Capítulo 41

—Llegas tarde —fue el saludo de Rosa.

—Sí… Voy corriendo a mi despacho, espero que no me haya llamado nadie —pasó como una exhalación por delante de una asombrada Rosa, que la miraba meneando la cabeza. Si empezaba así, no iba a durar mucho en esa bendita oficina.

Ese día Laura afrontó el trabajo con un espíritu más positivo. La reunión matutina, que siempre se le hacía muy cuesta arriba, se le pasó volando, e incluso se divirtió con las puntualizaciones de su supervisor. El joven Juan era listo, se quedaba para él los casos más importantes y le daba a Laura los que no tenían ninguna relevancia. El día anterior eso le había molestado mucho, pero esa mañana nada podía destruir su buen humor. Así que cuando le asignaron dos casos más del montón, un hombre que pedía una indemnización por atropello y una señora que había denunciado a su vecino porque decía que había matado a su perro, se puso muy contenta. Pediría indemnizaciones millonarias para ellos. Los haría ricos.

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