CAPÍTULO 2: ESTÁS DESPEDIDA.
La puerta del departamento había quedado abierta y una docena de guardias de seguridad entraron corriendo. Y la palabra “gay” todavía resonaba en la habitación. Al ver entrar a los hombres, la mujer se acercó a Marcelo con enojo. Obviamente, él estaba mareado por la falta de aire y seguía tosiendo para recuperarlo.
―Esto no se va a quedar así, Marcelo, voy a encargarme de que todos sepan quién eres en realidad. ¡Voy a destruir tu reputación!
Luego se dio la vuelta y abandonó la habitación. April que estaba junto al sofá en cuanto vio que la mujer se iba, corrió hacia su jefe para preguntarle si necesitaba algo, pero corrió demasiado rápido y se resbaló con la pequeña alfombra.
Mientras caía, extendió sus manos instintivamente y terminó agarrando accidentalmente la toalla de baño. Para sorpresa de todos, la toalla abandonó la cintura de Marcelo, mientras él se precipitaba hacia atrás y caía en el otro sillón, completamente desnudo.
April miró fijamente la toalla en su mano, la solto inmediatamente y dio un paso hacia atrás.
«¡Maldita sea, me van a despedir!»
Ella buscó a su alrededor y de repente vio una fotografia en la mesita, lo agarro y lo usó inteligentemente para cubrir las partes íntimas de su jefe. Exhaló un suspiro de alivio, pero fue incapaz de mirar en su dirección, asi que, pregunto con voz temblorosa.
―Señor, ¿es- está bien?
«Dios mío, estoy jodida. Todo fue un desastre, en mi primer día de trabajo, sería un milagro si sigo en la empresa»
Los guardias de seguridad estaban en shock. Un tenso silencio flotaba en el aire, April contuvo la respiración y miró en dirección al hombre desnudo en el sofá, sin embargo, vislumbro a la persona en la fotografía.
Parecía un joven demasiado familiar para ella, sin saber lo que estaba haciendo, camino lentamente sin dejar de mirar la foto, tratando de comprobar quién era. Los guardias de seguridad jadearon ante su atrevimiento.
Marcelo estaba lívido de ira. Esta mujer miraba sus partes íntimas como si estuviera en trance. April de repente se puso rígida y más cuando vio la cara de su jefe, y antes de que pudiera disculparse, el hombre rugió.
―¡¿Has visto suficiente?!
April se subió las gafas y se dio cuenta de lo que había hecho, su cara se puso roja de vergüenza. En ese momento deseo que se la tragara la tierra.
―Lo lamento… señor… no piense mal, es que…
―Sal. ―Marcelo dijo con voz severa.
―Señor… yo…
―¡He dicho que te largues!
April asintió y se dio la vuelta, caminó rápidamente a la salida y supo entonces que su abuela tenía razón, ella únicamente había traído mala suerte a su familia.
Con lágrimas en los ojos no pudo evitar preguntarse.
«¿Me despedirá el CEO?»
Volvió a la oficina con miedo y angustia, lo último que necesitaba era que la despidieran. Su abuela necesitaba cumplir con su tratamiento con urgencia, si perdía este trabajo, ¿qué iba a hacer?
Sus ojos miraron el marco de fotos sobre su escritorio y fue inevitable que sus ojos se llenaran de lágrimas. Era una foto de su familia, en ella estaba su hermano, su padre y su madre y por supuesto ella, la foto había sido tomada un día antes del accidente, o por lo menos eso fue lo que le dijo su abuela.
Fue por eso, que dijo que ella era la mala suerte de la familia, la culpaba de causar el accidente donde murieron sus padres, únicamente sobrevivieron ella y su hermano. Y lo peor del caso, es que no recuerda nada de su vida después de eso, fueron momentos duros, no tenia a nadie a su lado, su hermano Garret, se había mudado a otra ciudad para seguir con su vida. A pesar de que no lo decía, ella sabía que él también la culpaba por el accidente, muchas veces quiso recordar qué fue lo que sucedió en ese entonces.
Después del trabajo, April entró en el ascensor y apoyó la cabeza, su mente rebobino lo que había sucedido con el jefe, sus mejillas se calentaron cuando recordó su cuerpo desnudo. Y por supuesto, aún no lograba entender, cómo es que un hombre como Marcelo Mancini, era gay.
Al día siguiente llegó más temprano que de costumbre, y aunque sabía que lo más probable era que la despidieran, todavía no quiso darles más motivos para hacerlo.
―Buenos días, Lola. ―saludo a la recepcionista y subió a toda prisa con el desayuno, había leído la lista que el gerente de recursos humanos le dio ―Con suerte, cuando el jefe le pidiera el desayuno ya estaría listo.
Llegó a su escritorio y se acomodó, contando las horas para enfrentarse a su jefe. Y casi un segundo después, sonó el teléfono en su escritorio.
―Buenos días, señor Mancini, ¿Cuál es su orden?
―Tráeme el desayuno ― la voz fue fría e impersonal y colgó antes de que siquiera April respondiera, sí, señor.
Ella se apresuró a la oficina, sin darse cuenta de que había llevado la bolsa equivocada, no fue cuando la puso sobre el escritorio que se dio cuenta de que le había llevado su almuerzo.
«¡Oh, Dios! ¡¿Por qué me pasa esto a mí?!»
Trago saliva y puso su mejor sonrisa.
Marcelo, sentado detrás de su escritorio, giraba un bolígrafo con una mano y se tocaba la barbilla con la otra. Al ver que su nueva secretaria había entrado, se echó hacia atrás y colocó una expresión seria.
―S-Sr. Mancini, aquí está su desayuno. ―mientras hablaba dio unos pasos hacia atrás y bajó la cabeza.
Marcelo abrió la bolsa y vio el bento que había adentro y luego la miró sin expresión.
―¿Cocinaste para mí?
Ella tartamudeó un poco antes de hablar, la verdad era que se había equivocado, pero tampoco iba a decirle nada, había sido muy incompetente ayer.
―Yo… yo lo hice para disculparme por lo de ayer.
Él alzó una ceja y le dio una media sonrisa.
―Señorita…
―Jones ―se apresuró a contestar ella.
―Como sea, ¿Por qué llamo a la gente de seguridad ayer?
April dio un paso atrás y respondió con la cabeza baja.
―En ese momento, usted… ―apretó los labios no queriendo decir lo que iba a decir ―… usted no era rival para la mujer. Tuve miedo de que lo lastimara gravemente…
Marcelo apretó el bolígrafo en su mano y la miró fijamente, se quitó con brusquedad la corbata y de repente golpeó con fuerza el escritorio.
―¡¿Y te pareció mejor que medio personal de seguridad me viera las pelotas?!
El golpe hizo que April retrocediera instintivamente.
―¡No señor! Esa no era mi intención… yo…
Marcelo se levantó y caminó hacia ella y esta retrocedió asustada.
―Sr. Mancini, por favor…
Antes de que April terminara de hablar, le pellizcó la barbilla y la obligó a mirarlo, chocando con sus ojos marrones, y estos brillaban con ira y casi se olvida de respirar.
―Quítate las gafas ―ordeno.
April no comprendió, pero obedeció.
Sin las gafas, sus ojos eran más claros y también era más visible su pánico. Marcelo dio un paso hacia ella y de repente su mano acuno su mejilla.
―Se-señor… ¿Qué está haciendo?
Y como si no pudiera escuchar su voz en absoluto, Marcelo se inclinó lentamente hacia ella, como si fuera a besarla.
«¿Qué está haciendo? ¿Qué hago? ¿Lo golpeo? No, April, ya estás en bastantes problemas. ¿Y si lo beso? Me va a besar, ¿verdad? Pero no sé besar, ¡Dios April! ¡¿Quién, a sus veinticinco años, no sabe besar?!»
La cara de April se volvió roja, y por último término, diciéndose que el jefe únicamente quería experimentar con ella, recordó que su novia le había gritado a todo pulmón que no la había besado en un año. Así que concluyo que el gran jefe era un inexperto.
«Bueno, April, todo sea por conservar tu empleo. Aunque tampoco es un sacrificio, que digamos, el jefe está como quiere»
Cerró los ojos y espero el beso, pero, en cambio, lo que escucho, fue un feroz.
―¡Estás despedida!
April abrió los ojos y Marcelo ya se habia retirado y estaba sentado en su escritorio. Aunque sabía que debía ser castigada por lo de ayer, en el fondo tenia la esperanza de que su jefe le diera una segunda oportunidad.
―Sr. Mancini, lo estaba haciendo por su propio bien. ¡No puede despedirme solo por eso!
―Soy el presidente de esta compañía, ¿necesito una razón para despedir a alguien? ―April retrocedió y sus ojos se llenaron de lagrimas ―No se preocupe, le daré todas las compensaciones laborales.
Ella apretó los puños y una rabia se gestó en su interior.
―¡Es totalmente injusto! ¡Yo únicamente estaba haciendo mi trabajo! ¡¿Qué esperaba que dejara que esa mujer lo ahocara como una boa?!
Marcelo se sorprendió por su atrevimiento, no obstante, se mantuvo inexpresivo.
―Señorita…
―Jones, ¡maldita sea, soy April Jones! ―por primera vez, April perdida los estribos. Estaba demasiado asustada para darse cuenta, lo último que podía pasarle era ser despedida. El alto costo del tratamiento de s abuela dependía de ella y no podía cargar a cuestas con otra muerte más.
―Bien, señorita, Jones. Como dueño de esta empresa yo decido quien se va y quien se queda. Y usted, no paso la prueba, en su primer día de trabajo me avergonzó delante de un grupo de hombres y no conforme con eso, tuvo la audacia de mirarme la polla como en trance. ¿No son suficientes razones para echarla?
Ella se avergonzó por sus palabras, no tenia idea que la habia poseído para mirarle la entrepierna de esa manera, bueno en realidad lo sabía. La fotografía en que estaba usando para tapar sus partes, le resulto muy familiar, se atrevería a decir que se parecía a ella.
―Señor Mancini, ¿puede reconsiderarlo? No se repetirá, de verdad necesito este trabajo.
No podía permitirse perder este trabajo, si sucedía, en cuestión de un mes estaría en la calle.
―No me gusta repetirme, señorita Jones ―se recostó en su silla ―Tome sus cosas y váyase.
―Pero…
―Váyase.
―Pero, señor…
―Que se vaya ―repitió el sin intención de cambiar de parecer.
―Señor…
―¡Con un demonio, que esta despedida!
April se mordió el labio y miro la cara del hombre.
«Desgraciado, infeliz, tirano, autoritario…»
No le quedó más remedio que darse la vuelta, sin embargo, recordó algo y se giró para decirle.
―Tiene una reunión a las 9:00 am.
April fue a su escritorio y recogió sus cosas en una caja, camino sosteniéndola con dificultad durante todo el camino, lo único que recibió fueron miradas burlonas y pequeñas risas de los empleados que no la soportaban. Par cuando salió a la carretera, comenzó a llover.
Respiro hondo para contener las ganas de llorar, en solo un día habia perdido el trabajo que tanto necesitaba. Lo único en lo que podía pensar era en cómo iba a cubrir los gastos médicos de la abuela y también los préstamos del banco. Caminaba con la caja en sus manos, cuando de repente un auto paso a toda velocidad y la empapo, su ropa y la caja quedaron hechos un desastre, incluso sus gafas se empañaron de suciedad.
Iba a dejar la caja a un lado para limpiar sus gafas, cuando esta se rompió por debajo, todas sus cosas esparcieron por la carretera. Su día no podía ir peor.
[…]
Después de que April salió, Marcelo, abrió la gaveta y miro la fotografía guardada. Su mente lo llevo a ese día, cuando la vio por primera vez.
«―Señor tiene una reunión por video a las seis, la gente de Australia quiere saber cuando llegarán sus productos ―informo la secretaria mientras caminaba a paso rápido a su lado.
―Ok. Suspende mis reuniones por la tarde y comprar algo para una niña de dos años ―ordeno ―mi hermano y su esposa están de visita y acaban de tener a su bebe. Que sea algo bonito y elegante.
―Sí, señor.
Marcelo hacía una visita por el área de recursos humanos, como dueño de la empresa le gustaba asegurarse de que todo marchara bien.
Ese día April había tenido una mañana agitada, primero la máquina de copias estaba en su contra y segundo su amable jefe, el señor R****h, le había pedido que comprara café, en la cafetería que estaba a dos cuadras y para colmo tenía más de 100 carpetas que revisar y ordenar. Si no fuera porque necesitaba el dinero, habría renunciado. Pero el alquiler y los gastos de su abuela no se pagan solos.
Entró al ascensor con prisa y miró su reloj por tercera vez, por lo visto hoy sería otro día que se quedaría hasta tarde haciendo su trabajo. Se preguntaba si en el contrato que había firmado, decía que tenía que trabajar como mandadero personal de su jefe.
«¿Qué tiene de malo el café de la empresa?»
Salió del ascensor y camino a toda prisa, de repente se le cayeron las llaves de su mini oficina, se agachó a recogerlas y no vio a la persona que venía hacia ella. Se levantó y acomodaba su ropa, cuando chocó con un cuerpo duro, el café se derramó por completo.
―¡Santo Dios! ―exclamo y alzó la cabeza para mirar, se quedó blanca cuando vio quién era ―Yo… ¡Ahí Dios mío! ¡Lo siento, lo siento! Fue un accidente.
Se quitó el pañuelo que era parte del uniforme y comenzó a limpiar la chaqueta del hombre.
―Yo… pagaré la lavandería. ―dijo en voz baja.
«¿Por qué… porque me tiene que pasar esto a mí?», se quejó en su interior.
El hombre le dio una mirada hostil y le quitó el pañuelo, se secó como pudo y luego lo tiró al suelo.
―Deberías ver por donde caminas o, es que esos lentes no te sirven para nada. ¡Estúpida!
April cerró los ojos y se tragó el insulto, después de todo había arruinado el traje del gerente de mercadeo.
Ella se agachó y recogió el pañuelo, luego el envase del café y camino hacia la papelera.
Marcelo regresaba de su paseo matutino, cuando pasó a su lado y vio su rostro de perfil, su corazón se detuvo por un segundo. Su mente lo transportó a esa persona y por un segundo se preguntó si no estaba soñando.
Luego April se giró y la vio perplejo.
«¿Cómo dos personas pueden ser tan iguales?»
Sin embargo, ella no lo miró, caminó hacia las escaleras y se perdió en ellas. Marcelo quiso ir en su búsqueda e interrogarla, pero luego, se dijo que era posible que pareciera un loco y que ella se hiciera ideas equivocadas, como por ejemplo que estaba interesado en ella.
Así que se contuvo, no obstante, apenas llegó a su oficina, le ordenó al gerente de recursos humanos que le enviara toda su información. Y así fue, unos minutos después el archivo de información personal de April estaba en su escritorio.
Lo leyó con atención y se sorprendió al descubrir que no solo eran iguales, sino que también compartían su misma fecha de nacimiento.
―Son hermanos gemelos ―afirmo.
Cerró la carpeta y llamó nuevamente al gerente de recursos humanos.
―Señor.
―Sr. R****h, quiero que April Jones sea mi asistente personal de ahora en adelante.
El hombre del otro lado hizo silencio por un segundo, pero después estuvo de acuerdo.
Marcelo colgó con una sonrisa en sus labios, el motivo por el que había ascendido April era descubrir el paradero de Garret y también que, de alguna manera, al verla a ella, era como verlo a él.
Por el momento se conformaría con eso.»
CAPÍTULO 3: LA MALA SUERTE DE LA FAMILIA.April termino de recoger sus cosas como pudo y se metió debajo la parada de autobuses, estaba mojada, hacia frio y para colmo, desempleada, ¿Qué más podía sucederle?Estaba pensando en esto cuando sonó su celular, lo saco de su bolsillo y respondió.―¿Hola?―Señorita, Jones. Le hablamos del hospital para pacientes cardíacos, queremos informarle que actualmente tiene dos facturas pendientes. De no cancelarlas a la brevedad posible, tendremos que sacar al paciente y suspender su tratamiento.Las manos de April temblaron y cerró los ojos, de repente le dolió la cabeza. A veces pensaba que Dios estaba en su contra. Respiro profundo y respondió.―Sí, entendiendo. Me pondré al día con los pagos, no se preocupe.La persona del otro lado, le dio un gracias y colgó.Ella se quedó inmóvil un momento, reflexionando sobre su vida. Una vida que no recordaba, después del accidente, su psiquiatra le dijo que fabricaría nuevos recuerdos, lo único malo es que
CAPÍTULO 4: UN NUEVO TRABAJO.Cuando April regresó a su departamento, comenzó a revisar la página de empleos del periódico. Todos eran pequeñas empresas, pero no perdió las esperanzas, algo es mejor que nada. Y después de hacer varias llamadas, se arrojó sobre la cama, limpiándose las lágrimas de los ojos.«Maldito, arrogante, ¿me despediste por salvarte? Debí mirar mientras esa mujer te estrangulaba.»Enterrando la cabeza en la almohada, se echó a llorar de la preocupación. Consideraba que su vida era nube negra, y deseo no tener que volver a ver jamás en su vida, Marcelo Mancini.Tarde en la noche, estaba profundamente dormida, cuando sonó su teléfono celular, busco a tientas en su mesita de noche y finalmente contestó.―Bueno…―Te espero mañana en la compañía.―¿Eh? ―la voz era familiar, pero no podía identificar de quién. ―¿Quién eres?―¡April! ―Marcelo, gruño del otro lado ―¿Cómo que quién? ¿No sabes quién soy?―¿Sabe qué? No estoy de humor para bromas. Quienquiera que sea, váyas
CAPÍTULO 5: UN CAMBIO DE IMAGEN Habiendo tomado la decisión, April dijo claro y fuerte. ―Sí. Acepto casarme contigo. Marcelo sonrió y palmeó satisfecho el escritorio. ―Perfecto. ―luego se giró y sacó su billetera y más atrás una tarjeta negra ilimitada, la miro nuevamente y se la entregó. ―Te daré el día libre para que cambies tu imagen, tienes 25 años, debes vestirte acorde a tu edad. April tiro de la parte inferior de sus pantalones, con la esperanza de cubrir sus zapatos y dijo avergonzada. ―Salí a toda prisa… ―No importa, mientras te vuelves una mujer normal, le pediré a mi abogado que redacte el contrato. Cuando regreses puedes firmarlo. ―¿Contrato? ―Sí, un contrato. Te estoy contratando, April, tómalo como otro trabajo más, además, solo estaremos casados por el periodo de un año. Luego de eso, cada uno puede tomar su camino. Ella quería preguntar, pero al ver la mirada de advertencia de su jefe tiránico, se contuvo. No obstante, cuando llegó a la puerta, pregunto tenta
CAPÍTULO 6: EL CHICO DE SU PASADO. Después de firmar, April regresó a su departamento. Marcelo le había pedido que estuviera temprano en la jefatura civil. Por lo visto, su matrimonio, sería algo sencillo, tampoco es que tuviera esperanzas. Ella estaba clara de que esto no era un matrimonio por amor, sino una transacción comercial. Cuando llegó a la entrada principal de la empresa, detuvo un taxi y se subió, en cuanto cerró la puerta del auto, respiro profundo, trato o comercial o no, a partir de mañana, comenzaría una nueva etapa de su vida. En cuanto April se fue, Marcelo se sirvió un poco de whisky y se sentó frente a su escritorio, abrió la gaveta y sacó una vieja fotografía, mirándola profundamente, su mente se transportó y lo llevó a su pasado. UNIVERSIDAD DE CHICAGO/ FACULTAD DE ECONOMÍA. ―¿Quieres un poco? ―un chico de cabello rubio y ojos azules le sonrió, el sol se había puesto detrás de él y ahora parecía un ángel caído del cielo. El corazón de Marcelo no pudo evitar
CAPÍTULO 7: LA NUEVA SEÑORA MANCINI. No había mucha gente en la oficina de registro. Así que los trámites de para casarse fueron rápidos y sin problemas. Después de salir de la oficina, April respiro profundamente, aún le resultaba difícil creer que se había casado con su jefe. Miro a su nuevo marido con algo de vergüenza, no sabía cómo actuar o que decir. Mientras tanto, Marcelo le dio una de esas miradas penetrantes y se divirtió cuando la vio ponerse nerviosa. Metió la mano en su chaqueta y saco una pequeña cajita de terciopelo color rojo. Incluso hoy se había levantado más temprano que de costumbre para ir él personalmente por el anillo, algo totalmente raro. Ya que, por lo general, delegaba este tipo de cosas a su secretario personal. ―Ten, es para ti. ―dijo sin mucha emoción. ―¿Para mí? ―April miro asombrada la pequeña caja y su corazón no pudo evitar emocionarse, en su interior sabía lo que era. ―Sí, ¿no tienen las novias un anillo de bodas? ―Bueno, sí, pero… ―Ábrelo, qu
CAPÍTULO 9: ¡MI MARIDO ES GAY! April deseo poder encontrar una grieta en el suelo y que se la tragara, avergonzada, se cubrió la cara con el periódico. El hombre debajo de Marcelo vio a April y de inmediato lo empujo con fuerza, se apretó la toalla alrededor de la cintura y dijo con expresión agraviada. ―¡Con un demonio, Marcelo! ¿Cómo permites que tus empleados entren así? Marcelo se puso de pie y se sacudió el cuerpo de manera natural. ―Si tienes miedo de perder la cara, no vuelvas a usar mi toalla. ―Ja, ósea que, ¿todo es por esta estúpida toalla? ¿Cómo querías que saliera? ¿Desnudo? ―el hombre se rascó el cabello con irritación y señalo a April. ―Tú, deja de estar parada ahí como estatua y ve por un café. Ella asintió rápidamente, miro al hombre que parecía familiar y luego miro el periódico en su mano. «¿No es este el hombre de la foto?» April se quedó dónde estaba, y aún no había ido por el café. El hombre con la toalla estaba a punto de regañarla, cuando Marcelo hablo.
CAPÍTULO 10: TRABAJO DE MEDIO TIEMPO.Cuando April estaba a punto de seguir a los demás, Marcelo cerró la puerta y se giró para mirarla. Su mirada era una combinación de jefe enojado y seductor. Ella sacó la lengua y se humedeció los labios.Marcelo no podía apartar sus ojos de los jugosos y rosados labios, ahogo un gemido en su interior.―S… señor…Él alzó una ceja y dio un paso hacia ella.―¿Cómo acabas de llamarme? ―preguntó seriamente.―Sé… ―April recordó lo que le había dicho y se disculpó ―Perdón… quise decir Marcelo.Por alguna razón, desde que la escucho llamarlo por su nombre, su cuerpo, reaccionaria en consecuencia, específicamente su entrepierna. Lo cual podría considerarse un milagro, ya que, durante tantos años, nunca sucedió con ninguna mujer. La única persona que había logrado el mismo efecto en él era exactamente igual a ella. Por eso pensó que esa era la razón.―Marcelo, tengo que salir ―dijo casi susurrante ―Si me quedo aquí mucho tiempo, los empleados van a pensar
CAPITULO 10: ¡SALVANDO AL JEFE! En ese momento sonó el teléfono del organizador, y se alejó para contestar. April dio un suspiro de alivio, estaba a punto de volver a su puesto cuando escucho la conversación de la exnovia de Marcelo. De hecho, se veía bastante femenina ese día, llevaba un vestido ajustado y el cabello recogido, incluso llevaba tacones. ―Hice una cita con él, vendrá, te lo aseguro… ―April agudizo el oído y se acercó lentamente ―Por supuesto, Marcelo sabe que fui yo quien vendió la noticia, vendrá a buscar justicia. Los ojos de April se abrieron como platos. «¿Quiere decir que hoy vendrá aquí… por ella?» ―No me importa, lo voy a intentar esta noche, ya sea que le guste un hombre o una mujer, ¡Voy a vengarme! Ahora April se preocupó, de hecho, no le importaba ser descubierta, cuanto más escuchaba, más estaba segura de que tenía que prevenir a Marcelo. «¿Qué clase de persona es esta mujer? Y sobre todo, ¿Qué es lo que pensaba hacer para vengarse?» De repente, un ca