Capítulo 340
Ana se quedó muda, con un nudo en la garganta, incapaz de articular palabra…

Al verla así, Mario se sintió embargado por la emoción. Ya no había imprudencia en su gesto; acercó su frente a la de ella y propuso suavemente:

—Ana, si tú quisieras, podemos volver a empezar. Dame la oportunidad de cuidarte, de cuidar a Emma… ¿qué dices?

Se mostraba humilde, como si todo el dolor pasado no hubiese sido más que un mal sueño. Mientras conversaban, Emma se despertó:

—¡Mamá!

La pequeña, en pijama y abrazando una almohada, corrió hacia ellos descalza. Por fortuna, el apartamento mantenía un calor primaveral, protegiéndola del frío. Al encontrar a sus padres abrazados, parpadeó con sus grandes ojos, su cabeza desproporcionadamente grande sobre su diminuto cuerpo la hacía ver especialmente entrañable.

Mario bajó la mirada hacia Ana:

—Platicaremos de nosotros más tarde.

Entonces la soltó y fue a acoger a Emma en sus brazos. Eran ya cerca de las ocho de la noche, y suponiendo que Emma tendría hambre,
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