quedó en silencio un instante, luego añadió con resignación:

—Si la criada se lleva a los niños, ya no subiré.

Mario no se movió. A la luz tenue de la luna, sus ojos negros la fijaban intensamente, capturando cada una de sus expresiones. Incluso desafiante, preguntó directamente:

—¿Has llorado?

—¡No! —respondió ella.

Incapaz de soportar esa mirada intensa, Ana salió del auto y dijo:

—Yo misma iré a llamar.

Apenas había puesto un pie en el suelo cuando alguien le agarró la muñeca.

Mario la sujetó y, bajo la luz lunar, observó el elegante y sensual vestido que llevaba, así como las suaves marcas rojas en su muñeca...

Con un toque de obstinación, la atrajo suavemente hacia su pecho.

Ana tembló ligeramente. Estaban muy cerca el uno del otro. Mario, con delicadeza, tocó su mejilla y secó sus lágrimas con ternura. Su voz, más profunda y enigmática, rompió el silencio:

—Este temblor, ¿es por la e
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