Capítulo 444
Dulcinea se encogía en un rincón.

En el pasado, las actitudes de él la habrían hecho llorar de miedo, pero esta vez fue diferente. Con valor, sostuvo su mirada y replicó:

—¡No me amas! ¿Por qué te casaste conmigo?

La respuesta de Luis podría haber sido simple y cruel.

Habría sido el momento perfecto para decir algo hiriente y ver la sorpresa en su rostro, pero no lo hizo.

En cambio, consumido por la irritación, fumó su cigarrillo con rapidez hasta apagarlo y, después de eso, guardó silencio.

No volvió a mirarla.

Al llegar a la imponente casa, Luis, después de soltarse el cinturón de seguridad, tomó la muñeca de Dulcinea y la condujo con firmeza hacia el interior.

Dulcinea, con voz trémula, suplicó:

—No, por favor.

Sin embargo, Luis no se detuvo.

La llevó en brazos al dormitorio principal del segundo piso y la depositó sobre la cama, comenzó a castigarla. Se deshizo de su ropa, que simbolizaba la rebelión en su corazón.

Aplastó su orgullo contra el suelo.

Ella estaba despojada de todo
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