Inicio / Romántica / ¡MI MARIDO ES GAY! / LA MALA SUERTE DE LA FAMILIA.
LA MALA SUERTE DE LA FAMILIA.

CAPÍTULO 3: LA MALA SUERTE DE LA FAMILIA.

April termino de recoger sus cosas como pudo y se metió debajo la parada de autobuses, estaba mojada, hacia frio y para colmo, desempleada, ¿Qué más podía sucederle?

Estaba pensando en esto cuando sonó su celular, lo saco de su bolsillo y respondió.

―¿Hola?

―Señorita, Jones. Le hablamos del hospital para pacientes cardíacos, queremos informarle que actualmente tiene dos facturas pendientes. De no cancelarlas a la brevedad posible, tendremos que sacar al paciente y suspender su tratamiento.

Las manos de April temblaron y cerró los ojos, de repente le dolió la cabeza. A veces pensaba que Dios estaba en su contra. Respiro profundo y respondió.

―Sí, entendiendo. Me pondré al día con los pagos, no se preocupe.

La persona del otro lado, le dio un gracias y colgó.

Ella se quedó inmóvil un momento, reflexionando sobre su vida. Una vida que no recordaba, después del accidente, su psiquiatra le dijo que fabricaría nuevos recuerdos, lo único malo es que todos estos no habían sido especialmente bonitos.

Camino hasta la parada de autobuses y decidió ir al hospital, hace una semana que no visita a su abuela. Antes de entrar, se detuvo en una floristería y compró un ramo de flores. Cuando llego miro a través del cristal a la mujer acostada y que parecía dormir.

Una enfermera estaba a punto de entrar y la reconoció de inmediato.

―Hola, April.

Ella sonrió y miró a su abuela de nuevo.

―¿Cómo está?

―No ha evolucionado muy bien, pero debes tener paciencia. Ahora está dormida.

April respiró aliviada y le entregó las flores que tenía en la mano a la enfermera.

―Por favor, no le digas que las traje, si lo sabe, ella…

―Lo sé. ―la mujer la miró con complicación. Extendió su mano y sostuvo su hombro en señal de consuelo ―Si quieres, puedes entrar y quedarte un momento, antes de que se despierte.

―No.

―No te preocupes, no se despertará en mucho tiempo ―la enfermera le dio una palmadita en el hombro y también una sonrisa ―Ve ahora. Es tu oportunidad de verla.

A pesar de que April dudó por un momento, finalmente entró. Se sentó junto a la cama y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando vio a la mujer con el rostro pálido. Dejó las flores a un lado y tocó con temor el brazo de su abuela y comenzó a acariciarla con ternura.

«¿Por qué me odias tanto?»

En el fondo, April desearía tener mucho dinero, para poder ayudar a su abuela, encontrar los mejores médicos y darle todas las comodidades que se merece. Sin embargo, durante un año, no ha podido hacer nada bueno, excepto hacerla enojar.

La mujer comenzó a moverse y sus ojos se abrieron lentamente. April se asustó y se puso de pie con brusquedad. Los ojos, originalmente somnolientos de la anciana, pronto se llenaron de ira y miró a su nieta.

―¡No me toques!

April retrocedió.

―¿Qué haces aquí? ¿Quién te pidió que vinieras? ¡Vete! ―la anciana luchó por sentarse y April se preocupó.

―Abuela…

―¡No me llames de esa manera! En lo que a mí respecta no soy nada tuyo. Mi único nieto es Garret.

Las manos de April comenzaron a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas.

―¿Por qué? ―susurro con tristeza ―¿Por qué me odias tanto?

La mujer no se inmutó por sus lágrimas, en cambio, la miró con claro desprecio.

―¿Aún tienes desfachatez de preguntar? ¿Piensas que me voy a creer ese cuento de que perdiste la memoria? ¡No me lo creo, es solo una excusa para no asumir tu culpa!

En ese momento las lágrimas de April se derramaron por sus mejillas.

―¡No puedo tener la culpa de algo que no recuerdo! ―finalmente no pudo seguir conteniéndose ―¿Por qué no me dices que paso? Así tal vez podría pagar por mis pecados.

―Tú eres lo peor que ha pasado por nuestra familia ―dijo con hostilidad la anciana ―Si tan solo hubieras muerto tú y no mi hija, estaría conforme. Pero me lo quitaste todo, April. ¡Me lo quitaste todo!

Ella dio un paso hacia su abuela tratando de razonar con ella.

―Abuela…

―¡No me llames, abuela! ― la empujó con fuerza, haciendo que ella se tambaleara hacia atrás.

―Solo dime por qué, te lo ruego, dime que sucedió.

Los ojos de la anciana estaban llenos de ira, pero también dolor, siempre que recordara esa noche hace un año, su herida se abriría como la primera vez.

―¿Quieres escucharlo? ―dijo con los dientes apretados ―Bien, te lo diré. Tal vez así entiendas por qué te odio.

El corazón de April pareció ser apuñalado.

―Si no hubieras insistido en ir a Nueva York, mi hija no habría emprendido ese viaje. Todos insistimos en que te quedaras aquí, Chicago también tiene buenas ofertas de trabajo, pero tú parecías querer huir de esta ciudad. Mi amada, Andrea, nunca pudo negarte nada, así que te complació.

La mujer hizo una pausa y cerró los ojos, luego los abrió y continuó.

―Los noticieros anunciaron mal clima, así que les dije que pospusieran el viaje, pero seguiste insistiendo. Finalmente, se fueron, cuando conducían por la carretera interestatal, un conductor ebrio perdió el control de su auto y terminó impactando contra ustedes. 

La mujer no pudo seguir conteniendo sus lágrimas y se echó a llorar.

―Mi hija murió en el acto, al igual que tu padre, únicamente tú y Garret sobrevivieron. ―ahora sus ojos la miraban con profundo odio ―Cuando despertaste no reconociste a nadie y el médico dijo que habías perdido la memoria. Pero yo no me lo creo, solo finges para omitir tu culpa.

April se quedó inmóvil digiriendo lo que acababa de escuchar, sus manos temblaban al igual que su cuerpo.

―Yo… yo, los mate… ―murmuro entre lágrimas.

―Sí, tú eres la culpable, April. ¡Mataste a tus padres! Y me quitaste a mi única hija. ¿Ahora entiendes porqué te odio?

Ella no respondió, solo se quedó ahí sin decir nada, acababa de descubrir que ella realmente era culpable.

―¡Ahora vete y no vuelvas!

La anciana se acostó de nuevo y no la miró. Sin embargo, April deseaba disculparse y sin pensarlo camino hacia la cama, queriendo abrazarla para pedirle perdón.

―Abuela, yo…

Pero la anciana la empujó con más fuerza y April cayó de lado golpeándose la frente con el borde de la mesa.

―Vete.

―Abuela…

―¡Largo! ¡Solo eres la mala suerte de esta familia!

Sus palabras fueron como un cuchillo clavándose en su corazón. En ese momento, la enfermera entró al escuchar el estruendo y se sorprendió cuando vio la sangre en la frente de April.

―April, tu frente… ¿Tu abuela está despierta?

―Estoy bien ―ella se cubrió la herida y camino hacia la puerta ―Por favor cuídala. Me pondré al día con los pagos.

Dicho esto, se fue a toda prisa. Cuando salió del hospital, sacó un pañuelo de su bolso y se secó la herida, afortunadamente no necesitaría puntos. Mientras caminaba de repente comenzó a llover nuevamente, pero no le importo, y continúo caminando, el dolor que sentía en estos momentos no podía ser peor que un resfriado.

[…]

En su oficina, Marcelo acababa de servirse un whisky cuando recibió la llamada de la abuela.

El hombre suspiró, pues sabía que no la tendría fácil.

―Abuela.

―Marcelo Constancio Mancini Agosti, ¡¿quieres decirme que es todo eso que Megan esta diciendo?!

El hombre se estremeció, en realidad odiaba su segundo nombre. ¿Quién en su sano juicio colocaría el nombre de Constancio? Pero sabía que la única razón para que la abuela lo llamara de esa manera, era porque estaba realmente molesta.

―Abuela, ¿puedes dejar de llamarme Constancio? Todavía no entiendo por qué mi madre me colocó ese nombre. No es justo, Salvatore la tiene fácil…

―Deja de cambiar de tema y dame explicaciones. ¡¿Por qué Megan llegó aquí hecha una fiera y dijo que eras gay?! ―la mujer se escuchaba alterada ― Eso no puede ser cierto, tu, mi nieto más guapo y me sales gay. Cariño, ¿quieres que vayamos a un médico? Quizás estás confundido…

Marcelo apretó el teléfono con fuerza y deseo poder tener frente a él a su ex, para retorcerle el cuello.

―Abuela, no hagas caso de eso. Megan solo está dolida porque la deje…

―¿La dejaste? Pero ¿por qué? Es una buena chica, cariño. Quizás puedan resolver las cosas, hablen, las parejas discuten.

Él recordó la forma en como le había aplicado la llave en el cuello y se estremeció, no eran tan estúpido como para acercarse a esa mujer nuevamente.

―No hay nada de qué hablar abuela, todo terminó entre nosotros.

La mujer del otro lado guardó silencio y luego preguntó.

―¿Y se puede saber por qué la dejaste? Hijo, ¿eres gay? Dime la verdad.

―Yo…

―Solo dilo, si te gustan los nepes, bueno… que le vamos a hacer. Pero, podrías intentar con un médico primero, a lo mejor te ayuda.

―Abuela…

―Sé que en este tiempo es normal todo eso de la aceptación, pero cariño, primero debes probar con una mujer, a lo mejor y te termina gustando. ― la voz de la mujer se volvió agraviada ― ¡Oh, Dios! Y yo que pensé que vería un hijo tuyo. Ahora entiendo por qué no te duran las novias, pero…

―¡Abuela! ―Marcelo gritó para que se callara.

―¿Qué hijo?

―No soy gay. ―dijo pareciendo seguro ―Megan y yo terminamos, porque… porque ella me consiguió mensajes con otra mujer.

La anciana se quedó en silencio.

―¿No me estás mintiendo?

―Claro que no. Ella vio unos mensajes, discutimos y terminamos. Y fin del asunto.

―Entonces supongo que esa mujer debe gustarte desde que terminaste con alguien como Megan. ¿Vas en serio con ella?

―Abuela…

―A ver, voy a ser sincera, Constancio.

―¡¿Qué no me llames Constancio?!

―Te voy a llamar como yo quiera, es tu nombre después de todo  ―ahora la voz de la abuela sonaba sería ―Si no te casas en un mes, todo lo que tengo estipulado para ti de mi herencia, se lo dejaré a Salvatore. Ya es hora de que sientes cabeza, tienes 31 años y ya es para que tuvieras hijos. Si no quieres que piense que eres gay, cásate y dame un bisnieto lo más pronto posible. ¿Entiendes?

Él se quedó de piedra.

―¿No puedes estar hablando en serio?

―Totalmente, si no me traes a una esposa, toda tu herencia pasará a manos de Salvatore y ya lo conoces.

Él apretó los dientes y cerró los ojos.

―Ok, quieres que me case, bien, voy a casarme.

―Está bien, solo espero que no sea un hombre.

―¡Abuela! ―gruño a través del teléfono.

―Tengo que irme, llegaron las chicas para nuestra partida de póker.

Marcelo suspiró y se despidió. Dejó el teléfono en el escritorio y reflexiono sobre lo que acababa de suceder.

Nunca imaginó que Megan fuera capaz de ir con el chisme a la abuela, menos mal no estaba Salvatore o la charla de aceptación hubiera sido interminable.

«¡Maldita sea! ¡¿Por qué tuve que ver esos videos?!»

Todo habia sido culpa de su amigo, Clayton, un famoso actor. El, sabia sobre su problema, le aconsejo que viera videos gays, si se reaccionaba, entonces definitivamente le gustaban los nepes, en caso de que no lo hiciera, entonces su inclinación eran las mujeres.

Marcelo casi vomito cuando abrió el primer video. Corrió al baño rápidamente y cuando salió encontró a Megan con cara de pánico y sorpresa, que pronto se convirtió en ira. Había dejado la computadora encendida y había ido al baño, que iba a pensar que su novia llegaría y se encontraría con eso.

Alejo esos pensamientos desagradables y pensó en una solución. Tenía que encontrar una esposa, pero no necesitaba cualquier esposa. Tenía que encontrar una que no se entrometiera en sus asuntos y lo más importante, que no se enamorara de él. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, cuando de repente una persona le vino a la mente.

Su recién despedida secretaria.

También recordó que había solicitado de manera expresa que ella ocupara el cargo, la única causa había sido su gran parecido con esa persona, si no fuera porque ella es mujer y esa persona desapareció hace tanto tiempo, aseguraría que se trataba de la misma persona.

Con la decisión tomada, agarró el teléfono nuevamente e hizo una llamada. Había encontrado a la esposa ideal.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo