Capítulo 330
Ana se había ido y Mario no la buscó. Como le confesó a Gloria, él había optado por devolverle su libertad, permitiéndole elegir libremente su camino y vivir la vida que tanto anhelaba.

Con el tiempo, Mario empezaba a adaptarse… Se acostumbraba a la ausencia de Ana, a no ver a su hija Emma y a no tener noticias de ninguna de ellas. A veces, pensaba que Ana había sido cruel; se había marchado sin más.

Los días pasaban rápidamente, la primavera cedía su lugar al otoño. Un octubre teñido de oro.

En la oficina del presidente del Grupo Lewis, Mario estaba tras su escritorio, revisando documentos mientras los rayos del sol otoñal entraban por los amplios ventanales, bañándolo de luz y dándole un aire casi divino.

De repente, se escuchó el sonido de la puerta. Sabía que era Gloria y, sin mostrar interés, preguntó:

—¿Sigue en pie el partido de golf con el señor Vidal a las cuatro?

Gloria, en lugar de responder, caminó hasta su escritorio y dejó un sobre de papel kraft delante de él. Mario leva
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