Capítulo 328
Mario no le dio oportunidad de continuar, y su mirada la hizo sentir como si fuera una extraña. Le dijo sin rodeos: —Ya te dije hace un buen rato que no me interesas. Señorita Gómez, creo que deberías entender un rechazo tan claro como ese, ¿verdad?

Frida, con los ojos llenos de lágrimas y los labios temblando, no pudo pronunciar ni una palabra durante un largo tiempo.

Mario subió la ventana del coche, pisó el acelerador y se marchó.

Bajo la fría luz de la farola, Frida se quedó sola, con el rostro lleno de lágrimas. Después de un rato, se agachó lentamente y se abrazó.

Se sentía profundamente humillada.

***

Mario condujo de vuelta a la mansión.

Al bajarse del coche, se frotó la frente cansado mientras entraba por la puerta. El mayordomo tomó el abrigo y le dijo con cortesía: —Hoy preparamos las jericallas especialmente para usted. Le serviré una en un momento.

Jericallas...

Mario frunció el ceño.

El mayordomo, sin pensar demasiado, continuó: —Recuerdo que a la señora también le encant
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