Capítulo 64

Estaba tan contenta y aliviada que se habría puesto a cantar. No lo hizo, pero sí fue bailando hasta la cocina, donde se sirvió un café, que se tomó viendo por los amplios ventanales cómo empezaba a amanecer. La oscuridad de la noche se disipaba y las sombras ya no le parecieron fantasmagóricas, sino atisbos de luz y claridad. Luego puso la tele para oír las noticias de la mañana mientras desayunaba y, cuando Sergio entró, se lanzó feliz a sus brazos. Él llevaba un albornoz de ducha y Laura dejó que la bata se deslizase por sus hombros hasta caer al suelo en un montoncito. Luego abrió el albornoz de Sergio y se metió, abrazándose a él con fuerza. Sergio cerró el albornoz y los dos quedaron tapados por esa única prenda.

—Buenos días…

—Buenos días otra vez. Si me estás dando coba para que no me deshaga de tus cosas, has de saber que no tengo ninguna intención de tirarlas…

«El ministro de Economía…».

La figura reflejada en la pantalla seguía hablando, aunque ellos, atentos sólo el uno al
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