Capítulo 333
La noche en que Mario volvía a casa, el cielo comenzó a llorar. Activo el limpiaparabrisas y a través de la lluvia, las luces de neón de la ciudad se transformaban en manchas de color difuminadas en el cristal. El aire frío de la noche se colaba por las rendijas del coche, anunciando una baja en la temperatura.

Tras unos cinco minutos al volante, a lo lejos, distinguió un Maserati blanco con problemas mecánicos al borde del camino. Una figura femenina, protegida bajo un paraguas, inspeccionaba el motor antes de regresar al interior del vehículo… Era Ana.

Mario aminoró la marcha y se estacionó a su lado, observándola a través de ambos cristales. La veía indecisa, probablemente buscando algo dentro del coche, quizás una tarjeta de asistencia vial.

Sus miradas se cruzaron de repente. Un silencio espeso se tendió entre ellos, cargado de las emociones contradictorias que habían compartido años atrás, y de las cuales aún no lograban despojarse. Las gotas de lluvia resbalando por el vidrio pa
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