Capítulo 322
Justo entonces, la sirvienta entró con una bandeja. La dejó cuidosamente en la mesa y, con lágrimas en los ojos, dijo: —Por favor, aproveche y coma mientras está caliente. Si quiere algo más, sólo dígamelo.

Ana le sonrió débilmente y contestó: —Gracias.

Como criada, no era apropiado que comentara sobre los asuntos privados de su amo, así que rápidamente se retiró en silencio.

Ana ya había ideado un plan. Sentada en el sofá, temblaban las manos mientras sostenía el tazón del atole para tomarlo, asegurándose incluso de comer hasta el último residuo en el fondo del recipiente. Después de comer algo, se sintió mucho mejor, pero aún se sentía débil.

Se inclinó sobre la cuna de Emma durante un buen tiempo antes de entrar en el vestidor para cambiarse de ropa.

Cuando salió, Mario le tomó la mano suavemente y propuso: —Todavía estás muy débil, déjame ayudarte a bañarte.

Ana lo rechazó.

Mario frunció el ceño, pareciendo estar confundido. —Sólo quiero cuidarte, ¿no puedes aceptar ni eso?

Ana le
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