CAPÍTULO 4: UN NUEVO TRABAJO.
Cuando April regresó a su departamento, comenzó a revisar la página de empleos del periódico. Todos eran pequeñas empresas, pero no perdió las esperanzas, algo es mejor que nada. Y después de hacer varias llamadas, se arrojó sobre la cama, limpiándose las lágrimas de los ojos.
«Maldito, arrogante, ¿me despediste por salvarte? Debí mirar mientras esa mujer te estrangulaba.»
Enterrando la cabeza en la almohada, se echó a llorar de la preocupación. Consideraba que su vida era nube negra, y deseo no tener que volver a ver jamás en su vida, Marcelo Mancini.
Tarde en la noche, estaba profundamente dormida, cuando sonó su teléfono celular, busco a tientas en su mesita de noche y finalmente contestó.
―Bueno…
―Te espero mañana en la compañía.
―¿Eh? ―la voz era familiar, pero no podía identificar de quién. ―¿Quién eres?
―¡April! ―Marcelo, gruño del otro lado ―¿Cómo que quién? ¿No sabes quién soy?
―¿Sabe qué? No estoy de humor para bromas. Quienquiera que sea, váyase al diablo.
Marcelo apartó el teléfono de su oreja y lo miró sorprendido, luego volvió a hablar.
―Soy yo, Marcelo Mancini.
April se sorprendió tanto que de inmediato perdió el sueño y saltó de la cama.
―¿Sr. Mancini?
―Preséntate mañana temprano.
―Pero… ¿No me despidió? ―April estaba confundida, y para colmo no recibió respuesta, sino un cortante ‘bip’ del otro lado del teléfono.
Miro el teléfono en su mano y sin previo aviso lo lanzó a su lado y comenzó a saltar de alegría.
―¡Gracias, Dios! ¡Gracias!
[…]
Al día siguiente llegó media hora temprano, estaba de buen humor y además usó su mejor ropa. Saludo a la recepcionista y subió a la oficina del jefe, esta vez no haría nada que le diera razón para despedirla, se dijo que, si veía que estaba a punto de morir, lo dejaría, y luego iría a su entierro.
A pesar de que había llegado temprano, no podía estar nerviosa, caminaba con tanta prisa que no vio a la persona delante.
―¡Auch! ―choco con un cuerpo duro, alzó la cabeza y se disculpó ―¡Lo siento, lo siento!
Estaba a punto de dar un paso, cuando esa persona, la agarró del brazo.
―¿April? ―el hombre dio unos cuantos pasos y la miró con lo que parecía sorpresa y emoción ―¿De verdad eres tú?
―¿Owens? Tú… ¿Tú qué haces aquí?
Owens Perry era amigo de Marcelo y también socio, recientemente acaba de llegar de Inglaterra pensaba establecerse en Seattle, él y Marcelo se conocieron desde pequeños y desde entonces forjaron una amistad.
―Soy amigo del dueño ―respondió con una sonrisa ―¿Y tú?
April no sabía qué decir, el jefe la había llamado, pero no podía asegurar si la contrataría otra vez.
―Vengo a una entrevista ―mintió.
―¿En serio? Si quieres puedo echarte una mano…
―¡No! Por favor, no lo hagas, yo… voy a estar bien.
Owens no insistió, sin embargo, estaba feliz de verla nuevamente. Se habían conocido hace unos meses en la biblioteca de la ciudad, él al igual que April tenía un raro gusto por los libros históricos.
―¿Tardarás mucho?
―¿En qué? ―por alguna razón estaba nerviosa.
―Tu entrevista.
―¡Ah, eso! Bueno, no lo sé…
―Te esperaré, ¿de acuerdo?
―Pero…
―Sin, peros, April. ¿Tienes idea de lo feliz que estoy de verte de nuevo? Es una señal, mi segundo día en Seattle y te veo.
El tomó una de sus manos y se las llevó a los labios con galantería, April se sonrojó de inmediato.
―Mucha suerte ―susurro mirándola con dulzura.
Ella asintió y siguió su camino hacia la oficina del jefe. Owens se quedó de pie viéndola alejarse, su sonrisa permaneció mucho tiempo en sus labios.
Se metió las manos en los bolsillos y bajó al área de recepción.
[…]
Cuando llegó a la puerta de la oficina del presidente, se alisó el cabello, se acomodó las gafas y respiro hondo, llamó y abrió la puerta después de obtener la respuesta.
Marcelo estaba sentado frente al escritorio, mirando la pantalla de su computadora con total concentración. En la oficina silenciosa, solo se escuchaba el sonido de sus dedos manejando el teclado.
April se paró frente al escritorio con el corazón acelerado y la espalda sudorosa. Se aclaró la garganta y cuando estaba a punto de llamarlo, Marcelo arrojó el mouse a un lado, ella se sobresaltó asustada y dio un paso atrás involuntariamente.
El finalmente giró la cabeza y la miró con sus ojos azules, mostrando un poco de indiferencia. April era una mujer esbelta, su cabello es rubio, pero lo que más llama la atención son sus impresionantes ojos verdes.
«Lo malo es que se ocultan detrás de esas horribles gafas» pensó Marcelo.
Él se recostó en su silla y entrecerró los ojos.
―Quítate las gafas.
April se sintió muy incómoda al ser mirada de esa manera por él, sin embargo, obedeció, levantó la mano y se quitó las gafas.
―Sr. Mancini…
―Pon tu cabello detrás de tus orejas ―el tono incuestionable hizo que April no dudara, por lo que hizo lo que le pidió, revelando un rostro delicado.
Marcelo se puso de pie con el corazón acelerado, caminó lentamente hacia ella y la miró a la cara. April bajó la cabeza inconscientemente, pero él, le agarró la barbilla y la obligó a mirarlo. De repente vio la pequeña cicatriz en su frente.
April trató de cubrirse la herida, pero él agarró su muñeca.
―Señor…
―¿Qué te pasó?
―Me caí accidentalmente ―dijo ella y trató de tirar de su mano, pero Marcelo la arrastró a su escritorio, abrió el cajón y sacó una curita.
April tuvo la intención de agarrarla.
―Puedo hacerlo yo misma.
Pero, Marcelo la empujó a una silla para que se sentara, ella se congeló de la sorpresa.
«¿Qué es todo esto? ¿Se levantó del lado izquierdo de la cama?»
Él se inclinó hacia ella, haciendo que el aroma de su colonia invadiera sus fosas nasales, otra vez se sintió familiar, aunque April no podía recordar su pasado, este aroma la hacía sentir como si ya lo hubiera olido antes.
De repente tuvo una sensación de seguridad, y el cuerpo se puso tenso cuando los dedos de Marcelo colocaron la curita con extrema delicadeza. Era como si tuviera miedo de lastimarla.
Se apartó y la miró fijamente, y esta vez su mirada estaba cargada de calidez.
―Ten cuidado la próxima vez. ―susurro.
―Lo sé... muchas gracias, señor.
April quería ponerse de pie y alejarse, por alguna razón su cercanía la ponía nerviosa. Pero Marcelo no le dio oportunidad, se inclinó un poco hacia ella y sus ojos se encontraron y por un momento, él se perdió en sus recuerdos, al igual que April siguió sintiendo esa extraña familiaridad con él. El mundo desapareció para los dos, y por un segundo solo quedaron ellos.
Marcelo cerró los ojos y acerco su cara lentamente, como poseído por una necesidad incontrolable, April que no entendía qué pasaba, abrió los ojos como platos y se puso nerviosa. Cuando vio que la cara de su jefe se hacía cada vez más grande, echó la cara hacia atrás, confundida.
«¡¿Qué está haciendo?! ¿A caso piensa que soy una rata de laboratorio, para experimentar? ¡Maldición! ¡No, no voy a permitir que me despida de nuevo!»
―¡Señor! ―grito sacándolo de su trance. Marcelo abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba a mitad de camino de besarla, se puso rojo de la vergüenza y se apartó de inmediato. Se aclaró la garganta y rodeó el escritorio.
―Bien ―dijo.
April suspiro aliviada y se colocó las gafas nuevamente.
―Te pedí venir hoy porque quiero que vuelvas a la empresa. ―los ojos de April brillaron cuando dijo esto ―Pero no como mi secretaria personal.
Y ahí fue cuando perdieron su brillo, no pudo evitar hacer un puchero.
―Si no, como mi esposa.
Ahora por poco se salieron de sus órbitas.
―¿Q-que…dijo?
―Lo que escuchaste. Quiero que te cases conmigo.
Marcelo tenía una expresión controlada, pareciera que estuviera hablando del clima o de algún nuevo proyecto tecnológico.
―¿S-su... su esposa?
―Sí, mi esposa. Mi novia me abandonó como sabe y mi abuela ahora exige que me case.
―¿Y por qué yo? ―ella no entendía nada de lo que estaba pasando, creyó que volvería como secretaria o en todo caso al departamento de recursos humanos.
―Porque serás la esposa perfecta. ―Marcelo se inclinó hacia delante ―Te pagaré bien, cinco veces más de lo que ganas como mi secretaria.
Los ojos de April hicieron como el signo del dólar y de inmediato su cerebro comenzó a sacar cuentas. Si bien no pagaría la totalidad de la deuda del hospital, al menos cubriría una gran parte, pero ¿casarse?
―Señor… no lo sé, es que…
―Señorita…
Ella rodó los ojos y dijo.
―Jones.
―Sí, señorita Jones, que no le importe el porqué, si no cuánto va a ganar. Si saca cuentas ganará más de lo que le pagarían como secretaria en un año. Sin mencionar los beneficios extras.
April alzó una ceja mostrando interés.
―¿Cuáles beneficios?
―No pagar casa, ni ropa, ni transporte y, además, le otorgaré un cambio de imagen.
―¿Qué tiene mi imagen? ―pregunto mirando su ropa.
Marcelo sonrió y suspiró como si la situación lo fastidiara.
«¡Rayos! Pensé que aceptaría de una vez.»
―Su apariencia no es la de la esposa de un ejecutivo, por lo tanto, debo ajustarla a la perfección con el papel.
Ella guardó silencio y pareció reflexionar su propuesta.
«Cinco veces más que mi sueldo como secretaria… casa, ropa, y no volveré a viajar en autobús. A decir verdad, es tentador ¿Pero casarme? ¿Con él?»
Le dio una mirada de soslayo, Marcelo la miraba con los ojos entrecerrados mientras giraba un bolígrafo en su mano.
«Tienes que tomar una decisión April, vas a ganar mucho dinero. Lo único malo es que tendrás que aguantarte a este amargado. Eso y que rogar a Dios porque no le dé por querer experimentar contigo. ¿Qué hago? ¿Qué hago?»
Marcelo estaba impaciente, nunca en toda su vida lo habían hecho esperar tanto, apretó el bolígrafo en su mano y se aclaró la garganta.
―Y bien, señorita… ―April se estremeció nuevamente, a veces pensaba que el no recordar su apellido, lo hacía a propósito. Cuando estaba a punto de hablar, él agregó.―… Jones. ¿Qué decide? ¿Acepta el trabajo sí o no?
CAPÍTULO 5: UN CAMBIO DE IMAGEN Habiendo tomado la decisión, April dijo claro y fuerte. ―Sí. Acepto casarme contigo. Marcelo sonrió y palmeó satisfecho el escritorio. ―Perfecto. ―luego se giró y sacó su billetera y más atrás una tarjeta negra ilimitada, la miro nuevamente y se la entregó. ―Te daré el día libre para que cambies tu imagen, tienes 25 años, debes vestirte acorde a tu edad. April tiro de la parte inferior de sus pantalones, con la esperanza de cubrir sus zapatos y dijo avergonzada. ―Salí a toda prisa… ―No importa, mientras te vuelves una mujer normal, le pediré a mi abogado que redacte el contrato. Cuando regreses puedes firmarlo. ―¿Contrato? ―Sí, un contrato. Te estoy contratando, April, tómalo como otro trabajo más, además, solo estaremos casados por el periodo de un año. Luego de eso, cada uno puede tomar su camino. Ella quería preguntar, pero al ver la mirada de advertencia de su jefe tiránico, se contuvo. No obstante, cuando llegó a la puerta, pregunto tenta
CAPÍTULO 6: EL CHICO DE SU PASADO. Después de firmar, April regresó a su departamento. Marcelo le había pedido que estuviera temprano en la jefatura civil. Por lo visto, su matrimonio, sería algo sencillo, tampoco es que tuviera esperanzas. Ella estaba clara de que esto no era un matrimonio por amor, sino una transacción comercial. Cuando llegó a la entrada principal de la empresa, detuvo un taxi y se subió, en cuanto cerró la puerta del auto, respiro profundo, trato o comercial o no, a partir de mañana, comenzaría una nueva etapa de su vida. En cuanto April se fue, Marcelo se sirvió un poco de whisky y se sentó frente a su escritorio, abrió la gaveta y sacó una vieja fotografía, mirándola profundamente, su mente se transportó y lo llevó a su pasado. UNIVERSIDAD DE CHICAGO/ FACULTAD DE ECONOMÍA. ―¿Quieres un poco? ―un chico de cabello rubio y ojos azules le sonrió, el sol se había puesto detrás de él y ahora parecía un ángel caído del cielo. El corazón de Marcelo no pudo evitar
CAPÍTULO 7: LA NUEVA SEÑORA MANCINI. No había mucha gente en la oficina de registro. Así que los trámites de para casarse fueron rápidos y sin problemas. Después de salir de la oficina, April respiro profundamente, aún le resultaba difícil creer que se había casado con su jefe. Miro a su nuevo marido con algo de vergüenza, no sabía cómo actuar o que decir. Mientras tanto, Marcelo le dio una de esas miradas penetrantes y se divirtió cuando la vio ponerse nerviosa. Metió la mano en su chaqueta y saco una pequeña cajita de terciopelo color rojo. Incluso hoy se había levantado más temprano que de costumbre para ir él personalmente por el anillo, algo totalmente raro. Ya que, por lo general, delegaba este tipo de cosas a su secretario personal. ―Ten, es para ti. ―dijo sin mucha emoción. ―¿Para mí? ―April miro asombrada la pequeña caja y su corazón no pudo evitar emocionarse, en su interior sabía lo que era. ―Sí, ¿no tienen las novias un anillo de bodas? ―Bueno, sí, pero… ―Ábrelo, qu
CAPÍTULO 9: ¡MI MARIDO ES GAY! April deseo poder encontrar una grieta en el suelo y que se la tragara, avergonzada, se cubrió la cara con el periódico. El hombre debajo de Marcelo vio a April y de inmediato lo empujo con fuerza, se apretó la toalla alrededor de la cintura y dijo con expresión agraviada. ―¡Con un demonio, Marcelo! ¿Cómo permites que tus empleados entren así? Marcelo se puso de pie y se sacudió el cuerpo de manera natural. ―Si tienes miedo de perder la cara, no vuelvas a usar mi toalla. ―Ja, ósea que, ¿todo es por esta estúpida toalla? ¿Cómo querías que saliera? ¿Desnudo? ―el hombre se rascó el cabello con irritación y señalo a April. ―Tú, deja de estar parada ahí como estatua y ve por un café. Ella asintió rápidamente, miro al hombre que parecía familiar y luego miro el periódico en su mano. «¿No es este el hombre de la foto?» April se quedó dónde estaba, y aún no había ido por el café. El hombre con la toalla estaba a punto de regañarla, cuando Marcelo hablo.
CAPÍTULO 10: TRABAJO DE MEDIO TIEMPO.Cuando April estaba a punto de seguir a los demás, Marcelo cerró la puerta y se giró para mirarla. Su mirada era una combinación de jefe enojado y seductor. Ella sacó la lengua y se humedeció los labios.Marcelo no podía apartar sus ojos de los jugosos y rosados labios, ahogo un gemido en su interior.―S… señor…Él alzó una ceja y dio un paso hacia ella.―¿Cómo acabas de llamarme? ―preguntó seriamente.―Sé… ―April recordó lo que le había dicho y se disculpó ―Perdón… quise decir Marcelo.Por alguna razón, desde que la escucho llamarlo por su nombre, su cuerpo, reaccionaria en consecuencia, específicamente su entrepierna. Lo cual podría considerarse un milagro, ya que, durante tantos años, nunca sucedió con ninguna mujer. La única persona que había logrado el mismo efecto en él era exactamente igual a ella. Por eso pensó que esa era la razón.―Marcelo, tengo que salir ―dijo casi susurrante ―Si me quedo aquí mucho tiempo, los empleados van a pensar
CAPITULO 10: ¡SALVANDO AL JEFE! En ese momento sonó el teléfono del organizador, y se alejó para contestar. April dio un suspiro de alivio, estaba a punto de volver a su puesto cuando escucho la conversación de la exnovia de Marcelo. De hecho, se veía bastante femenina ese día, llevaba un vestido ajustado y el cabello recogido, incluso llevaba tacones. ―Hice una cita con él, vendrá, te lo aseguro… ―April agudizo el oído y se acercó lentamente ―Por supuesto, Marcelo sabe que fui yo quien vendió la noticia, vendrá a buscar justicia. Los ojos de April se abrieron como platos. «¿Quiere decir que hoy vendrá aquí… por ella?» ―No me importa, lo voy a intentar esta noche, ya sea que le guste un hombre o una mujer, ¡Voy a vengarme! Ahora April se preocupó, de hecho, no le importaba ser descubierta, cuanto más escuchaba, más estaba segura de que tenía que prevenir a Marcelo. «¿Qué clase de persona es esta mujer? Y sobre todo, ¿Qué es lo que pensaba hacer para vengarse?» De repente, un ca
¡SALVANDO AL JEFE! (II) April los siguió rápidamente y observo que esperaban el ascensor. La mujer de repente se puso de puntillas y lo abrazo, sus manos recorrieron con avidez sus hombros hasta sostener su nuca. Una luz despiadada brillo en sus ojos. ―Marcelo, ¿puedes decirme en que soy inferior a ese hombre? Los labios de April se apretaron con fuerza y sus manos se cerraron en puños, cuando estaba a punto de dar un paso, la expresión de Marcelo cambio y empujo a la mujer. ―¿Qué… qué me hiciste? Megan se burló ―Nada, únicamente quiero mi regalo de cumpleaños. Solo será esta vez y luego no nos volveremos a ver en el futuro. ―¿Qué… que le pusiste al vino? ―Marcelo comenzó a sentirse extraño. La mujer extendió una mano para acariciar su mejilla y Marcelo instintivamente quiso retroceder, pero su cuerpo se volvió muy pesado y su visión borrosa. Agarro el hombro de Megan y apretó los dientes antes de preguntar. ―¿Me drogaste? ―Todo va a estar bien osito. ―sonrió con malicia ― Ya
UN JEFE CALENTURIENTO ―Je… jefe, ¿se encuentra bien? Marcelo miró a la nerviosa April y sus pensamientos estaban un poco confusos, había algo inexplicable en su cuerpo que estaba estallando, quería controlarlo, pero no podía. Mientras tanto, ella quitó las cuerdas y trato de alejarse de él, pero Marcelo sostuvo su cintura con fuerza y sus ojos continuaron mirándola con un palpable deseo. ―Señor… ―April sostuvo sus manos cuando el intento ir más arriba ―La situación me obligo. Para salvarlo… tuve que decir todo esto, por favor no me despida. Con la lección aprendida en el pasado, ahora ella estaba profundamente preocupada por su futuro. Pero Marcelo, se negaba a dejarla ir y sus manos se deslizaron por la piel de sus muslos expuestos. ―Te… necesito… ―murmuro con voz ronca. La necesidad en su voz hizo estragos en el cuerpo de April y por primera vez se sintió tentada en descubrir el sexo. «¡Oh, Dios! ¿Por qué, porque a mí?» Bajo la mirada y se encontró con el apuesto rostro de su