Capítulo 436
Cada palabra de Ana estaba teñida de sarcasmo.

Alberto, que usualmente se mantenía impasible, se vio afectado. Las palabras que nunca deberían haber sido pronunciadas se le escaparon:

—¡Sabes bien que me gustas!

El ambiente se tensó, y el silencio que siguió fue tan pesado como la muerte misma.

Alberto experimentó unos segundos de arrepentimiento, pero siendo abogado, su pragmatismo prevaleció. Habiendo ya hablado, decidió llevar las cosas hasta el final.

Clavó su mirada en Ana:

—¿Sigues esperando a Mario? ¿Por qué no me das una oportunidad?

La voz de Ana era helada. Ella le contestó tajante:

—¡Jamás me gustarás! No olvidaré cómo llevaste a la familia Fernández a la ruina. ¿Cree realmente que podría estar con usted? Abogado Romero, ¿está seguro de que su juicio sigue intacto?

Alberto atrapó su mano.

Ana se sobresaltó e intentó liberarse, pero Alberto, con un movimiento brusco, la atrajo hacia él, eliminando cualquier espacio entre ambos. La miró directamente a los ojos, perdido en
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