Capítulo 323
A Mario se le hizo un nudo en la garganta. No pudo resistirse y la abrazó por la espalda, enterrando el rostro en el hueco de su cuello. Con la voz casi temblorosa, dijo: —Ana, por favor, dame otra oportunidad. No volveré a decepcionarte...

Ana se quedó paralizada, sin emitir sonido alguno.

Mario la giró y la miró con los ojos enrojecidos. Estaba desperado por besarla, intentando demostrar que ella seguía siendo suya, que entre ellos aún había posibilidad de reiniciar...

Ana extendió la mano para detenerlo. Las pequeñas marcas de aguja cubiertas en su delgado brazo parecían un abismo insuperable entre ellos.

Mario se estremecía mientras sujetaba su brazo delicadamente entre las manos. No volvió a mencionar palabras de retenerla, sólo suplicó en voz baja: —Ana, ¿podrías plancharme otra camisa? Me encanta la que compraste la última vez.

En ese momento, se escuchó el sonido de una bocina desde abajo, indicando que el coche estaba listo.

Ana murmuró: —Me tengo que ir.

Con su partida, todo
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