Capítulo 334
Entre adultos, había verdades que se presentían sin necesidad de palabras.

Media hora más tarde, Mario aparcó el auto frente al complejo de apartamentos. Aún llovía…

Reinaba un clima de intimidad en el interior del vehículo. Después de todo, habían sido cónyuges, compartiendo noches de franqueza y desenfreno. Esos recuerdos eran indelebles.

Ana comentó con serenidad:

—Gracias por traerme, voy a bajarme ahora.

Estaba a punto de desabrochar su cinturón de seguridad cuando Mario la sujetó de la muñeca, y ella parpadeó, una sombra de molestia en su voz:

—¡Mario, déjame!

La mirada que él le dirigía era intensa, sus ojos oscuros cargados de un significado profundo, uno que sólo una mujer con su madurez podía comprender. Era el deseo ardiente de un hombre hacia una mujer, un anhelo tanto físico como emocional.

Ana respiró agitadamente, intentando liberarse sin éxito. Las manos de Mario eran grandes y firmes, sujetando con facilidad su frágil brazo, sin darle oportunidad de escapar. No era b
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